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jueves, julio 25, 2013

Inflación heterodoxa

Lucho contra mi conciencia al escribir este post por dos características que me incomodan. Por un lado, porque es un publipost, una suerte de publicidad no convencional del trabajo que hacemos en Elypsis. Por otro, porque es un post particularmente buchón, característica que trataré de licuar apelando al secreto estadístico. Pero me debo a mis lectores, así que heme aquí.

Como sabrán, y como he publiposteado aquí y aquí, en Elypsis realizamos un relevamiento de precios online con el cual, al día de la fecha, descargamos alrededor de medio millón de precios de algo menos de 100 fuentes (supermercados, casas de electrodomésticos, bazares, distribuidoras, corralones y venta de materiales de construcción, entre otros) una porción de lo cual, luego de haber sido procesado, forma parte del Índice de precios que publicamos semanalmente.

La cuestión es que, además de un análisis de la evolución de precios agregada, la base de datos nos permite desmenuzar la información a un nivel muy alto de desagregación. Buceando en esos datos es que encontré la siguiente perlita, un fenómeno que sin duda es conocido, pero al cual ahora puedo ponerle algún número.

La evolución del índice, que captura aproximadamente el 40% de la canasta del IPC (para ver si composición, haga click acá), muestra lo que parecen ser cuatro periodos: (a) Un primer periodo, desde febrero hasta mayo, de cumplimiento, en el cual la variación de cuatro semanas era en promedio 0.4%/0.5% (b) un segundo periodo de “elusión” durante mayo, en el cual comenzaron a acelerarse las subas aún con el congelamiento vigente (la suba se dio principalmente en las cadenas regionales y locales y se mantuvo en las cadenas nacionales) (c) el tercer periodo de descongelamiento durante julio, en el cual muchos productos subieron de precio (llegamos a registrar subas semanales hasta en el 30% de los productos la muestra), con una variación que llegó a tocar el 3.5% y finalmente (d) el periodo actual, que comienza en julio, con una variación oscilando en 2.8%/2.9%.


La variación acumulada, tomando como referencia el primer día del congelamiento en febrero, se ve en el siguiente gráfico. Tomando como contrafáctico una variación de 1.8% cada cuatro semanas, lo que vemos es que, al final del día, los precios se ubican hoy un 2% por debajo de lo que hubieran estado sin congelamiento, aunque con una brecha que se cierra aceleradamente. Resta ver si, dentro de algunas semanas cuando los índices converjan, la suba se desacelera o si, en cambio, la saga del congelamiento descongelado nos deja en un escalón de inflación más alto que antes.

Sin embargo, hay un factor importante que la metodología que usamos no refleja (aún), y que esconde un problema adicional. Hay inflación encubierta. Permítanme mostrárselos con un ejemplo.

Tomemos, por ejemplo, la evolución del precio del pan lactal de rodajas finas de tres importantes marcas en un importante supermercado. El siguiente gráfico muestra cómo, de punta a punta, el precio de venta en una marca pasó de $17.99 a $22.59 (25.6%), en otra de $22.69 a $27.99 (23.4%) y la tercera de $10.99 a $12.99 (18.2% esta última tiene una presentación más chica).
Sin embargo, en los tres casos se presenta una discontinuidad en las series en algún momento de mayo. Al tercer mes del congelamiento, en los tres casos se observa el tradicional mecanismo de elusión de los controles de precios. La marca 1 lanzaría el envase de 620 gramos, discontinuando en junio el de 650 gramos, la marca dos el de 590, discontinuando la presentación de 620 gramos, y la marca tres la de 350, discontinuando la de 370

Cuando uno corrige por el menor tamaño de los productos obtiene lo que se ve en el siguiente gráfico. En la marca uno, la variación paso de 25.6% por envase a 31.6% por kilo, la segunda paso de 23.4% a 29.6% y la tercera de 18.2% a 25.0%. Es decir, unos cinco puntos más que sin la corrección*. 


No pretendo con esto hacer un punto sobre los panes lactales, que mire primero simplemente porque están en la primera categoría del índice, sino sobre dos fenómenos más generales. Por un lado, la pérdida de valor del peso se refleja no solo en la suba de precios, sino también en el deterioro de la calidad de los productos, una suerte de inflación escondida, no convencional, ejem...heterodoxa. Por otro lado, está el punto que ya mencionaba en este post. Regular precios no sirve como sustituto de la política macroeconómica para bajar la inflación. La capacidad de enforcement de una regulación amplia es muy baja. La eficiencia de una regulación acotada es poca, y hasta contraproducente.

