lunes, julio 25, 2011

Recalculando

Hace unos pocos días gente amiga me invitó a charlar un poco sobre la coyuntura macro con especial énfasis en la dinámica de cambiaria que atraviesa el país. Voy a intentar bajar en este “post” las ideas centrales de la presentación.

Fundamentalmente, la preocupación que motivó el encuentro fue que la inflación doméstica (claramente superior a la internacional) en un contexto de “estabilidad” del tipo de cambio nominal nos va haciendo caros en dólares. Este encarecimiento en el costo de los trabajadores argentinos resta competitividad al sector transable de la economía y eso puede generar estrangulamiento externo y/o problemas en el mercado de trabajo.

Respecto de este punto, en nuestra intervención planteamos que el modelo de “Tipo de Cambio Real, Competitivo y Estable” esta “roto”. Sean cuales fuesen las virtudes (y defectos) de ese modelo, hoy el funcionamiento macro-cambiario es diferente del que mostraba el país hasta que explotó la crisis internacional (es decir, mid 2007). Para sustentar nuestra visión, mencionamos varios puntos:

Primero, ya no podemos hablar de un maneja cambiario “estable”, con una tasa de devaluación que se aceleró en 2008-2009, para luego crecer sobre una tendencia más pronunciada que la observada en el período 2003-2007:
Segundo, como ya mostramos alguna vez acá, el TCR es cada vez menos “competitivo”. Claro, dada la política brasilera de hiper-apreciación, hoy comparando contra nuestro principal socio comercial mantenemos niveles de competitividad cambiaria similares a los de 2003-2004, aunque esta realidad puede cambiar de forma abrupta si Brasil cambia su manejo cambiario (por razones tanto internas como externas), tal como ocurrió durante el epicentro de la crisis de financiera internacional.
Tercero, y más importante a efectos del manejo cambiario, no parece posible administrar el TCN para forzar una depreciación real, es decir, el espacio para devaluaciones nominales “no inflacionarias”, si existe, es muy acotado. Tomemos como ejemplo la devaluación ocurrida entre agosto de 2008 e igual mes de 2009: la tasa de devaluación se aceleró en casi 30 puntos porcentuales en un año, alcanzando picos un máximo de 26,2% i.a. en agosto de 2009.
Sin embargo, aún en el marco recesivo que atravesaba la economía nacional (y mundial) el traslado nominal de la devaluación llevó menos de una año y medio. Así es. El intento de hacernos “más baratos” para poder competir internacionalmente generó una aceleración en la tasa de inflación que nos devolvió al punto de partida en “sólo” 16 meses:
De este modo, el modelo de TCRCyE ya no funciona. Toda la competitividad cambiaria descansa en la apreciación de Brasil. ¿Devaluar para recuperar terreno?. No way!. Generaría un nuevo ciclo de precios inflacionarias que rápidamente nos dejaría con el mismo nivel de competitividad pero con más inflación.

Nuestro objetivo en esa charla fue plantear que el “modelo” cambiario ha cambiado. Esto no implica necesariamente que una hiper crisis este cerca. Sino más bien destacamos la importancia de reconocer el cambio en el contexto y retomar las riendas de la gestión macroeconómica dejando el piloto automático para otra oportunidad.

Saludos,
Genérico

miércoles, julio 20, 2011

Relato del presente

Desde hace casi cinco años no sabemos cómo evolucionó la inflación, como variaron los precios relativos, no conocemos la canasta alimentaria ni la básica, ni qué pasó con la pobreza e indigencia, ni cuanta es ni donde está, ni quiénes son. No tenemos datos sobre los ingresos de los informales y cuentapropistas, no sabemos cuánto creció la economía en su conjunto ni sus partes, no sabemos si el mercado financiero crece o se achica, que pasa con la construcción, ni con el comercio minorista, ni con la industria. No sabemos si el país creció más o menos que Santa Fe porque no sabemos cuanto creció el país. No sabemos cuánto se invierte ni cuanto se consume ni cuanto se ahorra, no conocemos el reparto de ingreso entre capital y trabajo ni la distribución entre las personas, no podemos estimar tasas de ganancias, no sabemos cuál es la presión tributaria, no sabemos cuánto vario el gasto respecto al PBI ni cuál es el tamaño del déficit fiscal o su variación, ni el verdadero peso de la deuda externa y pública en el PBI. No podemos saber cuál fue el impacto de la Asignación Universal ni de la Moratoria Previsional ni de lo que queda del Plan Jefes y Jefas, ni de las otras varias políticas sociales. No sabemos cuál es el salario real, ni siquiera sabemos si sube o baja. No sabemos si hoy el trabajador promedio puede compra más o menos metros cuadrados de su vivienda o pagar más meses de alquiler. No tenemos datos confiables de empleo y desempleo, no sabemos qué pasó con el empleo en negro, con la subocupación, no conocemos la situación de precariedad en los jóvenes, no sabemos cómo se reparten pobres y desocupados por grupo etario o nivel educativo. No sabemos cuál es la tasa real de interés, ni el retorno real de una inversión. Nadie sabe, desde marzo, que está pasando con la plata en el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES. No sabemos qué pasa con el tipo de cambio real y con nuestra competitividad agregada y mucho menos con la competitividad por sector, ni siquiera sabemos el coeficiente de apertura de nuestra economía.

