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martes, mayo 10, 2011

It. El regreso del payaso maldito

No voy a negar que mi primera aproximación a la propuesta de Juan Cabandie de prohibir la venta de Cajitas Felices que mezclen hamburguesas con juguetitos fue tomármelo por el lado de la chacota (y ya que estoy en tren de confianza, admitir también que fue mi segunda y tercera aproximación). Sin embargo, el notar que no compartía la opinión con Lucas Llach (quien, no tengo vergüenza de admitir, logra convencerme de casi todo. Y ruego no buscar dobles sentidos en esta afirmación), me obligó a pensarlo un poco más en detalle.

Mi primera impresión es que Cabandié busca con esta propuesta replicar el debate mediático que también se está dando en lugares como San Francisco , Nueva York y Santa Clara, California . Allí también, y en medio de debates bastante acalorados, las autoridades prohibieron o buscan prohibir la combinación de juguetitos con alimentos que no cubrieran estándares nutricionales mínimos. Este punto en sí mismo, sin embargo, es un no argumento para criticar, no sólo porque no es mi rol juzgar intenciones, sino porque, si la medida es buena, bienvenido sea el debate mediático.

De todas maneras, no me resulta obvio que la situación que da origen al debate en los Estados Unidos sea similar a la que vivimos en Argentina. Allí, a tan solo U$D 3 en un país con un nivel de salarios varias veces superior al nuestro y problemas epidémicos de obesidad infantil, la cajita feliz es un bien de consumo masivo. Aquí, en cambio, a casi $30, el consumo frecuente de cajitas felices es casi casi un bien de lujo. La pregunta que dejo abierta, y para la cual no tengo una respuesta, es ¿Hay en el país un exceso de consumo de cajitas felices en los niños?

Supongamos que si y que hay un problema de salud pública que merece una regulación. ¿Es la regulación propuesta una que cumple con sus objetivos y tiene un “resultado social” positivo? Aquí algunos apuntes de microeconomía básica.

El punto de partida es diagnosticar que, al no incorporar el daño que genera el consumo de cajitas felices de sus hijos a la sociedad, los padres brindan un mayor nivel de hamburguesas chatarras del socialmente óptimo. La fuente de daño social puede ser variada y va desde una “menor productividad social” del niño que en su adultez será gordo al impacto que la mayor incidencia de gordura generará sobre los costos de la salud pública.

Ahora bien, al dirigir la regulación al marketing, el supuesto subyacente es que está “sobredemanda” de cajitas se da porque la combinación de hamburguesa con juguetito altera las preferencias de los niños (y de los padres) y los hace comprar más de lo que comprarían si no existiera el pack feliz.

Ahora bien, ¿Cómo se reparten los costos y beneficios sociales de una prohibición lisa y llana de la cajita feliz?

En primer lugar tendremos el impacto positivo. Tendremos niños (y luego padres) que, sin juguetito, ya no querrán comer comida chatarra en McDonalds. Menos consumo de hamburguesas, menos diabetes, sociedad más feliz. Sin embargo, el “resultado social neto” dependerá de que este beneficio sea mayor a dos costos que se derivan de la regulación. En primer lugar, habrá niños que seguirán queriendo comprar hamburguesas pero ya no tendrán su juguetito (lo cual, convengamos, es malo). En segundo lugar, habrá niños que ya no comprarán hamburguesas pero las sustituirán por cosas igual de perniciosas o peores (por ejemplo, un chori de un carrito en costanera).

Si son más los niños que abandonan la hamburguesa y lo reemplazan por comida más saludable en relación a los que siguen comiendo sin su juguetito, el beneficio total será positivo. Caso contrario, la regulación nos deja peor que antes. Es decir, y para ponerlo de forma bien inentendible, que el resultado final de la medida dependerá de la elasticidad de la demanda de las hamburguesas de McDonalds y de sus sustitutos en relación al juguetito de la cajita feliz. Todo bastante técnico, pero no por ello menos cierto.

Ahora bien, para que no sean todas pálidas. ¿Cómo diseñar una regulación que tenga los impactos positivos de la medida (que haya menos nenes comiendo las hamburguesas) y no los negativos (que haya otros que se queden sin juguetito)? La clave es que, en vez de apuntar a disminuir el set de opciones de los padres (esto es, prohibir la cajita) hay que aumentarlo buscando, a la vez, eliminar el impacto que el marketing tiene sobre las preferencias de los niños.

