lunes, octubre 31, 2011

Un día de furia

Hace algo menos de una semana, discutíamos aquí sobre los posibles caminos que el gobierno podría encarar para enfrentar los incipientes pero crecientes desbalances en el balance de pagos. Una semana después, con la puesta en marcha del sistema de autorización previa de la AFIP para la compra de dólares, el gobierno hizo una jugada fuerte con una señal que parece univoca: se avanzará en lo que allí describía como la “tercera opción”. Enfrentar los desafíos de una economía pequeña y abierta dejando de ser una economía pequeña y abierta. 

Pero ¿Que paso? ¿Cuáles son las interpretaciones que pueden sacarse de este exótico 31 de octubre a sólo ocho días de las elecciones? 

Una opción es que hayamos vivido hoy tan sólo el fruto de la improvisación y subestimación de la complejidad de implementación de una medida cuyo objetivo real era tan solo la disuasión “legal” de la compra de dólares. “Te estamos mirando” tal vez pretendía decir la AFIP con su sistema que instantáneamente radiografía tu situación patrimonial. Sin embargo, el mismo resultó ser un cepo de facto a la convertibilidad del peso, en lo que podría ser un reflejo más de la impericia en la gestión que de ánimos de represión financiera. 

Puede haber sido, por otro lado, un avance hacia la venezuelizacion del mercado cambiario argentino, donde las autorizaciones de la AFIP no son sino la excusa para acogotar el mercado formal. De ser este caso, cuesta sinceramente entender las justificaciones de la medida implementada, aún si uno se calza el traje oficialista. La magnitud de la medida tomada excede por mucho al de los desafíos que enfrenta la economía, que moros y cristianos coinciden en considerar no sin problemas pero si manejable en el corto/mediano plazo. Sólo los desafíos “normales” de una economía pequeña y globalizada. 

En ese caso, la pregunta obligada (ya discutido en otros lados), es sobre la efectividad de la medida para conseguir su objetivo de mejorar el balance cambiario. Confiar en que la intensificación de los controles disuadirá la compra de dólares en cualquiera de sus variantes cromática (blanca, negra, blue) es, en el mejor de los casos, muy optimista, y en el peor de una ingenuidad preocupante. ¿Cuál será el impacto sobre la inversión extranjera directa? ¿Cual sobre los depósitos en USD del sistema financiero? ¿Cual sobre la demanda de pesos que queda acorralada en el país? 

En todo caso, y aún si asumimos la primera y más inocua opción, al avanzar con una medida de estas características, no puede descartarse que hayan cambiado de forma permanente la manera en la los agentes forman sus expectativas. No faltan antecedentes históricos en el país de quiebres en los regímenes de formación de expectativas, que en general estuvieron asociados a medidas de este tipo que afectaron el órgano más sensible de los argentinos.

El modo en el que formamos nuestras expectativas se plasmará en el presente a partir de nuestras decisiones de consumo, ahorro e inversión, en la determinación de los contratos, en la fijación de precios, etc. Ahora bien ¿Qué esperar del futuro? ¿Es el pasado reciente de relativa estabilidad un buen predictor? ¿O cambio cualitativamente el funcionamiento de la economía y el modo en la que el gobierno responde a estos cambios? 

La respuesta que la población se dé a cada una de estas preguntas impregnara el devenir económico del futuro cercano, acotando el margen de maniobra del gobierno y convirtiendo cada movimiento en una señal. 

La moneda está en el aire. Ojala caiga del lado al que le apostó el gobierno.

martes, octubre 25, 2011

Argentina, un país normal.

En la economía de los dos primeros gobiernos kircheristas pueden identificarse muchos factores excepcionales y un amplio conjunto que “Balas de plata” que nos acompañaron en el que sería el periodo más largo de crecimiento desde principios del siglo XX. Estos factores, combinados con un set de políticas que, con sus aciertos y bemoles, supo amplificar la bonanza y capear la peor crisis internacional en los últimos 80 años (con un éxito discutible que no viene al caso), dieron lugar a un prolongado periodo que es difícil no reconocer como excepcional.

Sin embargo, la prolongación de la crisis financiera internacional genera expectativas de que Argentina se enfrentará, en el periodo que comienza, a un contexto en el que las fuentes globales de crecimiento ya no nos jugaran a favor.

Argentina pudo crecer de manera sostenida sin enfrentarse hasta ahora a una restricción estructural, responsable de la interrupción de más de un proceso de crecimiento en nuestra historia: la restricción externa. A diferencia del periodo previo en el cual la abundancia de dólares otorgo cierto margen al crecimiento económico y a la gestión de la política macroeconómica, en los años que vienen veremos posiblemente una interrelación bastante más delicada entre el saldo de balance de pagos, la política cambiaria y la inflación. Nada muy extraño. Tan solo los desafíos “normales” de una economía pequeña y abierta en un mundo comercial y financieramente globalizado.

