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jueves, marzo 03, 2011

Nada que decir

El tema es así. Lucho se fue de vacaciones hace ya casi una semana. Cuando se fue, me dijo: “cuídame el blog, mantenelo vivo”. Por supuesto, como buen argento, mi respuesta fue: “anda tranquilo amigo, yo me ocupo”.

Paso el tiempo, y la verdad, no escribí nada. ¿Porqué?. Motivos personales de diversa índole, trabajo también, pero más fundamentalmente, por que no se me ocurre sobre que escribir en estas semanas de marzo.

Creo que necesito un ghost writer, o al menos, algún amigo del blog que escriba un post así yo lo subo y esto no se cae a pedazos. Pero no, no lo tengo. O al menos, no por ahora (si alguien quiere aportar, me escribe acá y ya).

A falta de todo lo anterior y de inspiración, voy a robar ideas tomadas de un amigo para quién los blogs son una bosta, demasiado superficiales y carentes de sentido. Charlabamos, cerveza de por medio, sobre lo molesto, cansador e incorrecto que es el informe de TN sobre el precio del tomate y la respuesta de 678 sobre el precio del rabanito.

Hablábamos, claro esta, del temita de la inflación. Y más específicamente, del tema de los márgenes que aquí trato el amigo Elemaco. Existe una idea por allí dando vueltas, que si las empresas ganan “mucho”, esto genera aumento de precios. Y como evidencia, se suele estudiar la tasa de ganancia de tal o cual sector. El problema con este tipo de “evidencia” es que pierde por completo el punto que se quiere hacer cuando se menciona a la puja distributiva como mecanismo propagador de los impulso inflacionarios.

Dicho en pocas palabras: para que haya inflación por puja, lo que tiene que existir es una inconsistencia ex-ante entre las aspiraciones de ingreso de los diferentes sectores sociales. Es decir, que el supermercado gane mucho o poco ex-post, no tiene relación alguna con la dinámica de la inflación.

O de otro modo; lo que genera inflación es que muchos actores quieran mejorar su posición relativa de modo recurrente induciendo aumento en los diferentes precios sobre lo que ellos influyen y no el resultado de esa pelea.

Es decir, el super aumenta sus precios. Esto baja los salarios reales. Los trabajadores fuerzan subas de salarios para compensar esa caída. Esto sube los costos y reduce la ganancia del super. El super aumenta los precios… (puede empezar la ronda donde más le guste)

Es por eso, que el nivel de margen poco nos dice sobre la relación entre puja distributiva y su correlato en los precios.


Si ya sé. No dije nada nuevo. Pero al menos, mantenemos el ritmo.

Saludos.

Genérico

lunes, febrero 07, 2011

Puja distributiva, inflación y dinero - monetaructuralistas vs estructunetaristas

Deben ser contadas con los dedos de la mano las veces que uno se cruza con algún artículo o paper que le abre la cabeza. Tuve la suerte de, casi por casualidad, encontrarme con uno de ellos hace unos pocos días. El autor del texto se llama Robert Rowthorn, un reconocido economista post-keynesiano, que presenta en este paper de manera elegante y con una matemática relativamente sencilla, un modelo que interrelaciona las tres variables que titulan este post.

Este texto me da, además, pie para continuar el debate que mantenemos desde hace un tiempo con algunos bloggers amigos, entre ellos Escriba (ver aquí), que se empeñan en empaquetar las explicaciones inflacionarias en dos visiones antagónicas y excluyentes: (1) Están quienes creen que la inflación es un fenómeno exclusivamente político, en el que la concentración y el poder de mercado convergen hacia una puja distributiva inflacionaria y (2) están, en la esquina opuesta, quienes creen que es estrictamente un problema de naturaleza monetaria. ¡Y eso es todo amigos!

Sin embargo, Rowthorn construye una explicación (poco ortodoxa) que logra interrelacionar las visiones antagónicas en una única más general en la que ambas son una parte de la misma explicación (como decíamos aquí hace un tiempo).

¿Cómo se interrelaciona la moneda y la puja distributiva para explicar el fenómeno inflacionario?