Sólo nos queda un relato…y esperar.

miércoles, julio 13, 2011

ESC en Jungla Política

Va un pequeño chivo. Esta noche, a las 23:00 voy a estar en Canal 26 con Escriba y JP Varsky charlando, con menos traje y más barba que aquella vez con maxi, sobre las perspectivas económicas de Argentina y la agenda económica del próximo presidente. Según me comentaron, en entrevista compartida con Tavos y Adrian Ramos.

Acá estará online. Críticas constructivas y de las otras son más que bienvenidas por acá o @lucianocohan en twitter.

L

PD: recomiendo enfáticamente tener a mano la botonera!

PD 2: Acá está el video. Gracias @danimeiszer!

miércoles, julio 06, 2011

Inflación y crecimiento - desencantando serpientes - 2da Parte


En la primera parte de esta serie, desmenuzábamos 22 casos de países que lograron combinar periodos largos de crecimiento con inflación baja. La conclusión de aquel, en contraste con lo que habría dicho el profesor Axel Kicillof, fue que en ninguno de los casos exitosos de crecimiento es posible encontrar un patrón inflacionario equivalente al que vive Argentina hoy.

Permítanme jugar un rato más con la evidencia histórica para darle una vuelta de tuerca adicional. ¿Qué pasó en aquellos países que si tuvieron inflación similar a la Argentina?

Si tomamos una inflación de 23% para el 2011, Argentina habrá tenido 9 de sus últimos 10 años con inflación de dos dígitos, y los últimos cinco con inflación promedio de 21% con un registro mínimo de 15% en 2009. La fuente es IPC-GBA hasta 2006 y la inflación provincial que estima CqP desde entonces, donde obtenemos, entre 2002 y 2010 26%, 13%, 4%, 10%, 11%, 19%, 27%, 15% y 23%.

Con esto en mente, voy a llamar “proceso similar al argentino” a aquellos países que hayan tenido al menos un periodo de 5 años con inflación promedio de 20% y un registro mínimo de 15%. Como antes, para achicar la muestra, voy a limitarme tan solo a aquellos de más de 5 millones de habitantes, lo cual deja afuera a unos 70 países, varios de ellos microestados.

En la siguiente presentación podrán ver los casos individuales. Haré abajo un breve resumen que permite acompañar los gráficos aunque. Obviamente, las experiencias son variadas y se requiere un análisis más detallado, pero excede por mucho los objetivos de este post.

Procesos inflacionarios en los últimos 60 años de historia mundial

View more presentations from Elemaco.


En total existieron 38 países con inflación similar o superior a la nuestra, de un total de 96 países de más de 5 millones de habitantes. Es decir, los otros 58 países nunca tuvieron una inflación como la nuestra.

De estos 38 países, sólo Israel puede ser considerado desarrollado, con un PBI per cápita en 2009 de U$D 25.600 PPP. Del resto 8 tienen un PBI entre U$D 16.500 y U$D 10.000, entre ellos Argentina, 11 entre U$D 9.999 y U$D 5.000 y 18 de menos de U$D 5.000. Es decir, que los procesos de inflación como el argentino están concentrados en países de ingresos bajos, con algunos casos aislados en países de ingresos medios.

Africa Subsahariana

12 de los 38 países son de África Subsahariana, 11 de ellos con un PBI per cápita menor a U$D 2.200 y promedio U$D 1.125 más Angola con U$D 4.800*. Es decir, casi 1 de cada 3 procesos inflacionarios similares a las Argentina coincide con experiencias de subdesarrollo, pobreza extrema, Estados recientes, débiles o fallidos y fuerte inestabilidad política e institucional, como la guerra civil en Angola (1975-2002), Sudan (1983-2005) o la guerra entre Tanzania y Uganda (1978-79). Puede agregarse a este grupo Yemen, con un PBI de U$D 2.400 y siempre al borde de la guerra civil.

Ex URSS

Después tenemos 10 países del Este Europeo cuyas experiencias inflacionarias estuvieron asociadas a la caída de la Unión Soviética a fines de los ochenta y la restructuración de la década siguiente**. Igual que en los casos anteriores la inflación acompañó procesos de profunda inestabilidad política y económica. A diferencia de los anteriores son países de ingreso medio, desde U$D 5.000 en Georgia a U$D 16.300 en Polonia y U$D 10.500 promedio. De los 10 casos, 5 experimentaron hiperinflaciones (inflación de cuatro dígitos) y todos tuvieron al menos un año de inflación de tres dígitos.