El reflejo más crudo del cambio del régimen macroeconómico y el regreso a la “normalidad” de la restricción externa es la dinámica de la cuenta capital. Durante los últimos cuatros años, y acelerándose desde principio de año, el sector privado vendió unos $ 260.000 millones, acumulando unos U$D 75.000 en depósitos en el sistema financiero local (53% del total), dinero en el colchón y en el exterior.

Los porques de este proceso son múltiples y no fácilmente discernibles entre si, pero podemos citar: (a) el rechazo del peso como reserva de valor, de la mano un aumento en las expectativas de devaluación (b) el incremento de la prima de riesgo local que explica, por ejemplo, la aceleración durante la crisis del campo o la de las reservas de 2010 y (c) la caída global del apetito por el riesgo que hace que, dada la expectativa de devaluación y la prima de riesgo, se prefiera un activo más seguro a uno más riesgoso, que permite explicar el inicio de la fuga en 2007, la del tercer trimestre de 2008 y parte de la reciente.

Durante los últimos cuatro años, esta mayor demanda de dólares fue completamente abastecida por la generación de la balanza comercial, lo cual permitió saltear la restricción externa y que no sólo no cayeran sino que hasta subieran las reservas del Banco Central. En cambio, la fuga puede convertirse en un problema cuando los dólares por la cuenta corriente no alcanzan para satisfacer la demanda, situación que se da en el país desde Julio de este año*, dando inicio a un nuevo régimen macroeconómico, un nuevo “modelo”.

Ahora bien partamos de la obviedad de que, a diferencia de la acumulación de reservas, la desacumulación tiene como límite natural el propio agotamiento ¿Cuáles son las posibles respuestas de política para enfrentar este cambio en el régimen macroeconómico?

La primera opción es prolongar la política actual, es decir, usar reservas para evitar que el tipo de cambio suba, permitir que suban (algo) las tasas y que se contraiga la oferta monetaria. Esta sería la respuesta correcta en caso de que el diagnóstico sea que (a) la fuga es provocada por un shock transitorio en el apetito al riesgo (de manera tal que la volatilidad adicional seria innecesaria), (b) que la fijación cambiaria puede coordinar una menor devaluación esperada o bien (c) que un movimiento muy brusco puede incrementar la prima de riesgo local o las expectativas de devaluación. Esta política de “secar” la plazas de Pesos no es, en lo esencial, muy diferente de la que dio el BCRA durante 2008-9.

El mayor riesgo de esta política es que el diagnóstico sea errado, es decir (a) que el shock sea más bien permanente, (b) que el temor a la devaluación este sobreestimado o bien (c) que haya un alto contenido de devaluación esperada en la fuga. En este caso, no sólo se sacrificarían innecesariamente las reservas sino que las mayores tasas de interés y la apreciación del tipo de cambio real por la inflación pueden eventualmente afectar el nivel de empleo y actividad y/o el balance comercial.

La segunda es una simple y llana devaluación, como sostenían ELY y Lucas. Esta es la respuesta correcta a una fuga inducida por una mayor expectativa de devaluación en tanto la convalida y, a partir de allí, reduce las razones para comprar dólares. Eduardo menciona adicionalmente el beneficio que esto podría generar sobre las exportaciones netas y el empleo y el efecto riqueza positivo que tiene sobre los tenedores de dólares.

Esta opción requiere que se cumplan ciertos supuestos sobre el comportamiento de los agentes. En primer lugar, la expectativa de devaluación y las primas de riesgo local tienen que ser relativamente independiente de la devaluación. Si la propia suba del tipo de cambio retroalimenta la devaluación esperada o el riesgo argentino entonces el remedio puede ser incluso peor que la solución. En segundo lugar, no es obvio que la suba del tipo de cambio tenga, en un contexto cercano al pleno empleo de los recursos, un efecto expansivo sobre el nivel de actividad e incluso puede hasta resultar negativo si acelera el proceso inflacionario.

La inflación es, justamente, uno de los mayores riesgos de la opción devaluatoria. Argentina tiene desde hace un año una inflación estable de alrededor del 25% aún con tarifas y dólar quietos. No es obvio, en constraste con la afirmación de Lucas acá, que la caída del nivel de actividad compense el impacto inflacionario de una devaluación. El dólar es parte del proceso de formación de expectativas, que es parte de la elaboración de contratos que a su vez alimenta la inflación (Cómo afirma el propio Lucas acá). Si la devaluación es interpretada como el signo de un cambio de régimen cambiario puede, a su vez, inducir un cambio inflacionario en el proceso de formación de expectativas. Minimizar sin más la probabilidad de que esto suceda es, como mínimo, arriesgado.

