Por Economic Psycho
Entonces, quienes son mejores científicos ¿los psicólogos o los economistas? La respuesta es fácil: cada uno es bueno en lo suyo, por supuesto. Todos sabemos que los psicólogos no saben matemáticas (seguramente eligieron la psicología para evitarlas), y por lo tanto jamás destacarían en una disciplina formal como la economía. Por otro lado, ningún economista serio se metería a estudiar psicología o incluirla en sus teorías del comportamiento, como alguna vez sentenciaron Pareto, Robbins o Samuelson.
Bueno, quizás me pasé con los prejuicios, pero sigue siendo cierto que la especialización impide la comparación. No hay tiempo para saber de todo, así que simplemente no podemos establecer un orden de prevalencia. ¿O quizás sí? Probemos tratando de explicar un fenómeno que puede ser estudiado desde diferentes perspectivas: la violencia social.
En este rincón… un economista famoso, especialista en analizar fenómenos sociales multidimensionales. Con su habitual simpatía, ironía y buen humor… Llega desde Chicago, el discípulo de Gary Becker… Steeeeeeven Levitt! (uf, que difícil es escribir como los presentadores de box…). Levitt, junto con John Donohue, propusieron que el crimen en Estados Unidos declinó en los 90s como consecuencia de que el aborto fue legalizado en 1973, luego de la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos en el juicio Roe vs. Wade. Luego de este hecho, las madres que no estaban preparadas para serlo simplemente abortaron a los futuros delincuentillos. Levitt incluye este hecho entre otros cuatro que explicarían la clara reducción del crimen en los 90s en EEUU., y muestra que los estados que legalizaron el aborto antes de 1973 fueron los primeros que observaron una declinación en las tasas de delincuencia.
Interesante, pero según Steven Pinker, retador y psicólogo, demasiado buena para ser cierta. Pinker anticipa que la correlación que encontró Levitt puede deberse a otras razones, por ejemplo a que los estados más grandes que legalizaron el aborto fueron los primeros en ver la suba y la caída de la epidemia del crack. Pero además de esto, Pinker observa varios cables sueltos en la explicación del otro Steven. Para partir de los abortos y llegar a la reducción del crimen debemos asumir que se cumplen los siguientes pasos: (i) el aborto legal produce menos niños no deseados; (ii) los niños no deseados tienen más posibilidades de volverse criminales y (iii) que la primera generación de niños sacrificada con abortos fue la que causó el inicio de la reducción del crimen. Según parece, estos vínculos son frágiles, y en algunos casos inexistentes.
Para empezar, se asume que las mujeres antes y después de 1973 tenían la misma probabilidad de concebir hijos no deseados, y que la única diferencia es que luego de 1973 estos pibes simplemente no nacieron. Pero una vez que el aborto se legaliza, algunas parejas pueden tener más sexo sin protección. Si las mujeres antes del 73 concebían más hijos no deseados, la opción de abortar más hijos podría dejar la propoción de hijos no deseados igual. Más aún, esta proporción puede aumentar si algunas mujeres luego de disponer de la opción del aborto tienen más sexo sin protección y luego deciden, una vez embarazadas, que sería bueno tener un hijo después de todo. Y de hecho, desde 1973 la proporción de bebés nacidos de mujeres en categorías vulnerables (pobres, solteras, adolescentes y afroamericanas), no solo no decreció, algo que para ser consistente con la tesis de Levitt es lo que debió haber pasado, sino que aumentó… mucho.
Además, entre las mujeres que quedan accidentalmente embarazadas y no están preparadas para criar un hijo, se supone que las que abortan deberían ser justamente las más cuidadosas, realistas y disciplinadas, mientras que las que completan el embarazo deberían ser más desorganizadas e inmaduras, concentradas más en tener un lindo bebé más que un adolescente díscolo. Las estadísticas confirman que las mujeres que optan por abortar tienen mejor educación, no dependen tanto de los planes sociales y tienden a terminar el colegio con más asiduidad que las que no abortan. Así, si el aborto tuviera algún efecto, sería el contrario al que Levitt propone.