Debe estar claro en este punto que la experiencia local tiene muy poco que ver con las 24 anteriores. No es el argentino actual un caso de subdesarrollo extremo, ni de estado fallido o débil, ni de guerra civil o de crisis económico-político-institucional de la magnitud de los casos enumerados.

Asía

De los 15 casos que quedan, 3 fueron mencionados en el post anterior, Turquía e Israel, con crecimiento interrumpido cuando se aceleró la inflación, e Indonesia, que comenzó a crecer luego de frenar la hiperinflación.

Después tenemos a Irán, Teocracia del medio oriente con un PBI per cápita de U$D 10.600 y un patrón inflacionario muy interesante, que pueden ver en el siguiente gráfico. Irán tuvo un periodo de crecimiento de 8.7% durante casi dos décadas que se detuvo en 1974 (el mismo año que alcanza los dos dígitos de inflación) cuando comienza lo que debe ser el periodo de inflación moderada más largo registrado. A base de oro negro, tuvieron 36 años con inflación promedio de 19% y estancamiento en el crecimiento (18 años cayendo 3% por año y 18 creciendo 3.4%). De todos los casos mencionados hasta ahora, es el único en el cual la inflación no explotó ni convergió a un dígito.

Latinoamérica

Finalmente llegamos a los casos más cercanos. Los 11 casos restantes de inflación de más de 20% durante 5 años con un mínimo de 15% se dieron en América Latina***, que incluye 6 de ingresos medios (promedio U$D 9.500) y 5 de ingresos bajos (U$D 3.500). De los 11 países de América Latina, 5 experimentaron hiperinflaciones (Argentina, Perú, Bolivia, Brasil y Nicaragua) y 2 experimentaron al menos un año de inflación de tres dígitos (México y Paraguay). De los que quedan, 2 todavía luchan con la inflación, Venezuela y la golpeadísima Haiti.

Tan sólo 2 lograron atravesar exitosamente el proceso de inflación sin superar la barrera de los tres dígitos: Colombia y Ecuador.


Conclusión

El post es largo y la data mucha, pero creo que permite, en combinación con el anterior, sacar algunas conclusiones:

• Ninguno de los procesos exitosos de crecimiento de la segunda mitad del siglo XX tuvo inflación similar a la que hoy vive Argentina.
• Son pocos los casos de países con experiencias inflacionarias como la que vive la Argentina y en la gran mayoría de los casos se asocia a países con Estados débiles, crisis políticas o institucionales graves o subdesarrollo extremo. En todos los casos la inflación es sinónimo de inestabilidad económica.
• La gran mayoría de las experiencias que mostraron niveles similares o superiores a los nuestros terminaron mal, con una inflación que alcanzó niveles muy superiores a los actuales antes de descender al dígito.
• Hay, sin embargo, casos de países (Colombia, Ecuador, Irán) que, habiendo vivido durante algunos años con inflación del orden del 25% lograron recuperar la estabilidad nominal sin pasar por una crisis. No son muchas, pero al menos dan la pauta que existe una salida no traumática.

Hasta aquí mis breves conclusiones. En un post posterior concluyo más in extenso.

¿Ustedes que más ven? La seguimos en los comments

Atte

Luciano

*Estos países son Angola, Sudán, Nigeri1, Zambia, Ghana, Tanzania, Uganda, Sierra Leona, Mozambique, Malawi, Congo y Zimbawe,
**Los países son Polonia, Rusia, Belarus, Kazakhstan, Bulgaria, Rumania, Azerbaijan, Serbia, Ukrania y Georgia.
***Los 12 paises latinoamericanos son Argentina, Bolivia, Brazil, Colombia, Ecuador, Haiti, Mexico, Nicaragua, Paraguay, Perú y Venezuela.

lunes, julio 04, 2011

Inflación y crecimiento - desencantando serpientes

La semana pasada tuvimos la oportunidad de oír la opinión del joven ministeriable, docente de la UBA y CFO de Aerolineas Argentinas, Axel Kicillof, en el marco de las tristemente devaluadas Jornadas Monetarias del Banco Central. Dentro de las perlitas de la exposición, una de las que generó más runrún estuvo vinculada a su justificación del proceso inflacionario que vive el país.


Justo es dar algo de changúi y pensar que tal vez los periodistas interpretaron mal y que Axel quiso decir exactamente lo opuesto a lo que dicen que dijo. Caso contrario, sorprende que haya sido capaz de hacer una afirmación tan absoluta y totalmente en contraste con la historia económica mundial del último siglo.