En tercer lugar, se puede “profundizar el modelo”. En este caso, el gobierno enfrenta los desafíos de una economía pequeña y abierta dejando de ser una economía pequeña y abierta lo cual, salvo que pensemos en invadir Brasil, implica una sola cosa: cerrar la economía. El drenaje de dólares puede frenarse con una política exitosa de cierre de importaciones o de mayores trabas a la salida de capitales. El éxito depende, claro, de que esto efectivamente sea realizable y que, de haberlos, los daños colaterales (el sesgo antiexportador, los mercados negros, el impacto inflacionario, el impacto sobre la inversión, etc) no superen los beneficios. No explayo, por brevedad de un post ya largo, sobre este camino, e invito a debatirlo en los comentarios.

Finalmente, un cuarto camino para cerrar la brecha del balance de pagos es recuperar y hacer uso de financiamiento externo. Este camino (que asumo tiene implícito el arreglo del INDEC, el Club de Paris, etc) es a priori compatible con la primer opción (por la caída en las primas de riesgo) y con la segunda (por la posible caída en la expectativa de devaluación) pero entiendo que no con la tercera (por su implícito sesgo antimercado). Esta última opción, cuya principal virtud es ganar tiempo y devolver grados de libertad a la autoridad monetaria, tiene como principal defecto, bueno, el permitir ganar tiempo y devolver grados de libertad a la autoridad monetaria. Mal usado, este camino puede inducir una sobreapreciación innecesaria de la moneda, un subsidio a la fuga de capitales y, eventualmente, una dinámica poco feliz de la deuda externa de las que tanto conocemos en este país.

En conclusión, Argentina entra en el tercer gobierno kircherista a un periodo de histórica “normalidad” macroeconómica. Es decir, un periodo en el cual operaran sobre la economía y sobre la gestión de gobierno restricciones que no estuvieron en el pasado. Los caminos que se abren son muchos y, como en casi toda decisión, ninguno tiene el éxito garantizado y depende de una gran dosis de suerte.

Cabe notar que esta vuelta a la normalidad se da en un contexto donde el mundo parece cambiar y ya no luce tan favorable para los países emergentes que exportan bienes primarios. Menos aún, cuando nuestro principal socio comercial y mercado natural de productos industriales crecería solo un 3,5% en los próximos años.

Si tuviera que elegir, creo que lo que está haciendo el gobierno, eventualmente combinado con la cuarta y con un ataque frontal a la inflación, es la mejor respuesta dado que, nuevamente, la inflación acota los grados de libertad. Si bien esto implica no poder usar el tipo de cambio para absorber el shock externo creo que los cinco años de inflación cercana o superior al 20% vuelven demasiado riesgosa la segunda opción, al poder desbocar una inflación que muestra algunos indicios de estabilización.

Ojala en los años que siguen las autoridades estén a la altura de la circunstancias.

Atte

L

miércoles, octubre 19, 2011

Caliente, Quente, Hot, Heiß, Chaud... ¿importa?

Que la economía está “caliente” y eso genera inflación debe ser uno de los “análisis” más repetidos en el debate económico Argento. En nuestras múltiples discusiones al respecto, el ¿ex? Decano de la BEA, siempre puso particular énfasis en este aspecto “real” de la inflación doméstica: el crecimiento de la actividad económica por encima del crecimiento de pleno empleo de los factores productivos genera un exceso de demanda que impulsa al alza los precios. Otro forma de vincular la “temperatura” de la economía con los precios puede ponerse en términos más “heterodoxos”: el elevado uso de la capacidad instalada y del empleo generan “presiones inflacionarias” por la vía de incentivar la puja distributiva entre trabajadores y capitalistas.

Sea como sea, para que alguna de estas versiones tenga algún asidero en la discusión actual, deberíamos verificar si realmente existen indicios de que la economía argentina está creciendo por encima de su producto potencial o, alternativamente, que el uso de capacidad es elevado.