¿Y cómo se logra esto?

Simple. En vez de prohibir la cajita feliz, lo que hay que hacer es obligar a McDonalds a que, si quiere tener un pack Cajita Feliz, tiene que ofrecer compulsivamente y por separado los juguetes y las hamburguesas. De esta manera se logra que el padre que compraría igual hamburguesas sin juguetito pueda darle un juguetito a su hijo y que el padre que compraba la hamburguesa solo por el juguetito pueda satisfacer su deseo y salir del local para alimentar a su hijo en la cadena de comida naturista más cercana.

Es decir, el secreto de la regulación no es acotar el set de opciones de los padres. No es que el Estado te prohíba lo malo sino, en cambio, que te corrija incentivos y agregue oportunidades para que, solitos, padres e hijos elijan opciones socialmente mejores.

Voila. Todos ganan (menos Arcos Dorados, claro)

Atte

Luciano

PD: Nada de esto hubiera sido posible sin el invaluable aporte de mi amigo personal @fgrinberg. SiganloN en twitter, que no los va a defraudar.

lunes, enero 24, 2011

Inflación y poder de mercado

Será por el calor, será la necesidad de vacaciones (porque la semana festiva nunca jamás me alcanza), será que todavía no vi en lapoliticaonline.com esa encuesta que dice que la intención de voto de Cristina está de nuevo en el treinta y poco porciento, será la incertidumbre de la dulce espera o simplemente porque, según dicen, el 24 de enero es el peor día del año para el estado de ánimo . No lo sé. Lo cierto es que arranqué 2011 sintiendo que todo el debate económico en el que estamos inmersos se parece a una película mal doblada de sábado a la tarde en algún canal de aire. 

“Uh, mira lo que están pasando” decís cuando haciendo zapping, te cruzas con los Cazafantasmas, Bettlejuice o la revancha de los nerds. Si bien te entretiene un rato, al poco tiempo te das cuenta que no sólo la visual ochentosa le quita el encanto que tenía hace 30 años, sino que ya la viste tantas veces que hasta te sabés los diálogos. 

Una de esos estados “Cine Shampoo” se me genera cada vez que veo en la blogosfera el siempre presente debate de “la inflación se explica por los mercados concentrados” (cuyo exponente más cercano posiblemente sea Escriba). Mucho se ha escrito sobre la supuesta relación entre la estructura de los mercados y el proceso inflacionario, cuyo mejor corolario es, posiblemente, este ya antológico post del profe Olivera. Sin embargo, porque no aprovechar la parsimonia veraniega para darle una vuelta de tuerca más 

¿Cuál es la relación entre la concentración de mercados y la inflación? 

Una de las primeras lecciones que los economistas recibimos cuando empezamos la carrera es que concentración de mercado no es sinónimo de poder de mercado. Es decir, lo importante no es si son una, dos o doscientas empresas las que venden un producto, sino si la posición de mercado es aprovechada en perjuicio del consumidor (donde "consumidor" no es otra cosa de la manera mainstream de llamar al trabajador!). 

Todo economista se cruza en algún momento de su formación con el modelo de Bertrand, que data de mediados del siglo XIX. El argumento del modelo es bastante simple. Si compiten entre sí, alcanza que haya dos firmas en un mercado para que ninguna de las dos tenga poder de mercado (es decir, pueda cobrar un precio excepcionalmente alto). Es decir, al final del día lo importante es cómo se comportan (si compiten o no compiten) y no cuantas son.

Ahora bien, ¿Cómo afecta la inflación al poder de mercado de las firmas? 

Un fenómeno empírico archiregistrado de todo proceso inflacionario es que a mayor inflación, mayor dispersión de los precios incluso al interior de un mismo mercado. Es decir, cuanta más alta es la inflación, mayor será la diferencia que uno va a encontrar en el precio de un mismo producto en distintos locales (Hay evidencia para Argentina acá, EE.UU acá, para Israel acá entre muchos otros. Quien quiera los papers que chifle). 

Pero ¿Por qué la inflación aumenta la dispersión de precios?