Valga la aclaración. La frase incluye un componente medio vago que la hace flexible. Si por “cercana a dos dígitos” Axel se refería a 7%/8% entonces este post pierde sentido y no puedo más que darle la razón y entender la frase como una profunda crítica a la coyuntura económica argentina. Asumiré, en cambio, que el “cerca de dos dígitos” hace referencia al proceso inflacionario actual, con tres de los últimos cuatro años con inflación del orden del 25%.

Hace un tiempo escribíamos en este blog esto y esto. aunque la actualidad del tema merece darle otra vuelta de tuerca. Voy directo al grano, porque el post es largo.

En la siguiente presentación podrán ver la evolución de inflación y crecimiento en las 22 mayores experiencias de alto crecimiento de los últimos 60 años. Los países fueron seleccionados a partir de ventanas de crecimiento de 20, 30, 50 y 60 años, eligiendo a aquellos países que encabezaban el ranking de crecimiento en cada periodo y excluyendo a países chicos para hacer la muestra más pequeña. La fuente utilizada es la Penn World Table para el PBI per cápita y FMI para inflación. Todos los gráficos incluyen una línea horizontal verde en 25% de inflación.

En violento contraste con la afirmación de Kicillof, verán que en ninguno de los casos es posible encontrar un patrón inflacionario equivalente al local. Repito, en ninguno de los casos el crecimiento fue acompañado de inflación cercana al 25%. Repito. Ninguno. None. Cero.

Desmenucemos un poco la cosa. Hay mucha data y posiblemente se vuelva tedioso en algún punto, pero la evidencia me resultó tan contundente que me daba cosita no mostrarla.

Milagros asiáticos

Empecemos por los casos más espectaculares de crecimiento de la segunda mitad del siglo XX: Los Tigres Asiaticos. Korea, Japon, Taiwan y Singapur . Su PBI per cápita se multiplicó por 15, 10, 23 y 10 respectivamente en los últimos 60 años, arrancando desde un piso equivalente al 25% del PBI argentino actual en 1950 hasta más del triple.

Los países tienen historias individuales distintas pero un patrón común, todas fueron experiencias de alto crecimiento con baja inflación. La inflación promedio durante la edad de oro de Japón hasta la crisis del petróleo (CDP) fue de 4.5%. Korea creció un 7.5.% por año durante 20 años desde la CDP con una inflación de 5.2% Singapur creció 30 años al 6.6% entre 1967 y 1997 con inflación promedio de 3.5% y de 1.9% si excluimos las dos CDP. Taiwan creció 40 años a 6.6% con inflación de 5.1%, y de 3.4% sin el shock de 1974.

Lejos, muy lejos de los dos dígitos de Axel.


Crecimientos acelerados en Asia menos milagrosos

Hay en Asia otro conjunto de países con largos periodos de alto crecimiento que, a diferencia de los anteriores, no lograron aún alcanzar el status de países desarrollados. En este grupo hay dos países de ingreso medio relativamente similares a los de Argentina: Tailandia con 7.800 U$D y Malasia con U$D 11.300 (vs U$D 12.000 en Argentina). Hay también tres de ingresos aun bajos, Sri Lanka (U$D 4.000), Indonesia (U$D 4000) y Marruecos (U$D 3.200) que, aunque no es asiático comparte la característica de alto crecimiento con PBI aún bajo.

Tailandia creció 4.5% durante 30 años desde los 50s, con una inflación promedio de 5.4% y de 3.3% excluyendo la CDP. Desde principios de los ochenta hasta la crisis asiática de fines de los noventa creció 6.1% anual, con una inflación de 4.1%. En Malasia el periodo de 40 años de crecimiento al 5.3% entre 1959 y 1997 fue con inflación de 3.2% promedio y 2.5% sin la CDP. Marruecos creció 6.2% por 20 años entre el 58 y el 77 con 4.4% de inflación.

Indonesia comienza su periodo de crecimiento luego de su segunda hiperinflación en 1966, con 30 años de crecimiento promedio de 5.4% y una inflación de 12% (10% sin la CDP). Sri Lanka tuvo 3.5% de crecimiento por 50 años y 9.1% de inflación (8.4% sin CDP). Aquí aparece por primera vez dos países “cerca de los dos dígitos” aunque bastante lejos del 25% caso local.

Si en este punto ya está convencido que la afirmación de Kicillof no tiene ningún sustento empírico sepa que seguimos. Recién vamos 9 de 22 paises.