Una forma usual de enfocar este problema es a partir la diferencia entre el producto que observamos y su tendencia de largo plazo (aproximada por alguna estimación simple no exenta de diversos problemas que dejamos para otra oportunidad). El gráfico que sigue muestra esta diferencia para Argentina, Brasil y Chile desde 1990 hasta 2010, donde se compara el crecimiento con el de un simple filtro Hodrick-Prescott (que no es ni más ni menos que un método estadístico para obtener una curva que pasa más o menos por el medio de una serie de tiempo):
Cabe notar que si uno toma este indicador como el relevante para medir el nivel de “sobre calentamiento” de una economía, se percibe que en el período 2006-2008, las tres economías parecían estar creciendo por encima de su tendencia (claramente, Argentina siendo la que más, fundamentalmente en 2007). Sin embargo, la mirada de largo plazo debería advertir sobre el uso de este tipo de análisis: la serie muestra que los mayores excesos de demanda de la economía argentina se registraron entre los años 1991 y 2000, período en el cual la tasa de desempleo se ubicó generalmente por encima del 12% anual (ver gráfico que sigue). El mismo resultado se observa al analizar el caso de Brasil: en el año 2000, la economía habría estado en un nivel de producto consistente con el pleno empleo, pero el desempleo alcanzó al 10% de la población económicamente activa.
Dadas estas limitaciones en el uso de este tipo de indicadores, retomemos una línea alternativa que alguna vez propusimos en este blog. Para ellos, vamos a definir una brecha de factores productivos, tomando como insumos relevante la tasa de desempleo y el uso de capacidad instalada. Respecto del primero, tomaremos la diferencia entre el valor observado en cada año y el valor mínimo para toda la serie desde 1990, partiendo de la idea ¿keynesiana? de que el mercado de trabajo nunca se vacía*.

Como indicador de utilización de la capacidad instalada (UCI) de la economía vamos a tomar la relación entre el PIB y el stock de capital de cada año**. En este caso, la brecha relevante será la diferencia entre el valor observado de UCI y el valor promedio, bajo el supuesto de que la UCI tiende a su valor medio, siendo este último el que indica el nivel de UCI compatible con el pleno empleo. Finalmente, para armar el indicador tomamos el promedio de ambas brechas:
Ahora sí. Claramente la Argentina de la convertibilidad tuvo fue un período de fuerte subutilización de los recursos productivos. Por su parte, en el caso de Chile, el crecimiento del producto hasta 1997 fue acompañado por un elevado uso del capital y del trabajo, situación que fue revertida hasta el año 2007. Brasil muestra una subutilización de recursos durante casi todo el período, aunque a partir de 2003, la brecha negativa tiende a cerrarse aceleradamente y desde 2008 que están rondando el pleno empleo. Para ir más en detalle al caso argentino hagamos un zoom al proceso iniciado en 2003:
El punto de inicio en 2003 era una subutilización de recursos de 5,5% del PIB (esta brecha había llegado a 8,3% del PIB en 2002). El acelerado crecimiento en la actividad, acompañada por la marcada contracción en el desempleo y crecientes niveles de utilización en el stock de capital hicieron que esta brecha se cierre en solo tres años: para 2006 la economía se encontraba cerca de la plena utilización de recursos. En ese mismo período, la tasa de inflación había marcado una tendencia ascendente, pero se ubicaba consistentemente por debajo del 15% anual.

Sobre este contexto, en 2007 la brecha de recursos se ubicó en valores claramente positivos, lo que junto al impacto del alza en los precios internacionales aceleró la inflación que superó el 25% anual. La crisis de 2009 y la desaceleración en el ritmo de actividad económica indujeron una fuerte desaceleración en el proceso inflacionario que cayó al 15% anual, valor que expresa claramente las consecuencias que la inercia genera sobre la inflación una vez que ésta ha iniciado su curso. En 2010-11, la economía volvió a crecer fuerte, la UCI subió, el desempleo cayó nuevamente y la inflación volvió al barrio del 25% anual.

Un contrargumento usual a este razonamiento es que el propio crecimiento elevado induce un mayor nivel de inversión lo que aumenta el stock de capital y hace que la UCI vuelva a su nivel normal sin enfriar la economía y sin que sea necesario aumentar el desempleo. Pues bien, si ese es el caso, en 2012 con una economía creciendo al 5% anual y el desempleo cayendo a 6,5% sería necesario un incremento en la inversión real de más del 90% anual para que el stock de capital compense endógenamente el crecimiento en la actividad económica.

De hace tiempo hemos dicho que rechazamos las explicaciones unicausales de un proceso tan complejo como lo es el inflacionario. La formulación tradicional de inflación por exceso de demanda sería, de acuerdo a estos números, solo válida para los años 2006-2008 y 2010-2011. Por el contrario, la explicación alternativa que vincula elevado nivel de utilización con puja distributiva puede racionalizar solo una parte de la dinámica de precios desde 2005 en adelante.

