Una de las virtudes que suele atribuirse al periodo K es el haber mejorado la distribución del ingreso personal. Si bien desde hace algunos años, intervención del INDEC mediante, es difícil sostenerlo con datos duros, lo cierto es que hay una “sensación” de que la distribución habría mejorado, con una tendencia que invita a ser optimista.
Pero, más allá de este debate, menos claro es que esta redistribución del ingreso haya afectado positivamente la distribución de la riqueza. Lo primero nos habla de como se reparte lo producido durante algún periodo de tiempo, y lo segundo quien es el dueño del stock, de los medios de producción. A largo plazo, el proceso es sostenible sólo si la mejora en lo primero también se traduce en una en lo segundo
¿Pero cómo puede ser esto posible? ¿Cómo puede convivir un modelo que distribuye más progresivamente los ingresos con uno que redistribuye regresivamente la riqueza?
La clave de este escenario se encuentra en el sistema financiero (SF). En contraste (o en complemento) con la impresión que suele existir sobre el SF, asociada a grupos de elevado poder adquisitivo que especulan para convertir dinero en más dinero, el SF cumple un rol esencial como dinamizador de la actividad económica y como mecanismo de progreso social. Es complicado, en la actual coyuntura financiera, escribir un post sobre las virtudes de un SF desarrollado, sin embargo, haré el intento.
El SF argentino, marcado a fuego por décadas de sucesivas crisis económicas y financieras, períodos de elevada y prolongada inflación, eventos de masiva rotura y redefinición de contratos, más recientemente, por la inflación o por hechos como la estatización de las AFJPs, no logró logra atravesar las etapas más embrionarias de desarrollo e incluso está desde hace algunos años en retirada. La suma del crédito bancario y de la capitalización de bonos y acciones se ubicaba, antes de la explosión de la crisis subprime, alrededor del 75% del PBI y en el entorno del 50% desde entonces. No hace falta irse muy lejos para encontrar casos de mayor desarrollo que el local, tan cerca como en Brasil o Chile estos valores eran de 260% y 240% respectivamente, y hoy oscilan en unas 2 veces el valor del Producto Bruto Interno.
Ahora bien ¿Cuáles son los principales problemas que genera este enanismo financiero?
En primer lugar, condiciona las posibilidades de inversión. Un sistema bancario subdesarrollado falla en su principal tarea de transformar depósitos de corto plazo en crédito a la inversión de largo. La opción de invertir queda así limitada tan solo a aquellos que tienen capital propio. No son ni Techint, ni Coca-Cola ni el grupo Roggio los que dejan pasar sus oportunidades de inversión, sino las PyMEs o los pequeños emprendedores. En el proceso de achicarse el sistema va dejando fuera a quienes dan menos garantías de repago, es decir a las firmas más pequeñas y a las más riesgosas (que por esto mismo muchas veces también son las más rentables.
Esto es también un problema desde el punto de vista macroeconómico y de las perspectivas de largo plazo. La inversión depende crucialmente de la capacidad de financiamiento propio, lo cual genera una paradoja de difícil solución: Queremos que que la gente más pobre aumente sus ingresos para que consuma y mejore su calidad de vida, pero necesitamos al mismo tiempo que el rico gane plata para que invierta y, acumulación de activos mediante, permita el apuntalamiento del crecimiento.
Esta paradoja, conocida por la disciplina económica al menos desde hace un siglo, sólo puede ser quebrada con un sistema financiero desarrollado que permita que las inversiones que efectivamente se realicen se definan por ser buenas ideas y no por ser ideas de tipos con plata.
Lamentablemente, el pasado reciente de Argentina no nos deja mucho margen para ser muy optimistas. No sólo el sistema bancario y la capacidad prestable total está franco retroceso, sino que el crédito tiene cada vez menos destino la financiación de algún tipo de acumulación de capital (sea comercial o hipotecario) y más de consumo de corto plazo. Así, el proceso inversor de la economía logra mantenerse simplemente porque, a diferencia de lo que suele creerse, el consumo creció sistemáticamente por debajo del PBI con su contracara en un ahorro que, rentabilidades históricamente altas mediante, se concentraba en las firmas que podían así invertir.
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Ahora bien, como tantas veces, esto es tan sólo la mitad de la historia. La otra cara del SF, está en las personas que ahorran. Un SF desarrollado es el canal a través del cual el ahorrista, tenga el nivel de ingresos que tenga, pueda transformar sus ingresos actuales en ingreso futuros distribuyendo en el tiempo su perfil de consumo. Sin este mecanismo, o alguno equivalente, el ahorro de hoy simplemente pierde valor y desaparece con el paso del tiempo, por lo que la única respuesta inteligente ante este escenario es gastar hoy en bienes de forma de preservar de algún modo el valor actual del ahorro.
La particularidad que vuelve regresivo el subdesarrollo es, simplemente, que las opciones de ahorro son menores a menor nivel de recursos. Un sistema financiero pequeño limita las opciones de ahorro y las alternativas para protegerse de la erosión inflacionaria. “¿Qué hago con la plata?” es una frase típica en contextos de subdesarrollo financiero y tasas de interés reales negativas como el de Argentina de hoy, y a menor nivel de recursos más reducida es la cantidad de opciones.
El rico, con mayor acceso a la información accede a instrumentos de inversión más sofisticados o puede, incluso estar cerca del inversor real (como en el caso de los pools inmobiliarios o de siembra). Hacia abajo en la pirámide de ingresos, sin embargo, las opciones se van acotando y, como decía
ELY acá, terminan en opciones con retornos fuertemente negativos como los bienes de consumo durables (LCD, línea blanca, autos) o directamente consumo no durable.
El decir, cuanto más pobre no sólo disminuye la capacidad de ahorrar mes a mes sino que el propio subdesarrollo del sistema financiero coarta la posibilidad de que ese ahorro corriente se transforme en acumulación de capital que es, en definitiva, la única forma de cambiar permanentemente la condición de vida de las familias.
Entonces, en conclusión, revertir la tendencia actual del SF es clave si pretendemos apuntalar la última década de crecimiento en un proceso virtuoso de desarrollo. Caso contrario, la mejor distribución del ingreso podrá tranquilamente convivir con una distribución regresiva de la riqueza. La razón es bastante sin simple. Sin sistema financiero el pobre no puede convertir ahorro en capital ni ideas en negocios.
Más complicado es contestarse como salir de esta trampa de subdesarrollo, pero mejor lo dejamos para otro post.
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