Milagros Europeos

Sigamos con 7 casos de países Europeos que, si bien están cómodos entre los países desarrollados, eran países de ingreso medio durante la inmediata posguerra y pueden ser considerados casos exitosos de desarrollo reciente (aún cuando están 3 de los 4 PIGS). Estos son Portugal, España, Irlanda, Austria, Finlandia, Noruega e Italia, cuyo PBI per cápita en el primer lustro de los 50s era, respectivamente, U$D 2.900, U$D 4.400, U$D 6.100, U$D 6.800, U$D 6.800, U$D 10.000 y U$D 6.000. Estos países han visto multiplicarse su ingreso per cápita de un mínimo de 4.5 veces en Italia a 6.8 veces en Portugal en los últimos años

Portugal y España fueron dos países duramente golpeados por la CDP. Ambos países venían de un periodo de 25 años de alto crecimiento (6% promedio) y baja inflación (3.4% en Portugal y 6.2% en España) interrumpido en 1974. Desde entonces y durante una década vivieron un proceso inflacionario comparable con el argentino actual (23% en Portugal y 16% en España) que coincidió con el fin del crecimiento (0.9% y 0.5% respectivamente). Es decir que no sólo la inflación no acompaño el crecimiento sino que interrumpió los 25 años de crecimiento en ambos países. Tras volver a inflaciones de un dígito a mediados de los ochenta, volvieron a crecer aunque a una tasa más moderada (20 años a 3,0% y 2.6%).


En los otros cinco países (los invito a ver el powerpoint para los detalles) la inflación promedio de los últimos sesenta años, excluyendo la CDP fue de 4.1% en Austria, 4.5% en Noruega, 4.8% en Irlanda, 5.1% en Italia y 4.7% en Finlandia.

Los gigantes asiáticos de crecimiento reciente.

Dejo al lector, para ahorrar espacio, el análisis de los casos de India y China que, como verán y como posiblemente resulte evidente a esta altura del partido, agrega evidencia en contra a los dicho por Kicillof. Como en el caso de Chile (el país de mayor crecimiento en América Latina en los últimos 30 años), la aceleración del crecimiento coincide con la caída de los niveles de inflación.


Crecimiento con inflación, pero….

Nobleza obliga, existen en la historia del siglo XX tres países que mostraron periodos prolongados de crecimiento con inflación moderada comparable con la de Argentina: Israel, Brasil y Turquía. Tienen en la presentación dos gráficos por cada uno de estos países.

Brasil vivió su edad de oro con 25 años de crecimiento al 5.0% entre 1950 y 1974. Durante este periodo, como pueden ver en el gráfico inferior, hay un subperiodo de casi una década en el cual la inflación se ubicó por arriba del 25% que coincide con una desaceleración de su crecimiento de algo más de 1.5% durante una década. La crisis del petróleo golpearía duramente a Brasil. A diferencia de los casos anteriores, donde la CDP fue un shock transitorio, en Brasil produciría un quiebre permanente. En 1974 Brasil toca por última vez el piso de 25% de inflación dando inicio a un estancamiento de 20 años y a una escalada de precios que terminaría en las hiperinflaciones de 1990 y de 1993.

La historia se repite en Israel y Turquía. Israel creció 20 años al 4.8% hasta 1970, cuando atravesó por primera vez la barrera del 25%. La CDP los encontró con una inflación del 31%. Desde entonces y durante 15 años Israel dejaría de crecer (0.8%) y vería escalar sus precios hasta el 374% en 1981. El crecimiento, que nunca volvería a ser el de los años dorados, se reiniciaría recién a fines de los ochenta con la inflación de nuevo en un dígito. Turquía creció 3.8% durante los 20 años previos a la CDP, con inflación promedio de 9%. En 1977 cruzaría la barrera del 25% de donde no descenderá durante los próximos 27 años con un crecimiento de tan sólo 1.7% anual. Recién en el siglo XXi, con una inflación promedio de 10%, Turquía volvió a crecer (5.7%).

Es decir en los tres casos el fin del crecimiento y el inicio de un largo periodo de estancamiento coincide con el quiebre de la barrera inflacionaria en valores similares a los que tiene hoy argentina.

Conclusión

Hubo mucha data en este post, y mucha mucha más que no mostré para mantenerme en las 1500 palabras. Espero haber cumplido mi cometido de convencerlo. La idea de que la inflación era un mal necesario que un país debía aceptar si deseaba crecer sostenidamente fue ortodoxia en la disciplina económica durante casi medio siglo, pero fue desacreditada hace ya varias décadas Hoy se entiende que los procesos inflacionarios sostenidos no son síntomas de fortaleza de una economía sino todo lo contrario y de hecho, que si existe una relación de largo plazo entre inflación y crecimiento es negativa.

Por favor, no deje que ningún encantador de serpientes lo convenza de lo contrario.

Atte

Ele

jueves, junio 30, 2011

Sueños oleaginosos


Hace rato que no escribo nada sobre el agro. Menos cerca del análisis de la coyuntura, los estudios de la estructura agroindustrial que vengo haciendo hace un par de años (que en breve deberían reflejarse en un documento de CEPAL) dan menos material para post. Sin embargo, una vez cada tanto uno se encuentra con una perlita que merece ser posteada.