Mariano Tommasi, en un trabajo de 1993 con una mátematica no para cualquiera pero con argumentos bastante intuitivos, propone algunas ideas sobre el vínculo de la inflación y la dispersión de precios (algo parecidas q las que sosteníamos acá). 

Imaginen que deciden salir a comprar un par de zapatillas. En su primera compra, recorrerán cinco, diez locales hasta encontrar el que tenga las zapatillas al mejor precio. Pueden repetir el procedimiento en su segunda compra, pero a medida que se repitan las compras se vuelve cada vez más innecesario: con las compras del pasado uno puede construirse un mapa de los locales para distinguir los baratos de los caros (lo cual le llevó tiempo ergo dinero). 

Ahora bien, si en algún momento el local más barato decide subir sus precios, el consumidor podrá castigarlo simplemente comprando en otro local, lo cual a priori lo desincentivaría a subir el precio. Es decir, cuanto mayor sea la información que maneje el consumidor, menor el poder de mercado del vendedor (en el límite el consumidor tiene toda la información disponible y estamos en caso de “competencia perfecta” de manual).

Ahora bien, el problema es que a mayor inflación, mayor la frecuencia con la que los locales ajustan sus precios con lo cual la información que haya acumulado el consumidor tenderá a depreciarse más rápido. Como no conviene acumular un stock que se deprecia rápido, el consumidor tiene menos incentivos a estoquear información de precios de otros locales, lo cual otorga una ventaja al vendedor: podrá subir su precio sin miedo de perder su cliente, para quien salir a buscar información es ahora más costoso acumular información. A rio revuelto, ganancia de pesador.

Si esto efectivamente es así, cuanto mayor sea la inflación, mayor será el precio que puede poner un local sin temor a que el consumidor lo abandone, es decir: la inflación otorga poder de mercado al vendedor, que podrá cobrar un precio más alto que en un entorno, más competitivo en el que el consumidor pudiera elegir mejor o, lo que es lo mismo, los salarios reales serán más bajos que sin inflación.

Como distintos vendedores, en función de las características del mercado, podrán hacer un uso diferencial de este beneficio cobrando distintos márgenes, el corolario natural será que, justamente, mayor inflación se transformará en mayor dispersión de los precios. Es decir, más inflación, mayor poder de mercado, mayor dispersión de precios. Voila!

Conclusión: En un mundo donde los consumidores tienen información imperfecta, la inflación induce comportamientos no competitivos de los vendedores. La causalidad va para el otro lado. No serían los mercados concentrados los que inducen la inflación sino que, en cambio, es la inflación la que otorga poder de mercado.

Atte

Ele

lunes, septiembre 21, 2009

La Cuñada

[Disclaimer: Post largo… larguísimo. Creemos que el tema lo justifica]
Empieza una nueva semana y vamos a meternos en temas que por lo general nos son ajenos. Para ello, recurrimos a nuestros apuntes de organización industrial y le pegamos una hojeada a la tan mentada Ley de Servicios Audiovisuales para dar nuestra opinión.

El mercado de servicios audiovisuales es por sus propias características de tipo geográfico. Es decir, que si tenemos en cuenta que para operar en un determinado lugar necesito llevar la red hasta allí, es claro que el ámbito en el cuál este se desarrolla queda delimitado justamente por el alcance físico de la red. Esto, a su vez, es fundamental para entender las implicancias y fundamentos de la nueva Ley.

De modo simplificadisimo, el conjunto del mercado audiovisual puede reducirse en el esquemita que mostramos a continuación:

Podemos distinguir de allí (al menos) tres etapas/instancias/niveles distintos: La primera, es la producción de contenidos/programas/canales para TV (por aire o cable). La segunda refiere a la provisión de servicios de TV por cable (aquí están las empresas que llevan el cablecito a tu casa). Y por supuesto, la última instancia, es el supremo consumidor.