Sin incorporar esta simple afirmación, parte de ese pequeño consenso mínimo que compartimos la gran mayoría de los economistas, al quehacer de la política económica, no debiéramos extrañarnos si en un futuro no muy lejano abandonemos (y no para mejor) la comodidad de las tasas de inflación de 20%/25% que tenemos desde hace un lustro.

Fin del espacio publicitario

lunes, julio 15, 2013

¿Lobo estás?

Soy consciente de que posiblemente se encuentre entre los diez recursos literarios más trillados, pero permítanme arrancar el post recurriendo al cuento de Juancito y el lobo. El gobierno ha apelado generosamente en el pasado al argumento del "mundo que se nos cae encima" para explicar la abrupta desaceleración del crecimiento desde 2012, aun cuando las señales globales eran al menos similares a las de 2011 o 2010, sino mejores. ¿Qué dirán ahora, cuando todo indica que, sin prisa y sin pausa, el mundo amenaza con encimismársenos?

Alejémonos del árbol que nos tapa todo (los precios que no se congelan, los Cedines que no cedingnan a arrancar, las elecciones de pasado mañana, la República que llora) y vayamos al bosque. Noticias poco optimistas llegan desde los tres grandes bloques globales. Europa avanza en la "japonizacion" de su crecimiento y amenaza con una "decade lost ", en Asia, China sorprende desacelerando rápidamente (para los estándares chinos) y Estados Unidos consolida su crecimiento.

-Pucha- dirán - ¿No era que había noticias negativas desde los tres bloques? - Pues sí, paradójicamente, la consolidación del crecimiento de Estados Unidos puede, en el contexto actual, ser una mala noticia.

El mecanismo es el siguiente. Para escapar de la crisis de 2008/09, en Estados Unidos se implementaron una sucesión de medidas fuertemente expansivas y entre ellas, particularmente, los "Quantitative Easing" o QE, una política monetaria cuyo principal logro (a los efectos de este post) fue mantener las tasas de interés de largo plazo históricamente bajas.

Con una economía norteamericana que adquiere fuerza, la Fed dio las primeras señales de que en un futuro no muy lejano el QE podría terminarse y los mercados, anticipandose, comenzaron a subir las tasas de interés de largo plazo. Si bien no es claro el cuándo, comienza a ser cada vez más nítido el que. En algún momento, que puede ser uno o dos años, se terminara el mundo de tasas históricamente bajas.

El esperable ciclo de reversión de tasas puede afectar a Argentina (al menos) de tres maneras. En primer lugar, Tasas de interés más altas en Estados Unidos son tasas más altas en todo el mundo. Una política monetaria contractiva en Estados Unidos, por el tamaño de su economía, tiene un impacto contractivo global, y un mundo que crece menos son menos exportaciones para Argentina.

En segundo lugar, la última década, con la excepción del periodo 2008-09 cuando la crisis internacional incrementó la demanda global de dólares como activo seguro, se caracterizó por un dólar débil. Ahora bien, un mundo con tasas de interés más altas en Estados Unidos es un mundo con un dólar más fuerte. Como puede verse en el siguiente gráfico (derecha), hablar de fortalecimiento del dólar es análogo a hablar de depreciación de las monedas del mundo emergente, lo cual es un problema para un país como Argentina, con poca flexibilidad en su tipo de cambio.

Es decir, si Estados Unidos sube sus tasas e induce una suba del dólar y una depreciación en las monedas de nuestros socios comerciales, mantener la competitividad cambiaria implicará que Argentina deberá acelerar el ritmo de devaluación del peso, algo riesgoso en una economía con las presiones inflacionaria como la nuestra.

Sin embargo, hay un tercer riesgo mayor a los dos anteriores. Un mundo de tasas de interés globales más altas es un mundo de commodities más bajas. Es decir, si suben las tasas, es esperable que el precio de la soja caiga. Ahora bien ¿Cuánto puede bajar la soja en un nuevo mundo de dólar más fuerte y tasas más altas? Una aproximación a la respuesta es mirar lo que sucedió en el pasado, cosa que hicimos en este informe de Elypsis . 

Sin entrar en detalles (en el informe se describe la especificación) analizamos, con un “Modelo de Corrección de Errores” como se comportó el precio de la soja en función de tres variables: las tasas de interés de largo plazo, el dólar y la relación entre el consumo y los stocks globales de soja (como reflejo de la oferta y la demanda). El modelo, cuyo ajuste se presenta en el siguiente gráfico, nos dice que, si el dólar se fortalece un 10% y las tasas de interés suben hasta 3.5%, manteniendo constante las relación stock consumo, la soja podría bajar hasta un 35%.