Recordarán que en los álgidos días del segundo trimestre de 2008 estaba instalado el debate alrededor de la sojización, el avance del yuyo maldito que todo lo ocupaba (encontraran mucho sobre el tema aquí). La diatriba se organizaba alrededor de la idea de que la oleaginosa avanzaría hasta arrasar con la diversificación productiva y ambiental.

Mucho se habló oportunamente sobre las pobres dinámicas de sectores que competirían con la soja como la carne, la leche y el trigo o de la distribución de responsabilidades entre la soja y las políticas agropecuarias como para que valga la pena repetirlo aquí. Sin embargo, un reciente hallazgo me permite darle otra vueltilla de tuerca.

Como ustedes bien sabrán, el sector agroindustrial (aka agropecuario), experimentó en los últimos 30 años una transformación productiva y tecnológica que alteró radicalmente la forma de organización sectorial y que es la que permite explicar el fenomenal crecimiento de las cantidades producidas.

Esta transformación, que tuvo a la soja como principal actor, incluye cosas como el pasaje de una estructura integrada verticalmente a una organizada en forma de red, el crecimiento de la producción bajo arrendamiento, la difusión de la siembra directa y de la agricultura de precisión, de los cultivos genéticamente modificados, la profesionalización de la producción y el mayor uso de fertilizantes y agroquímicos, la feedlotización de la invernada vacuna, la tecnificación y concentración de la producción láctea, el desarrollo del polo de crushing y, más recientemente, de producción de biocombustibles, etc, etc, etc.

Dentro de estas transformaciones, a mi entender, una de las más relevantes fue el surgimiento de la soja de segunda. La soja de segunda, como su nombre lo indica, tiene la característica de poder ser producida con una segunda ocupación de la tierra en una misma campaña. Es decir, a diferencia de los cultivos tradicionales, que permiten una sola cosecha al año, la soja de segunda permite que la tierra sea utilizada dos veces en una misma campaña.

La soja de segunda en Argentina comienza a crecer desde fines de los ochenta, de la mano de la siembra directa y de la llegada de la soja resistente al glifosato. Sin entrar en detalles, ambas tecnologías permiten reducir los tiempos de labranza necesarios entre cultivos lo cual libera unos críticos 15/20 días de producción y dan tiempo suficiente para que crezca la soja.
El gráfico muestra la evolución de las hectáreas sembradas con soja de segunda desde los ochenta hasta principios del siglo XXI. Como puede observarse esta tecnología permitió correr la frontera productiva en unos 3 millones de hectáreas de crecimiento intensivo. Al estar necesariamente acompañado de otro cultivo (trigo, cebada, etc) coincidirán que difícilmente este tipo de soja tenga las propiedades arrasadoras asociadas al crecimiento del yuyo maldito.

Ahora bien, veamos la historia reciente de la soja de segunda en comparación con la de la soja de primera, que permite tan sólo un cultivo anual.

El gráfico muestra varias cosas interesantes. En primer lugar, notarán que en las cinco campañas entre las campañas 2003/04 y las 2007/08 no hubo crecimiento en las hectáreas destinadas a la soja de primera, con una siembra estable alrededor de las 11.5 millones de hectáreas. Es decir, durante esos cinco años no avanzó sobre otros cultivos.

En cambio, se observa un crecimiento de 2.2 millones de hectáreas destinadas a la producción de soja de segunda. Es decir que todo el crecimiento de la soja durante el periodo se produjo complementando y no sustituyendo a otros cultivos. Es bastante dificil hablar de "sojización" durante este periodo ¿No?

Ahora bien, muy distinto es el comportamiento de ambas series a partir de la campaña 2008/09. En primer lugar, se observa cómo, en tan sólo dos campañas, la hectáreas destinadas a la soja de primera se incrementan en 4.8 millones. No existe ningún bienio en los últimos cuarenta años con un crecimiento tan acelerado de la soja de primera. En simultáneo, las hectáreas destinadas a la soja de segunda se reducen en 3 millones de hectáreas.

Es decir, si hubo un proceso de sojización en la última década este empezó con la crisis del campo, que, entre otros tantos, planteaba como objetivo detener el avance de un proceso hasta entonces inexistente. Vea usted correlación si quiere, pero a mí la causalidad entre el diseño de las políticas agropecuarias poco felices desde 2007 y el avance de la soja que sustituye y no complementa me resulta evidente. Pocos ejemplos tan claros como este se me ocurre merezcan estar en los manuales de microeconomía básica.