En general, es más plausible que las mujeres en entornos criminales tengan más niños no deseados, que la probabilidad opuesta, de que los embarazos no deseados causan comportamientos criminales directamente. En este caso, el entorno casi siempre le gana a los genes.
Finalmente, si abortar más fácilmente desde 1973 significó tener una generación más aversa al crimen, la reducción de la delincuencia debería haber comenzado con el grupo más joven, para luego extenderse en cada franja etárea a medida que estos muchachos crecen. Por ejemplo, los adolescentes de 16 años de 1993 (nacidos en 1977, con aborto disponible), deberían haber cometido menos crímenes que los pibes de 16 años de 1983 (nacidos en 1967, sin aborto disponible). Estos son los veinteañeros de 1993, que no deberían olvidar que son violentos. Recién desde 1990, cuando los post aborto disponible cumplen ya 20 años, deberíamos ver que los veinteañeros son menos violentos. Pero pasó lo contrario: cuando la generación dorada llegó a los 90s, no solo no redujeron las estadísticas de homicidios, sino que protagonizaron una orgía de caos. La declinación del crimen comenzó cuando las cohortes más viejas, nacidas mucho antes de que el aborto fuera legal, abandonaron su pistolas y cuchillos, y esta generación mantuvo sus bajas tasas de homicidio a medida que creció.
Bueno, tal como presento las cosas, las tarjetas del jurado muestran diferencias irremontables, si esto no es ya un nocaut técnico. Pero mi intención no es desprestigiar a Levitt, que como dije antes me parece un personaje simpático. Lo de quién era más científico del primer párrafo, por si algún despistado no lo entendió, era en broma. Para mí un buen científico es el que sigue las reglas del método científico y reconsidera sus teorías a medida que el razonamiento y los datos lo hacen reflexionar. Lo que quiero marcar es que me parece que en el ámbito de los economistas este sano ejercicio de refutación y reflexión no está suficientemente desarrollado. Ok, no tengo estadísticas de esto, pero me parece que hay “algo” en la epistemología de la profesión que desestimula la conducta del pensamiento crítico.
Este “algo” es que la formalización en economía en ocasiones tiende a opacar en lugar de iluminar algunos razonamientos. La forma en que la teoría económica suele vender su uso de las matemáticas es el siguiente: uno observa algún fenómeno, construye un modelo que le permite clarificar las ideas, observa el funcionamiento de este modelo y publica las conclusiones. Me atrevo a decir que en la práctica muchos economistas que estudian en la academia sufren lo indecible para transformar sus ideas en un modelo formal, ya que si no lo hacen pierden la posibilidad de publicar. Esta obsesión con la formalización pasó del sano objetivo de clarificar el pensamiento a ir a la cola del razonamiento, transformándose en una mera obligación. Todos conocemos la historia del nóbel Akerlof, que no logró publicar su trabajo sobre los lemons hasta que se puso a armar las correspondientes ecuaciones. Samuelson dijo alguna vez que las matemáticas son un idioma, y Leijonhufvud le contestó sin timidez que el inglés también es un idioma.
En el caso referenciado aquí, lo que parece opacar la discusión de Levitt es que él se concentra más en mostrar sus técnicas econométricas que en la explicación del fenómeno en sí, sobre el cual en realidad reflexiona poco. Parece que toda esta cuestión del aborto es la excusa para exhibir una econometría sofisticada más que una investigación completa sobre la declinación de la violencia en los 90s en EEUU.
Y finalmente, ¿qué es lo que determinó esta reducción? En Better Angels of Our Nature, el libro en el cual Pinker desarrolla estos argumentos, el autor no elude la respuesta, pero es demasiado extensa como para resumirla aquí sin que sus explicaciones sean interpretadas fuera de contexto. Y para colmo de males, el libro de este psicólogo no tiene siquiera una ecuación.
Saludos,
EP