Por último vale notar que la experiencia de 2009 es muy ilustrativa respecto del uso de políticas contractivas como medio para frenar la inflación: ese año, la caída del producto fue más o menos de 3%, lo que implicó una desaceleración respecto del año anterior de más de 10 p.p. en un contexto donde la tasa de desempleo subió 1,1 p.p. y sin embargo, la inflación se mantuvo por sobre el 15% anual. Es por lo anterior que frenar la inflación enfriando la economía implica un elevado costo socioeconómico que debería desalentar el uso de esta opción. Por el contrario, el énfasis debería estar puesto en actuar sobre la puja distributiva con el objetivo de desarmar la inercia inflacionaria que arrastra el país con un acompañamiento, en segundo plano, de las políticas macroeconómicas tradicionales.

Saludos,
Genérico.

* Aquí el mínimo indicaría ese valor friccional. Podemos criticar esta aproximación, pero a primera vista me parece una buena aproximación.

** Las fuentes de las series son: para Argentina, este paper de CEPAL. Para Brasil, IPEADATA y para Chile este paper de BCH (por supuesto, para Chile no hay dato de 2010). Como siempre, estamos usando el IPC-CqP (que dentro de poco lo vamos a renombrar IPC-BEA y ya).

viernes, octubre 14, 2011

La fuerza de una empresa

Lucas me da con este post el pie para un peque post de viernes. El siguiente gráfico resume el comercio exterior de termos!*. Posiblemente (gran) parte de la historia de (una parte de) la industria argentina reciente se resuma en el gráfico.
Lamentablemente no tengo datos de los ochenta, pero mi impresión me dice que esos U$D 6.5 millones exceden por mucho los máximos registros de la década anterior, en un proceso de desustitución de importaciones. En sentido opuesto, el sector multiplica durante la década del noventa un auge exportador, imagino que hacia el MERCOSUR, que lo lleva a mas que quintuplicar sus exportaciones en un año. En la década del peso superfuerte, pasamos de exportar U$D 200 mil en termos a U$D 1.3 millones. 

 La crisis redujo a menos de U$S 200 mil las importaciones, dando origen, aunque aquí no hay datos de consumo interno, a un proceso de sustitución de importaciones que paulatinamente fue menguando en el tiempo hasta 2008, cuando los valores importados alcanzaron cifras similares a las de una década atrás (sin datos de consumo no puede saberse si efectivamente quedo o no algo de sustitución). El corolario posiblemente sea una combinación de mayor empleo y mayores precios (ARG vs USA) (es decir, a los consumidores pagando más por generar mas empleo). En el ínterin, las exportaciones subirían hasta alcanzar, en el mismo año, un valor no mayor al del superpeso una década atrás, a pesar de la mayor competitividad cambiaría. Es decir, el peso débil no parece haber impulsado sensiblemente las exportaciones.

Con la crisis de 2009 las importaciones se caen un 50%, parte por la propia caída en la actividad y parte por la puesta en marcha de barreras aduaneras que cerraban la economía frente a la competencia, lo cual sin duda tuvo su impacto expansivo durante ese año. La poca respuesta de las importaciones en 2010 dan la señal de que el cierre no se revirtió lo cual da una pauta sobre el margen contraciclico frente a la crisis que se viene. En 2009 el gobierno pudo apelar a cerrar la economía para compensar la crisis externa y la apreciación y fomentar la sustitución de importaciones. En 2011 ya no tiene esa carta. Una bala de plata menos en el cargador

Historias mínimas de viernes. Sin duda el lector encontrara decenas de formas de transformar esta data dura en una catarata de elogios y de críticas a la gestión actual. Todo suyo. 

Buen fin de semana!


 * (partida 9617 del sistema armonizado)

miércoles, octubre 12, 2011

Santa soja que estás en el cielo, amén.

Desde hace ya algunos años, en un proyecto que comenzó pequeño hace tres años para la Cadena de Valor Trigo cuando aún trabajaba en el Instituto de Estudios económicos de la Bolsa de Cereales, tengo a las cadenas agroindustriales como uno de mis objetos de estudio preferidos. Si bien no le di mucha difusión en el blog, el programa de investigación derivo en algunas publicaciones, como esta o esta junto a Ramiro Costa u otras dos que están en camino de CEPAL y Ciara-CEC que se publicarán en breve. 

Los trabajos siguen una línea común que avanza en complejidad y en alcance con el paso del tiempo. Básicamente, se desarrolló una serie de modelos de consistencias de las Cadenas de Valor Agroindustriales, inicialmente para trigo y luego extendidos para maíz, soja, girasol, leche y carne, que buscan capturar las interrelaciones entre los diversos eslabones que componen cada cadena, reestimando las cuentas de producción de hasta unos 25 sectores productivos. 