En una estructura desconcentrada las firmas de la primera etapa compiten entre si por lugares en las grillas de transmisión que ofrecen las empresas que operan en la segunda etapa. Las firmas que operan en esta segunda etapa, competirán por alcanzar la mayor cantidad de abonados. En conjunto, se presume que la estructura competitiva reduce costos, mejora la calidad y maximiza el bienestar social.
La vieja Ley deja amplio margen para que diferentes prácticas anti-competitivas proliferen en detrimento de los consumidores, productores de contenidos (posiblemente nacionales), proveedores de servicios “pequeños”, etc. Veamos como pueden analizarse los efectos de la concentración en cada una de las etapas del mercado audiovisual:
Efectos Horizontales


Lo primero que notar es que la concentración implica efectos horizontales: cuando dos firmas que compiten en una misma etapa del mercado se fusionan, se reduce de forma inmediata el nivel de competencia. Si bien esto puede ocurrir tanto en la etapa 1 como la 2, centrémonos en el ejemplo que sigue (etapa 2):

Es el caso prototípico bajo análisis en la fusión Cablevisión-Multicanal (CV-MC). Ambas firmas compiten en el mismo espacio geográfico por un número determinado de consumidores: la fusión implica per se una reducción en la competencia de provisión de servicios. Vale mencionar que, sí la fusión se diese en la etapa 1 (entre productores de contenidos) lo que se estaría discutiendo es la distribución de la renta entre esta etapa y la siguiente, en tanto que en el ejemplo anterior, la fusión puede implicar mayores precios al consumidor (etapa 3).

Efectos por Extensión de Mercado


También puede pasar que las firmas que se fusionan operen en territorios geográficos distintos, y por lo tanto su fusión no implica, para cada mercado en particular, un menor nivel de competencia. Como ejemplo, puede mencionarse que existen 141 localidades donde sólo operaba o CV o MC, pero no ambas.

Este tipo de concentración (de tipo conglomerado) no parece suponer (ex ante) grandes costos para los consumidores, pero sí puede producir algún tipo problema en la distribución de la renta entre las primeras etapas del mercado. Esto es así, porque al crecer el alcance territorial de una sola firma que provee servicios a los consumidores, ésta asume una posición dominante y puede imponer cláusulas abusivas sobre los creadores de contenidos de la etapa 1 (menores precios por sus productos) al costo de dejarlos fuera de su grilla y por lo tanto, fuera del mercado.

Efectos por Integración Vertical


Finalmente, la integración entre firmas puede darse en sentido vertical, es decir, entre la etapa 1 y la etapa 2. En este caso, una sola firma produce el contenido que va en su grilla y al mismo tiempo lleva el servicio al domicilio del consumidor:

Parece evidente que una empresa integrada verticalmente también puede asumir una posición dominante y como tal introducir prácticas anti-competitivas, tanto en la etapa 1 como 2 del mercado.

Efectos de la Concentración del Mercado


Llegamos entonces al quid de la cuestión. Como vimos, cada una de las diferentes formas de integración puede generar prácticas anticompetitivas de diversa índole y con diferentes perjudicados. Pero en conjunto, todas y cada una de estas prácticas pueden verse potenciadas si existe alguna firma que se integra en todos los sentidos antes mencionados:

Claramente la nueva firma incrementa sus lazos por fuera del mercado aumentando de modo sensible las operaciones dentro de la propia firma. A esta empresa llamaremos “conglomerado” de ahora en más.

Una estructura de este tipo puede afectar a la firma 2 que provee contenidos, ya que estará amenazada con quedar fuera de la grilla (y probablemente del mercado) si no acepta las condiciones que impone el conglomerado. Esto será más grave cuanto más expuesta al mercado doméstico este la firma 2. Parece trivial, pero las condiciones que pueda imponer el conglomerado a, por ejemplo, HBO serán distintas que a un canal de alcance nacional.

Al mismo tiempo, el conglomerado puede excluir sus contenidos de la firma D (que compite directamente con él en la provisión de servicios) o imponer altos costos en la firma E que opera en otra región geográfica. Evidentemente, este poder será función del tamaño geográfico del conglomerado, el tipo de contenidos que este produzca y la calidad de la red de la cuál dispone.

Finalmente, al asumir tal poder de mercado, el nuevo conglomerado puede llegar a actuar como monopolio, incrementando los precios a los consumidores, reduciendo los canales de la grilla, etc, etc, pero maximizando su beneficio.


Por caso, el grupo CV-MC llegaría a ofrecer sus servicios al 50% de los consumidores de TV por cable con Artear (Canal 13, TN, Volver, Metro y Magazine) y TyC Sports como sus principales productoras de contenidos.