Comencemos por la puja distributiva, es decir, el reparto de las rentas entre las partes de una negociación. La puja, a priori, requiere que en la economía existan no sólo tomadores sino también formadores de precios, una de las paradojas más conocidas de los modelos de competencia perfecta. Rowthorn se centra en la más conocida de estas pujas distributivas, la puja salarios-precios.

El proceso inflacionario se produce cuando el formador de precios, disconforme con el resultado de la negociación salarial, busca descargar sobre sus compradores el diferencial que separa lo que quiere ganar de lo que acordó ganar en la negociación salarial. La inflación es el resultado de la agregación de cada aumento individual descentralizado, que a su vez deteriora el salario real y da lugar a una nueva ronda de negociaciones salariales.

Esquemáticamente, entonces, tenemos algo así.
Desmenucemos en diferentes partes la dinámica de este proceso de puja distributiva:

Complejidad: Noten que suele simplificarse el análisis al concentrarse en la negociación entre los trabajadores y los empresarios. Un análisis menos simplificado incluiría la nueva ronda de negociaciones entre los empresarios y sus clientes (otras empresas o el Estado a quienes provee de insumos o bienes de capital, algún extranjero a quien le exporta o los consumidores) que tendrá características muy similares a la descripta previamente.

Es decir, la puja distributiva no es una negociación bilateral sino una serie de cadenas de negociaciones que recién cuando se agregan y se cierra sobre si misma se transforma en un proceso inflacionario. Dicho de otra manera, el trabajador, cuando ve caer su salario real por una inflación más alta de la esperada, no perdió contra el empresario con el que negoció el salario, sino contra “la macro”.

Inercia: La inflación se retroalimenta a si misma a partir de su influencia en la negociación del próximo periodo. ¿Motivos? (i) como mostraba Rollo acá, una vez que comenzó el proceso inflacionario alcanza con que las partes busquen de manera escalonada en el tiempo volver a la situación inicial para que la inflación se acelere, (ii) si la inflación pasada contribuye a formar las expectativas de inflación futura, entonces entra en la negociación salarial, donde se busca establecer el salario real para todo un periodo y no sólo para el momento inicial, (iii) para niveles bajos, la inflación es una variable prácticamente irrelevante en la negociación. Sin embargo, hay un punto de quiebre estructural (como mostraba Rollo que mostraba Krugman acá) a partir del cual pegarle a la inflación futura es lo más importante del contrato, momento en el cual se vuelve inercial, (iv) la inflación depende de la cantidad de rondas de negociación que se den en un año, acelerándose endógenamente si es la propia inflación la que acorta el plazo de la negociación promedio

Poder de mercado:
¡
El elegido de todos! Cómo decía acá hace unos días (y acá en Clarin) este proceso se autopropaga porque la inflación también genera poder de mercado al depreciar el stock de información. Además, la intensidad del proceso inflacionario dependerá de la capacidad promedio de los eslabones de pasar los mayores costos al siguiente eslabón. Si por cada 1% que aumentan sus costos (entre ellos los salariales) el empresario tiene capacidad de trasladar al eslabón siguiente más de un 1%* entonces el poder de mercado acelera el proceso inflacionario y lo desacelera en caso contrario.

Aunque sin duda es un factor que aporta, medir la intensidad de este mecanismo es un fenómeno empírico que, como decía acá, creo que para valores de elasticidad razonables está lejos de poder explicar aceleraciones de la inflación como los actuales.

Entonces, asumamos y aceptemos la pata “estructuralista” que nos explica porque la dinámica del conflicto en base a complejidad + inercia + poder de mercado puede inducir procesos inflacionarios autopropagados. Ahora bien, nos falta determinar que rol juega la moneda/dinero en esta historia para cerrar la explicación que nos propusimos.