Así, por ejemplo, mezclando información de fuentes primarias y secundarios, se reconstruyeron las matrices insumos producto de las producción primaria, de los contratistas, del sector de transporte, acopio, de las industrias de fertilizantes, agroquímicos, moliendas de cereales y oleaginosas, biocombustibles, producción de carne de cerdo y pollo, leche y productos lácteos, cría, invernada y faena vacuna, etc, etc. 

No es mi objetivo aburrirlos con un largo post metodológico* sino, en cambio, mostrarles algunos de sus resultados que son particularmente oportunos en el actual contexto de crisis internacional (además, claro, de no intersecarse con los de las próximas publicaciones). 

¿Cómo y cuanto afecta al país la caída en el precio internacional de las commodities agrícolas?  

Tomemos como referencia los precios y cantidades de U$D 300 y 15.5 millones de toneladas para trigo, U$D 300 y 25 millones para maíz, U$D 520 y 50 millones para soja y U$D 570 y 4 millones para el girasol**. ¿Cuál es el impacto económica de una caída de, digamos, 20% en el precio internacional? 

En primer lugar tenemos el impacto en términos comerciales. Un 20% de caída de los precios desde los valores base implicaría para el país una reducción de U$D 6.6 mil millones de exportaciones, explicada en un 73% por las menores ventas de soja y derivados (incluido biocombustibles) y un 27% restantes por los otros tres granos. Para dar un orden de magnitud, esta cifra representa casi el 10% de las exportaciones del país en 2010, un 57% del superávit comercial en ese año, un 13,5% de las reservas del Banco Central y unos 3 o 4 meses de fuga de capitales. 

La caída en términos de valor agregado es equivalente. U$D 6.6 mil millones representa un 1.8% del PBI de 2010 (pesos más, pesos menos por el ruido que hay en las Cuentas Nacionales). Si tomamos un multiplicador de 1.9**, esto nos da que la caída del 20% en el precio de las commodities puede actuar contractivamente en hasta 3.4% del PBI. Téngase en cuenta que el modelo no incluye (aún) los impactos de segunda ronda que la caída de los precios puede tener sobre la propia producción primaria. Es decir, no se simula aquí que las cantidades caigan con la caída de precios.

Una característica interesante del modelo es que permite analizar la distribución interna del shock en el precio entre los distintos eslabones. Un resultado que puede obtenerse, por ejemplo, es como el shock afecta la distribución del valor agregado desde y hacia la cadena hacia otros sectores de la economía (entre ellos, claro está, los consumidores finales). 

Allí puede verse cómo, si tomamos solamente los eslabones de producción de granos, sus insumos, moliendas y eslabones de logística (es decir, si excluimos la producción de alimentos y derivados animales), la caída en el valor agregado es mayor a la de las exportaciones en unos U$S 1.1 mil millones Esto es así porque la caída en el precio de exportación también reduce el precio de venta doméstico de los granos lo cual representa una caída en el valor agregado de esos eslabones pero un incremento en los eslabones siguientes. 

Así, lo que se ve es que tras una caída del precio internacional, de cada U$D 7 que caen los ingresos de los eslabones granarios, U$D 6 se los lleva el consumidor extranjero y U$D 1 el doméstico****. 

Ahora bien ¿Cuál es el impacto en términos fiscales de la caída en el precio de las commodities?  

El modelo incorpora la simulación de la recaudación de 9 impuestos nacionales, provinciales y municipales (Derechos de exportación, Ingresos brutos, impuesto a los débitos y créditos, Impuesto a las Ganancias, Impuesto inmobiliario, Tasa Vial, Impuesto al gasoil, Sellados y Contribuciones sociales) lo cual permite obtener algunas estimaciones. 

El resultado global es una caída de U$D 2.6 mil millones de recursos fiscales, distribuidos, aproximadamente, en U$D 1.9 de retenciones y U$D 0.7 en otros impuestos (principalmente ganancias y sin incluir la recaudación de IVA). Esta cifra representa, aproximadamente, un 2.2% de la recaudación consolidada de 2010 o, para poner en términos de gastos, entre un 9% y 10% del presupuesto destinado a la educación o a la salud o el financiamiento de la Asignación Universal por Hijo de un año entero. 