En conjunto, la vieja Ley presentaba una regulación débil en relación a la formación de conglomerados audiovisuales, con mucho espacio para prácticas abusivas de diversa índole. De acuerdo a lo anunciado por el Gobierno, la nueva Ley busca dar macro a la actividad, con el objetivo explícito de reducir la concentración de las firmas en las diferentas etapas del mercado, incrementar la competencia y por lo tanto, democratizar la estructura de medios del país.

Específicamente, respecto del punto de la integración vertical la nueva Ley establece en su Art. 38 que se pueden tener hasta 10 licencias de servicios de comunicación audiovisual y sólo una señal de contenido de cable propio. Respecto de la integración horizontal en la etapa 1, la Ley establece que se puede tener sólo una señal aire y esto excluye la posibilidad de tener canales de cable. En lo que hace a la integración horizontal o de extensión de mercado de la etapa 2, se determina que un operador de cable puede emitir en un máximo de 24 localidades o con una cobertura máxima del 35% total nacional.

De lo anterior se deduce lo obvio: esta Ley le pega un mazaso patrimonial al Grupo Clarín. Este, deberá optar en el plazo de un año en que etapa del mercado prefiere concentrar sus negocios y desguazar el resto de sus activos.

¿Quieren saber mi opinión? Pues bien, sin ser un experto ni mucho menos en este mercado, esta Ley me parece excelente (aunque perfectible). Lo que pude leer al respecto, muestra que no es para nada claro ni evidente que exista algo así como una función de costos subaditiva (ganancias de eficiencia, menores costos medios) que justifique algo parecido a un monopolio natural que avale la necesidad de integrar horizontal y geográficamente el servicio de provisión de TV por cable. Más aún, la poca evidencia internacional parece avalar la idea que mayor competencia en la provisión de servicios de TV por cable induce menores precios para los consumidores.


Así, quién estas líneas escribe, deja constancia de su apoyo a la nueva Ley de Servicios Audiovisuales propuesta por el ejecutivo, más aún, cuando se introdujeron cambios en los temas nos molestaban.

Saludos y buena semana

Genérico.

PD: Sobre el otro argumento tirado por ahí, el de la falta de previsibilidad en las reglas de juego, poco podemos decir. Es claro que la nueva Ley es un cambio fundamental en estas últimas. Pero también es evidente que cualquier reforma en la vieja Ley de la dictadura implicaría esto último. De allí, que el argumento, a nuestro entender, no pasa de trivial.

PD1: ¿el título?





martes, noviembre 11, 2008

Keynes esta vivo, me lo dijo un amigo....

Sábado 11 de la noche. Cervezas apiladas sobre la mesa y una pizza a medio comer. Un abogado, un estudiante de economía, un ingeniero y quien escribe. “¿Qué me decis, Ele? ¡¡Vuelve el Keynesianismo, eh, eh, eh!!” me dice emocionado uno de ellos (dejo en el lector adivinar cual fue). Inhalo, mastico, Exhalo, dejo el culito de la pizza en la caja, inhalo, apuro el Chopp y arranco:

“¿De qué hablas? ¿No te enseñé no es saludable creer todo lo que dice Cristina o Boudu? Dejalo a Keynes tranquilo que nadie le dio vela en este entierro. Keynes no era Marxista ni un planificador central. Hasta Keynes el rol del hacedor de política “macro-económica“ era mantener la paridad cambiaria del patrón oro, bajo la lógica de que existían mecanismos macro automáticos que evitaban largos periodos de recesión, que habían funcionado bastante bien durante el siglo XIX. En plena crisis del 30 Keynes inventa la “Macroeconomía” con su prédica anti-convertibilidad con la idea de que el estado debe regular el ciclo económico con políticas anti cíclicas, porque el mercado sólo lo hace lenta y dolorosamente.

Esa lógica está hoy más viva que nunca, aun a pesar sacudón que la Critica de Lucas le dio a los grandes modelos de la década del 60. No hay un Banco Central en el mundo (incluido el nuestro, aunque no lo creas), que hoy no tenga un modelito basado en los “sticky prices” keynesianos ¿O que te crees que hace la Fed cuando sube o baja su tasa?