Para quitarle las dudas que puedan quedarle vea el siguiente gráfico, con la evolución de los precios relativos de la soja en relación al trigo y al maíz. Las zonas sombradas representan la época de siembra de soja. Como puede verse no ha habido en el pasado reciente ninguna señal de precios favorable a la soja que justifique tamaño movimiento e incluso se observa en la campaña 2006/07 y en la última movimientos que perjudican a la soja en beneficio del trigo y el maíz.

Así las coas. Si hay algo en la sojización del agro que no les gusta, ya saben a quien llamar.

Atte

Luciano

jueves, junio 09, 2011

Calma Chicha

Hace un trimestre, cuando todavía posteabamos de modo regular, nos preguntábamos cuál de los tres escenarios enfrentaría la macroeconomía argentina en el futuro cercano. (a) Un aterrizaje suave y elegante, con crecimiento convergiendo hacia algo sostenible e inflación en baja, (b) un proceso de bajo crecimiento e inflación inducido por la sobreapreciación del peso y/o un aumento de los salarios reales hasta el punto en que se vuelven recesivos o (c) una crisis de balance de pagos resultado de la cada vez menos alentadora posición de la cuenta corriente y de la salida de capitales.

La dinámica que finalmente se produzca, decíamos en aquel entonces, dependerá crucialmente de los impactos mutuos que existen entre las distintas variables macro (y de sus tiempos y elasticidades). ¿Qué apreciación se banca el nivel de actividad? ¿y la cuenta corriente? ¿A partir de qué punto la inflación empezará a afectar el ritmo de crecimiento? ¿Cuánto se acelera/desacelera la inflación con crecimiento de la actividad? ¿Cómo depende todo esto de las decisiones de política macroeconómica? El trabajo del economista es, justamente, trazar todas esas flechitas uniendo variables, tratando de encontrar relaciones de causa y efecto y, dentro de los posible, cuantificarlos.

Dicho esto. ¿Qué está mostrando la dinámica macro hoy?

En primer lugar tenemos lo que se observa en el siguiente gráfico. Utilizando los datos de inflación de Chubut, Jujuy, Rio Negro, Neuquén, San Luis y Tierra del Fuego (creo que perdimos La Pampa, que desde hace unos meses tiene movimientos algo sospechosos) construimos, en una versión simplificada del indicador que presentáramos acá, un índice de inflación “Núcleo”.

Al eliminar la volátil influencia de alimentos y bebidas, una serie de estas características refleja mejor el proceso de “inflación subyacente” que el Nivel General. Lo ideal sería también eliminar precios administrados, pero, por un lado, no están fácilmente disponibles y, por otro, son poco comparables entre provincias.
El dato más interesante del gráfico anterior es que la inflación núcleo parece haberse estabilizado en un 24% anual desde mediados del año pasado. Noten que este indicador no presenta la caída de casi cuatro puntos en la tasa de inflación que se ve en el nivel general, con un máximo a un 27/28% interanual, que se explica por el comienzo de reversión del shock negativo que hace un año sufrieron las carnes.

La pregunta relevante aquí es ¿Qué está pasando con el proceso inflacionario? ¿Por qué se habría estabilizado?*

Mi primera aproximación es que la economía está experimentando un evidente (y agrego saludable) proceso de desaceleración en su ritmo de crecimiento que llevó el 9/10% del fines de 2010 a algo más cercano al 6% en el segundo trimestre. Quienes, como este servidor, creen que hay alguna relación entre el ritmo de crecimiento “en exceso” de un país y la aceleración de la tasa de inflación verán en esto una fuente de contención de la inflación.

Vean el siguiente gráfico donde se compara, alternativamente, el crecimiento de la actividad** (y en punteado el exceso del arbitrario crecimiento de largo plazo de 4.5%) y la inflación núcleo. Vea usted si quiere correlación, pero a mí me cuesta no ver causalidad.
Es decir, en una primera versión podríamos decir que la inflación es relativamente bien capturada por algo así como “Infla hoy = Infla ayer + alpha * (crecimiento -4.5%)*** que no es otra cosa que lo que Lucas planteara en este post . Sin embargo, el problema es que, así planteado, la reducción del crecimiento “en exceso” no alcanza para explicar la estabilización del proceso inflacionario. 6% sigue siendo mayor a 4%/4.5% y la inflación no debería estabilizarse sino seguir creciendo a un ritmo más lento.

Lo que nos falta se ve en el siguiente gráfico.


Es decir, el resto del trabajo sucio lo está haciendo la apreciación del tipo de cambio real. Moviendose en un entorno relativamente estable alrededor de los mínimos durante la crisis financiera, el TCR podría estar, según esta simple interpretación, afectando positivamente la dinámica inflacionaria, de la misma forma que la aceleración del 2009 puede ser leída como la respuesta nominal al intento de llevar esa variable a los valores pre crisis.

Entonces, tendríamos que: “Infla hoy = Infla ayer + alpha * (crecimiento -4.5%) + beta * “shocks de oferta”...