Sabemos, y creo que no vale la pena entrar en detalle en este post, que existen múltiples canales a través de los cuales la política macroeconómica (y entre ellas la monetaria) pueden afectar la demanda agregada** de la economía. De manera simplificada, utilizando el gasto público o influyendo sobre la cantidad de dinero o las tasas de interés o el tipo de cambio, entre otras, el gobierno puede lograr que, dado un nivel de los precios, los compradores estén dispuestos a comprar un poco más o un poco menos.
Ahora bien, si el gobierno tiene capacidad de afectar con sus decisiones de política a la demanda agregada hay un paso adicional que está faltando para cerrar el círculo ¿Cómo afecta el nivel de demanda agregada a las “aspiraciones” de los formadores de precios en el proceso de puja distributiva?

La relación es bastante simple. A mayor demanda agregada mayor la probabilidad de que el formador de precios no se enfrente con un “no te compro” como respuesta a su intento de trasladar el incremento de costos hacia adelante. Es decir, el nivel de demanda convalida los intentos de puja de los formadores de precios. De esta manera, el gobierno puede, desde con su política macroeconómica, influir los incentivos de los formadores de precios a iniciar una ronda adicional de puja distributiva.

Es decir, la puja distributiva no es otra cosa que el canal a través de la cual la política macroeconómica se refleja en un mayor nivel de precio.

En conclusión, a partir del paper de Rowhorn, podemos construir una combinación estructuralistas y monetaristas que puede describirse esquemáticamente de la siguiente manera:

¡Habemus síntesis monetaructuralistas/estructunetaristas!

¡Eureka!

(Preparando el autopase ¿Cuáles son las recomendaciones de políticas que se desprenden de la visión monetaructuralista del mundo? Las dejamos para el próximo post).

Atte

Ele

(*) En realidad es 1% por la participación del insumo en los costos totales.
(**) El lector atento habrá notado que, como un caso general, todo el proceso de puja distributiva puede ser fácilmente incorporado en la determinación de la oferta agregada.

lunes, junio 14, 2010

Inflación heterodoxa - Buscando el cisne negro.

En el que fuera el post más comentado y visitado de los casi cuatro años de historia de ESC, Genérico expuso los principales lineamientos de la hipótesis de la gente de “inflación heterodoxa”.

Entre los diversos corolarios que pueden extraerse de la propuesta, una especialmente interesante es que, si efectivamente la dinámica inflacionaria puede explicarse por la combinación de inflación importada con un proceso de puja distributiva, entonces tal vez no sea tan grave. En definitiva, lo que tendríamos es un fenómeno exógeno y no manejable como la importación de inflación y otro hasta socialmente defendible, como es la lucha de los menos favorecidos por mejorar su posición relativa en la sociedad.

Sin embargo, esta hipótesis tiene, a mi entender, dos debilidades casi fatales. La primera de ellas ya fue mencionada en los comentarios. Está parecer ser una hipótesis completamente ad-hoc que, aún si se ajustara al periodo que busca explicar, falla el encontrarle una explicación a los diferentes niveles inflacionarios en países distintos o en el mismo país en distintos momentos del tiempo.

En segundo lugar, la hipótesis tiene, creo, un hueco importante en su argumentación. No alcanza con que haya puja distributiva para propagar un proceso de suba de precios. Para ser inflacionaria, la puja debe ser inestable, esto es, debe cambiar cíclicamente el sector o grupo social que toma la delantera. Si, por ejemplo, sólo tuviéramos presión sindical por la suba de salarios, lo que observaríamos sería un salto de nivel en los salarios reales. La inflación se produce, en cambio, cuando tras haber conseguido uno de los contendientes una mejora, la contraparte recupera terreno para volver a foja cero (en este caso los empresarios subiendo los precios).

Permítanme darles un ejemplo de lo que estoy hablando.

Brasil experimentó, desde que asumiera Lula hace ocho años, el proceso más intenso de mejora distributiva y combate a la pobreza desu historia reciente. El Gini de Brasil cae desde 0.59 a 0.54, en una mejora incluso más fuerte a la de Argentina desde el peor momento de la crisis en 2002 hasta 2007. La pobreza e indigencia, por su parte, caen 12% y 8% respectivamente.

Gran parte de estas mejoras surgen de la redistribución primaria del ingreso, esto es, de aquella que se origina en el mercado de trabajo. el salario real crece 30% durante el periodo de Lula (tras una caída del 18% durante los cuatro de años de crisis) y el desempleo toca los mínimos de los últimos 15 años.