La crítica “microeconómica” a los mercados llegó desde el mismo Mainstream. Hoy no hay nada más neoclásico que el estudio de las “Fallas de mercado”. Te vas a la universidad más ortodoxa de Estados Unidos y a la cuarta clase de Micro I ya estás viendo lo que es un monopolio, los que son las externalidades, los bienes públicos, el Moral Hazard, la selección adversa, las economías de escala, etc. No hay un neoclásico serio que afirme hoy que los mercados ajustan solos. Quien diga que el mainstream afima eso sencillamente está atacando un muñeco de paja.

La ola de Reagan y Thatcher de los 70 no fue una defensa a la capacidad auto regulatoria de los mercados sino, en cambio, un ataque a la capacidad del estado de corregir estas fallas. ¿Me explico? No dicen que el mercado lo haga bien, nadie lo dice hoy. Si dicen, en cambio, que el Estado lo hace peor. Las “fallas de Estado” pueden ser tanto o más graves que las fallas de mercado. La metodología consistió básicamente en abrir la caja negra del proceso de decisiones dentro del estado. Si antes se lo consideraba un Estado “benevolente” que maximiza el beneficio social, ahora se estudia los problemas de conflicto de intereses entre gobernantes y gobernados, problemas de “rent-seeking” del sector privado que desvía esfuerzos y recursos hacia la captura de favores del gobierno, etc.

Lo que vemos en el mundo no es una revolución de las ideas de gestión “macroeconómicas” keynesianas, Keynes no tiene nada que ver en todo esto, sino, en cambio, su contraparte micro. El estado falla, los mercados también, pero aquel puede hacerlo mejor.

En particular, lo que estamos viendo es una crítica a la eficiencia de los mercados…financieros. Si dejamos que los mercados financieros funcionen libremente, asumen un riesgo sistémico indeseablemente alto. Sobre ellos es donde recaerá el peso de la regulación.

A diferencia de lo que pasa en nuestro país en el que la memoria se limita a una década, el mundo aprende del pasado. El mundo no despertó una mañana pensando que tal vez el gobierno sea mejor que Techint fabricando tubos de acero sin costura. No volveremos, y para decepción de los sueños más húmedos de nuestra presidente, al mundo “planificador” de los 50s, 60s o 70s con regulaciones generalizadas, grandes empresas públicas, controles de precios, economías cerradas, controles generalizados a las cuentas capital, mercados laborales “no flexibilizados”, represión financiera, etc. El mundo de noviembre 2008 es tan “ortodoxo” como lo era el de 2007, aunque con algunas consideraciones sobre la virtud de los mercados financieros liberalizados.

En Argentina, en tanto, desde donde salen discursos que intentan hacer creer que somos la vanguardia de un proceso que ahora se estaría iniciando (amen de dar profunda vergüenza ajena y propia), aun no hemos aprendido las lecciones más elementales de keynesianismo de la década del 30. Somos el estereotipo de un país “antikeynesiano” que empuja su economía mientras el ciclo asciende y le pone el freno de mano cuando comienzan las señales recesivas.”

Exhalo, levanto el chopp, Inhalo, bebo un sorbo, giro la silla a la derecha apuntando al ingeniero y emocionado le pregunto “¿Qué me decís, Pepe? ¡¡¿Se viene un nuevo Windows? , eh, eh, eh!!”…

martes, abril 22, 2008

¡Chancho limpio nunca engordaaaaaa!

Por Elemaco:

¡¡¡Paaaaaaaaareeen las rotativas!!! ¿Subsidio al transporte de granos para el NOA y NEA? ¡No, muchachos! ¡No! No entendimos nada.

Mejor empiezo por el principio.

La industria porcina viene creciendo, como se dice en la jerga técnica económica, como loco. El chancho es, desde la década del 80, la carne más comida en el mundo. Hoy, el consumo de carne chanchuna es un 50% más alto que el de polluna y 75% superior a la vacuna. Su comercio internacional alcanza los U$D 20.000 millones.


Una tonelada de chancho cuesta alrededor de U$D 2.000, las tres toneladas de maíz (insumo principal por afano) necesarias para producir una de chancho cuestan, a precion internacional, U$D 750. El chancho chorrea valor agregado desde todos sus poros, y de alli, según me comentaron algunos técnicos, la particularidad de su olor.