En conclusión, lo que tenemos entonces es que una caída del 20% en el precio del trigo, maíz, soja, girasol y derivados puede arrastrar consigo hasta el 10% de nuestras exportaciones, empujar recesivamente a la economía en hasta 3.4% del producto y llevarse la financiación de la Asignación Universal por hijo para todo un año

Así que, no hagamos distinción de credos y razas. Vamos al unísono. Santa soja que estás en el cielo, santificado sea tu aceite. Baruj ata Sojim. Assalamu Alaikum, tanto en el cielo como en la tierra. Amen 

Atte 

Luciano 

*si a alguien le interesa puede escribirme a luciano.cohan@gmail.com 
**el modelo requiere adicionalmente precio y cantidades de muchas otras cosas, como las tarifas de acopios, puertos o transporte, los precios de los insumos agropecuarios o los precios de venta de derivados animales, para lo cual se tomó el precio promedio en dólares de 2010. 
***La mediana para toda la economía según la MIP-97 
****ojo, el consumidor no necesariamente es el consumidor final. Ese U$D se repartirá entre todos los eslabones posteriores y puede incluso no llegar al final si los precios de venta de los alimentos no cae.

martes, octubre 04, 2011

Quiz inmobiliario - Parte 2


Va la segunda parte del quiz que propuse ayer, para el cual, lamentablemente, no hubieron demasiadas respuestas. Evidentemente el mes de inactividad hace mella en ESC.

El acertijo era ¿Cómo es posible compatibilizar cuatro “hechos estilizados” del mercado de intermediación inmobiliaria?

1-Comisiones altas y hasta en alza 2-Bajas barreras a la entrada, que se refleja en un número creciente de inmobiliarias 3-Nivel de actividad (cantidad de escrituras) relativamente bajo, en niveles de 1998-2000 4-Las búsquedas por Internet que, ceteris paribus, baja la demanda de intermediación.

Hete aquí mi hipótesis. No se si es la mejor, no se si es cierta pero al menos creo que funciona. Aquí voy.

El mercado de intermediación inmobiliaria (atenti, es algo distinto que el mercado inmobiliario) es uno donde básicamente se transan dos productos complementarios pero distintos. Por un lado, se vende el servicio de “buscarle comprador” a un vendedor de un inmueble y por otro el de “buscarle vendedor” a quien quiere comprar un inmueble. Las características diferenciales que tienen ambos productos permite que sucedan los cuatro hechos estilizados de arriba.

El servicio de “buscar comprador” es uno donde la diferenciación que puede hacer una inmobiliaria surge básicamente su reputación. La reputación, el conocido “hace 35 años trabajando para usted”, es un bien apreciado por quien vende su departamento que sabe que la inmobiliaria trabaja bien, que es responsable, que vende el inmueble rápido, etc. En este caso, y a diferencia de lo que tramposamente puse en el punto 2, si existe cierta barrera a la entrada: la reputación se forma con el paso del tiempo y la experiencia, reputación y experiencia es lo que una inmobiliaria nueva no tiene.

De esta manera, al importar la reputación para el servicio de “buscar comprador”, el que ya opera en el mercado está en mejor situación que el que recién entra, lo cual frena la llegada de nuevos competidores y, desde allí, que caigan las comisiones. Dicho de otra manera, las grandes inmobiliarias con muchos años en el mercado retienen cierto poder de mercado sobre su clientela.
Sin embargo, el mercado funciona distinto del lado de la venta del servicio de “buscar vendedor”. A la persona que compra un departamento no le importa tanto la inmobiliaria interviniente como al vendedor, por lo cual el efecto reputación no juega el mismo rol que del otro lado. Uno busca departamento por metros, precio, ubicación, etc y recién luego se enfrenta con la inmobiliaria.

Es el este lado del mercado donde la llegada de internet afecta más intensamente. Si bien existen algunos sitios todavía embrionarios para que el que vende su departamento lo haga de forma directa, el verdadero impacto de la red fue sobre la búsqueda de inmuebles, es decir, sobre el servicio de “buscar vendedor”. Hoy, en promedio, cada comprador visita un número menor de inmuebles de forma directa y recurre a sitios como zonaprop o argenprop para un filtro previo.

Pero internet afecto el servicio de búsqueda no sólo desde el lado del cliente sino, quizás mas intensamente, desde el lado de las propias inmobiliarias al menos de tres maneras: (a) les reduce sensiblemente los costos de difusión del material propio, porque a los avisos en los diarios y a los cartelitos en el ventalal ahora se suma los muchos más económicos avisos en internet. (b) Cae el número promedio de visitas a cada inmueble que deben hacer para venderlo, en tanto el comprador tiene un primer filtro y mucha más información en la red y sobre todo (c) les reduce el costo de búsqueda de los inmuebles en venta por otras inmobiliarias.

La combinación de los tres factores previos reduce la escala mínima rentable de la actividad de intermediación. Hoy una inmobiliaria necesita una menor cantidad de captación propia de inmuebles para sobrevivir, lo cual reduce el rol del “efecto reputación” y da lugar a las prácticas de “Este depto no te sirve, pero tal vez te pueda interesar este otro”. Esto baja las barreras de entrada y da lugar al surgimiento de inmobiliarias chicas “minoristas”, que tienen algunos inmuebles propios pero se especializan en buscar inmuebles vendidos por terceros, en particular los inmuebles de las grandes “mayoristas”, que mantienen un alto nivel de captación a partir de su reputación.