No pretende esto ser un pronóstico alarmista sino un condicional. Si se consolida la reversión de tasas en Estados Unidos entonces (el énfasis en el “si” y “entonces” no es accidental) entonces es probable que nos enfrentemos a un mundo más complejo. Las consecuencias de una caída tan pronunciada en el precio de la soja no deben subestimarse. Si asumimos un contagio similar el precio del resto de las commodities las exportaciones podrían contraerse USD 9.5mm, equivalente a la totalidad del balance comercial o el 25% de las reservas. En términos fiscales, la caída equivaldría al 2% del total recaudado o 15% de la recaudación de retenciones que, si se compensara con financiamiento del banco central, equivaldría a una expansión adicional del 5.5% de la base monetaria.

En conclusión, es momento de redoblar los esfuerzos por recuperar la racionalidad de la política económica, a riesgo de enfrentar un escenario que vuelva el daño en algo permanente e irreversible, como fuera, por ejemplo, el Rodrigazo en 1975. Esperemos que, de tanto mentir sobre el lobo que venía, Juancito no se crea ahora que los lobos no existen.

martes, junio 04, 2013

Freezeconomics

Luego de una década ganando, finalmente “la inflación” ha sido incorporada al lenguaje oficial. Por primera vez, y aunque los precios hayan subido cerca de 400% desde el 25 de mayo de 2003 (o más de 600% desde fines de 2001), oímos desde el gobierno o medios afines hablar de que los precios suben, aunque siempre acompañado de algún inevitable “yo no fui” que terceriza la culpa sobre quienes fijan los precios, como delantero que elogiado por la prensa por el gol en el partido que acaba de finalizar contesta “Gracias, pero no fui yo quien hizo el gol, sino el balón al atravesar la línea del arco”.

A partir del diagnóstico de “hay inflación porque los precios suben porque alguien los sube” el remedio es fácil: Prohibamos a alguien que suba los precios. Y en eso estamos, viendo cómo pasan los meses en este nuevo intento de frenar la inflación por decreto o, mejor dicho, con un acuerdo informal que nunca nadie ha visto pero que está, acompañado esta vez de un colosal e imperdonable derroche de recursos humanos que, se ve, no tienen mejor cosa para hacer.

¿Sirvieron para algo los tres meses de congelamiento en supermercados y tiendas de electrodomésticos? Poco ¿Servirá de algo el actual congelamiento de 500 productos? Para nada.

Congelar el precio en los supermercados, es decir determinar este segmento de productos como “ancla nominal” de la economía, puede actuar como herramienta antiinflacionaria a través de dos mecanismos. Por un lado, puede ser utilizado como medio para coordinar las expectativas sobre la evolución futura de los precios que, como se sabe, es parte fundamental del componente inercial de la inflación. Por otro lado, el “anclar” los precios minoristas puede tener un efecto arrastre sobre otros sectores, como ser eslabones previos en las cadena o las negociaciones paritarias.

Usar anclas es algo típico tanto de estrategia antiinflacionarias ortodoxas como heterodoxas. El gobierno elige una variable cuyo retraso en términos relativos está dispuesto a tolerar para contener el proceso inflacionario: El tipo de cambio, los agregados monetarios (y tasas de interés), precios, salarios, tarifas, etc. En aquellos planes de estabilización en los que los congelamientos de precios a gran escala eran parte central de la desinflación, abundan los fracasos (como el plan Austral o el Cruzado en Argentina y Brasil de los ochenta, o el experimento local de 1971 ) aunque hay también casos exitosos, como el plan de estabilización de Israel de 1985 .

El congelamiento de precios, en particular la versión autóctona que se concentra en el segmento minorista de supermercados y casas de electrodomésticos, corre en desventaja. A diferencia de otras anclas, el cumplimiento del congelamiento de precios de supermercados es tanto de difícil verificación como de hacer cumplir*.

Supongamos, como intentó hacerse entre febrero y mayo, que quieren congelarse todos los precios de los supermercados. El censo económico de 2003, cuando comenzaba a ganarse la década, registró un total de 400.000 comercios minoristas en todo el país, 10.000 de los cuales eran “supermercados con predominio productos de alimenticios y bebidas”.