Usted pensará "Obviamente la Argentina tiene un potencial infinito para copar este mercado. Alimento barato (maíz, soja, etc), buen clima, mucha agua, mano de obra calificada" y no se equivocará. Sin embargo, la realidad se empeña en hacer lo que quiere y no lo que debe. Vea, si no me cree, el siguiente gráfico.

La industria porcina argentina, entre 1979 y 2007 exportó un acumulado de CERO toneladas de cerdo. ¡Cero! En 2008, hito histórico después de 29 años, exportamos 27 toneladas! 27.000 kilos (aunque importamos 27.000 toneladas)

Brasil, en tanto, pasó de prácticamente cero en 1991 a 770.000 Toneladas en 2007. Hoy es el 4to exportador mundial después de Estados Unidos, Unión Europea y Canadá, con una tajada del 15% del total (¡Si! El 1er mundo exporta alimentos). En valor es algo mas de U$D 1.500 millones. Para poner mas en perspectiva diré que es equivalente a todas las exportaciones del complejo siderúrgico argentino, un 50% superior a las de todo nuestro complejo forestal, dos veces y media el vitivinícola y la mitad de las exportaciones del complejo ensamblador automotriz compensado.

¿No se deprimió al ver como os mais grandes du mundu nos pasan el trapo? ¡Si el siguiente gráfico no lo shockea, entonces usted no tiene corazón!



La poco schumpeteriana industria porcina argentina sirve como doble ejemplo de cómo el mercado funcionando solo no llega a un equilibrio socialmente óptimo y, por otro lado, de como el gobierno puede, al intervinir, empeorar las cosas.

En el mundo sigue una tendencia muy marcada hacia, por un lado, la intensificación de su producción y por otro la relocalización hacia regiones marginales, donde la competencia con la agricultura es menor. En Estados Unidos, por ejemplo, donde se (sobre)estima que la industria porcina genera medio millón de empleos, la producción pasó del tradicional cinturón maicero a los estados del este. En Brasil, el 20% del Stock porcino y mas del 60% del crecimiento de los últimos 4 años se explican por Santa Catarina, un estado que produce sólo el 4,5% de la producción brasilera de maíz y soja.


Pero el ejemplo para entender la metida de pata del gobierno con su subsidio al transporte es Canadá. Hasta 1995, Canadá pagaba un subsidio al transporte de granos a los productores de regiones alejadas de los puertos, en particular en Manitoba y Saskatchewan, estados del centro de Canadá alejados de los núcleos productivos del este y oeste.

En 1995, y luego de debatirse en el “Canadian Pork Council”, deciden eliminar el subsidio, adelantando en cash al productor el equivalente a dos años para incentivar su transformación. El impacto en la producción agregada de chanchos en Canadá, explicada casi exclusivamente por Manitoba y el estado impronunciable, puede verse en el siguiente gráfico.

El mecanismo que explica el fenómeno es bastante simple (y lo explicaba el abuelo acá). La distancia al puerto actúa como una protección “natural” para la industria porcina. El maíz es mas barato en el NOA que en Zona Núcleo, así como el precio de la tierra. Pagar un subsidio al transporte de granos, además de aumentar la demanda de camiones amigotes y drenar escasísimos recursos fiscales, crea una ilusión innecesaria. Es hacerle creer al tipo que produce en el NOA que es igual al de Pergamino, pero la cruel y triste realidad es que, por definición, el NOA es el NOA y Pergamino es Pergamino.

Así, el subsidio que anunciaron el viernes no solo no “crea valor”, sino que destruye los incentivos para crearlo. Cada uno de los pesos que se va a (mal)gastar en corregir la meresunda de las retenciones podría destinarse, en cambio, a corregir las fallas de mercado de esta (u otra) industria incentivando no solo la agregación de valor, sino la incorporación tecnológica , el desarrollo regional, la diversificación productiva, la creación de empleo, and so on and so on.

¡No queda otra¡ Si queremos desarrollarnos hay que mancharse, como las publicidades de Blanco Ala. Meterse en el barro. Hay que ir a lo micro, ver un sector, encontrar la falla de los privados, corregirla y pasar al siguiente. Con muchos pequeños aciertos avanzamos y, sino, estamos fritos. Con tipo de cambio alto solo no alcanza, muchachos. La macro es necesaria pero no suficiente, pero es cierto, ¡Al menos no mancha!