De esta manera. El surgimiento de internet no sólo no habría reducido la intermediación sino que, en cambio, habría creado una nueva etapa de inmobiliarias minoristas que cobran 2% y pagan otro 2% a la mayorista. Esta última, por su parte, retiene su poder de mercado en la captación y, cuando vende de forma directa, puede cobrar un 4%, recibiendo un plus frente a la situación previa sin internet.

En resumen, lo que tenemos es un primer escalón que capta la demanda (vende servicios de “te vendo tu depto”), con poder de mercado que surge de su reputación y que les genera un plus de rentabilidad y una segunda etapa de inmobiliarias chicas que no viven tanto de captar vendedores como de su especialización en la búsqueda, abaratada ahora con las nuevas tecnologías.

Voila!!

No tengo muchos elementos para comprobar si es cierta, pero en caso de serlo permitiría explicar porque, aún con un mercado relativamente deprimida, cada vez parecería haber más inmobiliarias, más chicas y porque internet no empujó a la baja las comisión promedio que paga el cliente. Si esto efectivamente es así es algo que tendría que verse también en otros países ¿Algún lector amigo del extranjero podría corroborar o refutar si esto es efectivamente así?

¿Qué les parece? Los convencí.

Atte

L

lunes, octubre 03, 2011

Quiz inmobiliario

Estas últimas semanas, de la mano del inagotable ajetreo asociado a una mudanza (en mi caso algo suavizado por el hecho de que su corolario es una habitación más para el/la Elemaquit@ que viene en camino), me tuvo en permanente contacto con una de esas grandes incógnitas que nos dan las economías modernas: las inmobiliarias. 

Como todo comprador de inmueble, no pude evitar sentir que mi alma lloraba al ver ese 4% de comisión para el intermediario. Sin embargo, el economista que llevo dentro (que se intersecta tan solo marginalmente con mi alma), no podía dejar de preguntarse ¿cómo puede ser que el mercado no opere para bajar el monto de las comisiones? 

Sin duda el caso de las inmobiliarias es un acertijo interesante. Por un lado, es un rubro con muy bajos costos de entrada. No es muy difícil poner en marcha una inmobiliaria. Basta un local, un escritorio, una computadora y un teléfono. Como todo rubro con bajos costos de entrada, no hay razones para evitar que, en presencia de rentabilidades muy altas, aparezcan nuevos oferentes que, con su competencia, bajen el precio de venta (en este caso la comisión) y reduzcan la rentabilidad. 

En el caso de las inmobiliarias esto parece suceder. Como supermercados chinos, todos tenemos al menos una inmobiliaria a menos de dos cuadras (en mi caso, puedo contar al menos cinco en un radio de dos cuadras) y el número de inmobiliarias parecería estar en ascenso. Sin embargo, no sólo esto no está empujando las comisiones a la baja sino que, al contrario, como me informa el productor inmobiliario amigo de la casa, las comisiones son hoy más altas que hace 10 o 15 años, cuando eran 3% frente al 4% en el estándar actual. 

Este alza en las comisiones se da en un contexto general del mercado en el que el número de operaciones (proxy de la demanda de intermediación) se encuentra en un nivel equivalente a los de la recesión de fines de los noventa, previa a la crisis de 2001. No parecería ser la mayor demanda la que empuja las comisiones al alza.
El acertijo se complica con un factor adicional. El avance de internet durante la última década redujo sensiblemente los costos de intermediación. Hoy la búsqueda de departamento combina el diario y la visita a la inmobiliaria con la navegación por sitios como argenprop.com o zonaprop.com. Esto reduce el costo para el comprador, que tendrá ahora un filtro previo que evitará visitas innecesarias, lo cual lleva, ceteris paribus, a una menor demanda de intermediación. 

Un caso con alguna similitud es el del mercado de granos, donde el surgimiento de los silos bolsas mejora la posición del vendedor, que, al no tener que vender todo junto en la cosecha, tiene más tiempo para matchearse con el comprador. En este caso, sin embargo, el efecto sobre la intermediación fue una caida en la intermediación, y una reducción en la comisión del acopio, que se redujo a casi la mitad en la última década aún con precios en alza, hecho que no se ve en el mercado inmobiliario.

Entonces ¿Cómo se combina un número creciente de intermediadores, nivel bajo de operaciones, bajas barreras a la entrada con una comisión que no sólo no cae sino que sube? Yo tengo una posible respuesta que sale mañana. Hoy dejo el quiz abierto. 

Atte

L