Hagamos un cálculo de trazo grueso para dimensionar la magnitud del esfuerzo del que estamos hablando. Los 10.000 supermercados se distribuyen aproximadamente en 1.500 pertenecientes a grandes cadenas (donde se venden entre 20.000 y 25.000 productos por local), unos 1.000 medianos (con aprox 7.000/8.000 productos) y 7.500 pequeños (con 1.500/2.000 productos a la venta).

Estamos hablando de un intento de congelar entre 50 y 60 millones de productos a la venta, dejando afuera otros 120.000 comercios que compiten en sus productos con supermercados y otros 270.000 comercios minoristas que no venden alimentos**.

El gobierno se enfrenta decisiones contrapuestas. Si quiere una política que sea verificable y que pueda hacer cumplir, deberá bajar su potencia (por ejemplo, reduciéndola a 500 productos). Si quiere potencia, por ejemplo con un control generalizado, es inverificable e incontrolable. Así, mientras el gobierno puede sostener durante un tiempo otras anclas (tipo de cambio, tarifas, agregados monetarios, etc) la capacidad de forzar el anclaje en la venta minorista, por más militantes desplegados en la calle, es muy baja. ¿Cómo coordinar expectativas si ni siquiera sabemos si el congelamiento se está cumpliendo? ¿Cómo disciplinar hacia atrás en la cadena si es difícil forzar el cumplimiento del congelamiento?

Congelar los precios de los supermercados tiene un problema adicional. A diferencia de otros precios, el precio de los productos de los supermercados sube de forma periódica y solapada. Mientras salarios, tarifas, prepagas, expensas, transporte o educación, entre otros, tienden a permanecer quietos para concentrar las subas en un momento del tiempo, los precios de los supermercados ajustan más rápido pero menos. Un 10%/20% de los productos ajustan un 4%/5% por mes, y la inflación tiende a depender más de la primer variable (cada cuanto ajustan) que de la segunda.

Está característica tiene dos implicancias que la vuelven también una pobre herramienta antiinflacionaria. En primer lugar, en caso de ser exitosa, sus resultados son poco visibles. Tómese, por ejemplo, lo sucedido entre marzo y mediados de mayo, periodo para el cual en Elypsis contamos con una muestra de precios de algo menos de 100.000 productos en supermercados y casas de electrodomésticos. Aunque no tenemos muestra previa para comparar, durante esos dos meses y medio los precios subieron un digno 1.1%, o 0.4% promedio mensual. En un contexto de congelamiento imperfecto en el que el 5% de los precios registraron subas y bajas que casi se netearon ¿Nota la gente que hay menos productos ajustando ese 4%/5% para ajustar a partir de allí sus expectativas? No lo creo, y las encuestas sobre expectativas de inflación parecen mostrar lo mismo.
   
En segundo lugar, la mayor respuesta de ajuste en los supermercados eleva los riesgos de sobrerreacción una vez pasado el congelamiento. Aunque el resultado neto aún es positivo, nuestra muestra pasó de registrar subas en 4.7% de los productos durante marzo (y una cantidad similar de bajas) a 6.4% y 4.7% respectivamente en abril, 17% y 9% en la primer quincena de mayo y 28% y 6.2% en la segunda y 36% en la primera semana de junio. En tan sólo quince días desde descongelados, la inflación mensual de los supermercados trepó por arriba del 2.0%. Aunque resta saber en dónde termina la aceleración, la respuesta se registra rápida e intensa.
   
El resultado de este tira y afloje es una medida de poca eficacia que, lejos de ser inocua, tiene un efecto negativo. Como suele decir Daniel Heymann, citando a su vez a Axel Leijonhufvud, el costo negativo de la inflación no está asociado a la suba de precios – los agentes pueden adaptarse perfectamente a una suba estable y conocida de todos los precios – sino a su impacto sobre los precios relativos (es decir, el precios de cada cosa en relación al resto de las cosas), que se vuelven volátiles e inciertos. El congelamiento parcial (el único factible) empeora este panorama.

Tal como está planteada, la estrategia antiinflacionaria combina el peor de los mundos. Un intento de ancla en el comercio minorista que no sólo no coordina expectativas ni es controlable -más allá de un par de gritos a los supermercadistas – sino que incrementa la variabilidad de los precios relativos. Casi en simultáneo con el congelamiento en supermercados, el dólar blue subió de $6 a $9, comenzaron a cerrarse las paritarias, los agregados monetarios continuaron al 35%/40% a/a y se ajustaron al alza tarifas, transporte, tasas de interés. ¿Alguien duda que el veranito de tres meses es tan sólo inflación reprimida?