El entorno en Brasil, entonces, era propicio para el desarrollo de un proceso de puja inflacionaria, montada sobre la misma inflación importada que habría afectado a Argentina. Sin embargo, durante todo el periodo de Lula, la inflación promedio fue de 6.5% por año (y de 5.3% si excluimos 2003), en un país con una historia inflacionaria equivalente a la argentina (y su última hiperinflación en 1994).

Entonces, con tan sólo cinco gráficos tenemos todos los elementos para plantear el interrogante ¿Por qué en Brasil no se vivió un proceso inflacionario como en Argentina, impulsado por la puja distributiva?

Tengo dos hipótesis al respecto, no necesariamente excluyentes.

La primera de ellas, que no es incompatible con la hipótesis de “inflación heterodoxa”, es que Lula canalizó tempranamente las demandas distributivas a través de la redistribución secundaria del ingreso, esto es, la que surge de la política fiscal. A pocos meses de asumir Lula pone en marcha, en el marco de los programas de “Hambre cero”, el Plan “Bolsa Familia” de transferencias directas a más de 47 millones de beneficiarios.

Ésta ampliación de la cobertura del Estado de Bienestar permitirían explicar no sólo el equilibrio en la puja distributiva, sino gran parte del fenómeno Lula, que tras ocho años de gobierno abandonará en enero el cargo con más de 80% de aceptación.

La segunda explicación, en cambio, es menos “heterodoxa” y, revisando el archivo, veo que ya escribí sobre ella acá.

La puja distributiva requiere una convalidación de la macroeconomía para convertirse en inflación. la inflación por puja distributiva es inflación de demanda y viceversa. Esto es, sin una política macroeconómica que acompañe las sucesivas etapas de la puja, las mejoras distributivas no tienen porque convertirse en inflación.

Esto es, justamente, lo que se observa en Brasil, país que combinó una micro relativamente heterodoxa (diversos planes de desarrollo, creciente rol del BNDES, controles de capitales, subas en el salario mínimo, regulación pro-Petrobras de la explotación petrolera, entro otras) con una macro “prudente” (diría “ortodoxa” pero no le veo lo ortodoxo a hacer política anticíclica).

Aunque la gestión macro no está exenta de sus bemoles (en particular de cara a 2011) en términos generales combinó (i) una exitosa implementación de targets de inflación, que implicó, durante largos periodos, fuertes subas a las tasas de interés de referencia (ii) política fiscal prudente y persistentemente superavitaria, sin recurrir al consumo de stocks (o acá), incluso tras los impulsos fiscales de 2009 (iii) acumulación precautoria de reservas que ascienden hoy a U$D 250 mil millones, entre otras particularidades de la macro que no describo aquí por falta de espacio y tiempo.

Así, Brasil acumula en las ultimas dos decadas un crecimiento exactamente igual al argentinoi (75%), con una volatilidad sensiblemente inferior y, sobre todo, con estabilidad nominal y sin la acumulacion de presiones inflacionarias que vemos en nuestro país. Creo, personalmente, que el caso de Brasil, como el de otros países de la región, son un contraejemplo sólido a la hipótesis de “inflación heterodoxa”. Tenemos, bien cerca, el caso de un país que ha logrado (como Chile, Uruguay o Bolivia) combinar el mandato distribucionista de un gobierno progresista con una gestión prudente de la macro y buenos resultados en términos económicos.

Esta combinación parecería también traer sus réditos en términos políticos. A diferencia de Alan Garcia (que no logró transferir el “milagro peruano” a mejoras de los indicadores sociales), Chavez o los Kirchner (que cometieron groseros errores en la gestión de la macroeconomía) todos los casos exitosos se convirtieron en caudales de votos y popularidad.

Con todo lo dicho, una pregunta no respondida queda pendiente ¿Cómo hacemos en Argentina para combinar nuestras (por suerte) elevadas expectativas en términos sociales con una gestión macroeconómica racional?

Sin más, saluda atte.

Luciano (aka. Elemaco)

*Es anticlimático elogiar a Brasil en mitad del mundial, pero bueh, el show debe continuar.