(va una columna publicada en la sección de debate de Página 12)
Finalmente,
tras un debate de pocas semanas, el gobierno logró darse una nueva Carta
Orgánica del Banco Central. Combinando mayor flexibilidad en la determinación
de las reservas “optimas”, limites más laxos al financiamiento al tesoro y
mayor libertad en la determinación de los encajes o las tasas de interés, la
nueva Carta Orgánica otorga mayor discrecionalidad a la política monetaria,
relajando los límites autoimpuestos para combatir los desequilibrios monetarios
y la inflación crónica de fines de la década del ochenta.
En abstracto, uno podría concluir que la
mayor discrecionalidad monetaria no es una mala noticia. Es generalizadamente
aceptado por la disciplina económica que la política monetaria es una herramienta
potente para estabilizar los ciclos económicos. Lejos se está hoy, incluso en
el mainstream económico, de aquella
otrora popular idea según la cual el dinero sería macroeconómicamente
“neutral”, es decir, sin consecuencias permanentes sobre el nivel de actividad.
No hace falta irse muy atrás en el
tiempo para ver las implicancias prácticas. Desde hace casi un lustro, los
Bancos Centrales del mundo desarrollado han implementado un variado abanico de
políticas monetarias inéditamente expansivas para hacer frente a la crisis
sistémica reciente. Asimismo, la historia macroeconómica de la Argentina de la
convertibilidad es un ejemplo cercano de los riesgos de una política monetaria
y cambiaria pasiva y rígida. Así, la mayor discrecionalidad que se otorga el
gobierno con la nueva Carta Orgánica le permitiría contar con mayor poder de
fuego para expandir el dinero en las malas y contenerlo en las buenas.
Sin embargo, la reforma de la Carta Orgánica no sucede
en abstracto sino en un marco macroeconómico particular. El debate vuelve en un contexto en el cual la política
monetaria, lejos de su rol estabilizador, ha avanzado lenta pero
persistentemente hacia su consolidación como un apéndice de la política fiscal.
La reforma no implica un punto de inflexión en el vínculo monetario y fiscal
sino que convalida y refuerza prácticas recientes.
En este sentido, la gestión de la
política monetaria y cambiaria de los últimos años ha convertido al Banco
Central en el prestamista de última instancia de gobierno de dos maneras. Primero,
en dólares, a través de la transferencia de reservas para el pago de
vencimientos de deuda por unos USD 25 mil millones (o 10 años de financiamiento
de la Asignación Universal por Hijo). Segundo,
en pesos, a través de adelantos transitorios (que, al ser refinanciados
anualmente, se transforman en permanentes) y del giro de las utilidades contables
del Banco Central (resultado de la depreciación que eleva el valor en pesos de
las reservas y demás títulos públicos dolarizados en el activo del banco).
Así, la deuda del Tesoro representa hoy un 45% de los activos del Banco
Central, cifra que se ubicaba en tan sólo un 7% a comienzos de 2003.
Asimismo, de manera indirecta aunque no menos
relevante, la combinación del sesgo inflacionario de la política monetaria con
la subestimación de la inflación del INDEC no sólo permitió licuar las
obligaciones en pesos indexados del gobierno sino que favoreció la colocación
de nueva deuda a tasas reales negativas (por ejemplo, en el fondo de garantía
previsional).
Entonces
¿Qué nos promete esta nueva Carta Orgánica? ¿Un
Banco Central que aproveche su mayor discrecionalidad para guiar responsablemente
al ciclo económico? ¿O uno que aproveche el nuevo marco institucional para una validación
monetaria de los desequilibrios fiscales?
La
historia abunda en ejemplos fallidos de experimentos monetarios de este tipo,
principalmente en la inflacionaria América Latina de posguerra y más
específicamente en la hiperinflacionaria Argentina de los ochenta. Por
otro lado, la idea de que la inflación es
un mal necesario para el crecimiento fue parte de la ortodoxia económica
durante casi medio siglo, pero fue desacreditada empíricamente hace ya varias
décadas: no existe un solo caso de crecimiento sostenido durante el siglo XX que
presente sistemáticamente los niveles de inflación que actualmente vive el país.
Hoy se entiende que los procesos inflacionarios sostenidos no son síntomas de
fortaleza de una economía sino todo lo contrario: si existe una relación de
largo plazo entre inflación y crecimiento es negativa.
En
conclusión, la nueva Carta Orgánica libera a la política monetaria de muchas de
las ataduras diseñadas para otro momento histórico del país. El gobierno
recupera, con ella, una elevada discrecionalidad para utilizar a su criterio
una herramienta muy poderosa. Pero, como dice el dicho y más que nunca, “un
gran poder conlleva grandes responsabilidades”. El riesgo de hacer mal uso de
esta discrecionalidad no es despreciable: retornar a un régimen de alta
inflación. Ojala sepan aprovecharlo.
Luciano
8 comentarios:
Luciano querido, cómo va? Pero que tranqui estuviste con "la opinión del autor" en la nota... está bien, era para el diario, jaja. Un abrazo.
Filosofía spiderman en página 12.
Grande Luchito!!!
abrazooo
el titulo era: Da para darse?
Don Luciano, deberia dedicarse a la politica, tiene futuro. Ha dicho en una forma politicamente correcta que lo mas probable es que vamos hacia una inflacion de 3 digitos. Muy elegante.
Espero que los afectados por esa politica no nos maten. Saludos.
Muy bueno el post, un viejo profesor de Monetaria decia que la politica monetaria era una muy poderosa herramienta, pero que uno no le da un taladro (por mas bueno y potente que sea)a un chico de 5 años, quizas y solo en alguno casos se lo presta a alguien que va a hacer una reparacion a su casa ( que es idoneo y sabe lo que hace).-
AURELIANO
Que bueno que te dejen escribir en P-12
Luciano, me permito hacer notar una falencia de este "debate" y de tu comentario: ignora el "por que justo ahora?".
Ninguna ley o regulacion nace en un vacio. Ninguna ley o regulacion se genera basada en cuestiones teoricas. Al reves, TODA ley o regulacion responde a una realidad politica o economica que la promueve.
Por lo que el analizar cuales son los factores que han inducido al gobierno a activar esta medida JUSTO AHORA (y no por ejemplo al empezar el gobierno, o hace unos anios, o meses).
Tu comentario evita el analisis de estos factores.
Utis
Mi opinión es que la reforma de la carta orgánica del BCRA constituye una política de carácter estructural, que en el corto plazo permite a las autoridades solucionar un problema (déficit fiscal y pago de la deuda), pero que con el paso del tiempo deja a las instituciones a merced de los gobiernos de turno.
Contrariamente a los cambios actuales, creo necesarias reformas que otorguen independencia al Banco Central, tales como:
a) Nombramiento del directorio por parte del PE con acuerdo del senado.
b) Participación acotada del PE: El Ministro de Economía opina, pero no decide.
c) Acotación de las posibilidades de endeudamiento del sector público.
Estas medidas hacen que en el largo plazo se solidifiquen los cimientos de la democracia, impiden abusos de poder e incentivan la confianza de la gente en los gobiernos.
Publicar un comentario