Atte

Luciano

*Podría haber puesto “enforzar” del ingles enforce, pero habiéndome burlado del “empoderar” de CFK no me pareció una buena idea.

** Unos 40.000 polirubros, unos 50.000 almacenes, unas 12.000 verdulerías, 13.000 carnicerías, 2.000 fiambrerías y unas 4.000 panaderías.

domingo, abril 28, 2013

Hay que pasar el congelamiento

Como comenta ésta nota de La Nacion, a mediados de febrero, unas semanas más tarde que el inicio del congelamiento de precios, iniciamos en Elypsis un relevamiento exhaustivo de los precios online publicados en sitios web de casi 20 supermercados de todo el país. Sobre una muestra total de 175.000 productos, para los cuales contamos con información semanal de precios, procesamos y clasificamos un total de 53.000 para computar un estimador sintético de la evolución de precios en los supermercados.

Este estimador, que captura el cambio promedio con la metodología descripta más abajo, no debe confundirse con un Índice de Precios porque, en primer lugar, cubre un porcentaje menor (37%) de la canasta de consumo. En segundo, tiene una cobertura nacional (en tanto que el IPC-GBA se concentra en Capital Federal y Gran Buenos Aires) y, finalmente, se basa exclusivamente en precios publicados en los sitios web de los supermercados, que pueden diferir de los precios en góndola o presentar sesgos de estimación.

¿Qué resultados obtenemos?

En primer lugar, nuestra estimación de precios online de supermercados registró una suba mensual de 0.34% (entre la primera semana de marzo y la primera semana de abril), y una suba adicional de 0.17% desde entonces hasta la tercera semana de abril. Uno puede ver aquí un vaso medio lleno o uno medio vacío. Aunque no tenemos información previa al congelamiento para comparar, vemos que, por un lado, el congelamiento no es completo pero que, por otro, presenta una evolución que, anualizada (un modesto 4.5% anual), es inferior a la que, imagino, había antes.


Sin embargo, el tamaño parce importar. Si separamos a los supermercados entre grandes cadenas nacionales y supermercados regionales, lo que se obtiene se presenta en el siguiente gráfico. El congelamiento se concentra en las primeras, más visibles para el gobierno, con una variación de -0.06% durante marzo, y de -0.09% en las tres primeras semanas de abril, mientras las cadenas regionales, en cambio, registraron una suba contínua, de 0.53% en marzo y de 0.43% desde entonces. Interesante para preguntarse cómo se interrelaciona la concentración y el proceso inflacionario ¿no?


Como comenta la nota en La Nación, registramos incrementos de precios en el 9.4% de los productos relevados y clasificados, entre la primer semana de marzo y la primer semana de abril (con una suba promedio de 8.8%). El 8.5% de los productos, por otra parte, registró bajas (con una caída promedio de 5.5%). 43.000 precios, o el 82% del total, no registraron variaciones durante el mes (algo que con el paso del tiempo sabremos si se debe a congelamiento efectivo o a un sesgo por la captación de datos online).



¿Cómo realizamos esta estimación?

El cálculo se divide en tres etapas:

En primer lugar, se calcula para cada supermercado y para cada variedad, el promedio geométrico de la variación mensual de aquellos productos para los cuales se cuenta con observaciones. A aquellos productos sin observaciones se les imputa el promedio geométrico de los productos con observaciones de la misma variedad del supermercado. La variedad se define como la mayor desagregación para la cual se cuenta con una ponderación explícita en la canasta.

En segundo lugar se calcula, para cada variedad, la media aritmética entre supermercados, a partir del cual se obtiene un indicador por variedad. Para aquellos supermercados sin observaciones para una variedad en una semana en particular, se le imputa la media aritmética de la variación de esa categoría en otros supermercados

Finalmente, los indicadores de variedad son agregados con una suma con ponderación similar a la del IPC-GBA 1999

¿Quiere acceder a la base de datos?

Para hacer el proceso totalmente transparente, van a poder encontrar en la página de Elypsis la base de datos completa a partir de la cual realizamos este cálculo (en formato de stata), la base que describe la ponderación para cada categoría y el do-file con el algoritmo que convierte ambas bases en la estimación sintética que presentamos aquí. Obviamente, invitamos a abrir, revisar y utilizar a gusto esta información (citando la fuente) y a enviarnos comentarios metodológicos.

Atte

Luciano