...donde dejamos para este “shock de oferta” los movimientos varios que puede experimentar la curva de oferta incluidos los cambios en el Tipo de Cambio Real, la intensificación de la puja distributiva, los cambios en las expectativas, etc. Hete aquí, en su versión más simplificada, el modelo de inflación que este servidor tiene un su mente****.

En conclusión, si esta interpretación es correcta, lo que tendríamos es que el movimiento horizontal que la inflación muestra hace un año podría sería el resultado de una presión de demanda que, cada vez menos fuerte, es compensada por la apreciación del tipo de cambio real. Esta dinámica invita a ilusionarse con que, si el sector externo nos da algo de tiempo, tal vez el escenario de soft landing no sea tan improbable como insinuaba en este post.

El riesgo, claro, es que la desaceleración no se frene en 4.5% y/o que durante el proceso de desaceleración al balance de pagos se le ocurra darnos alguna mala noticia, pero ese es otro tema que dejamos para otro post para cerrar este en tono optimista.

Atte

Luciano

*Me pregunto, dicho sea de paso, cuál será la explicación del CENDA y/o de quienes tienen una explicación estructural de la inflación.
**La serie de crecimiento es el IGA de Orlando Ferreres
***Vale aclarar que ese 4.5% no es otra cosa que un intento de capturar el “output gap” y que será bastante más alto en contextos recesivos. Es tan sólo una aproximación generosa al Crecimiento de largo plazo.
****Noten que es un modelo estrictamente real aka. "no monetario".

lunes, mayo 16, 2011

Déjà vu, Déjà vécu… Dejá BrazúK

Segunda apostilla en ESC de Aia Ray, nuestra amiga entendida en temillas de Comercio Exterior, que aquí nos desburra nuevamente sobre la situación comercial Brasiloargentina.

Déjà vu, Déjà vécu… Dejá BrazúK - Por Aia Ray

Una vez más abrimos el diario y leemos sobre una guerra comercial con Brasil.Una vez más escuchamos sobre represalias comerciales, enfrentamientos y sobre una pelea desigual contra nuestro mayor socio comercial. Una vez más nos adentramos en una nube de caos y confusión que parece tener un solo mensaje nítido: “guerra comercial con Brasil”=”Argentina pierde”.

Si bien nadie podría dudar de la veracidad de la igualdad precedente, sí podemos dudar de la existencia de una guerra comercial con nuestro principal socio. En efecto, según mi humilde entender, no sólo no existe tal guerra, sino siquiera una batalla. Es sólo un poco más de la misma película que ya hemos visto varias veces, esa que se llama “La mentira del Mercado Común del Sur que nunca fue siquiera una Zona de Libre Comercio”.

¿Por qué digo que no es una guerra? Lo que hemos visto en estos días no es una represalia como tal en tanto Brasil tan sólo incluyó algunos productos más al régimen de licencias no automáticas (LNA) que aplica a muchos bienes.

El sistema de LNA, a diferencia de otras medidas comerciales, es de carácter universal, es decir que NO discrimina según el origen. Todos los productos alcanzados por esta medida requieren de una certificación previa, sin importar el país de su procedencia. A mi entender, las represalias deben estar dirigidas a un país específico e implicar una verdadera traba al ingreso de los productos, como lo fue el año pasado el caso con China, cuando se dejó de comprar específicamente aceite de soja argentino.

Este mecanismo de LNA, aceptado por la Organización Mundial del Comercio (OMC), implica que los productos precisan de un trámite previo para poder ingresar al país. Se trata de una barrera no arancelaria, que hace más lenta la importación de estos bienes, la desalienta, pero en ningún caso significa una prohibición. A partir de la aplicación de las LNA, los productos podrán demorarse hasta un plazo máximo de 60 días (es decir, puede ser menos).

Y entonces ¿Por qué la disconformidad de Argentina? El eje de la queja está en que las autoridades locales no fueron avisadas con antelación. En efecto, en un período en que se intenta realizar un esfuerzo conjunto para monitorear el comercio bilateral, con comisiones específicas de seguimiento y monitoreo del intercambio bilateral que tratan los casos que pudieran llegar a afectar el comercio con nuestros socios del MERCOSUR, parece un paso en falso para el desarrollo sólido del mismo.

Pero entonces ¿Brasil no tiene razones para quejarse? Sí, muchas. Sin embargo, sus quejas no surgen no por la aplicación o extensión de nuestro régimen de LNA. En efecto, mientras Argentina aplica LNA al 13% de los productos comercializados, Brasil lo hace a casi el 40%. La disconformidad de Brasil surge por la demora en la entrega de certificados, que en muchos casos se extiende a más de 60 días.

No obstante, no es sólo eso. El mayor problema para Brasil, son el resto de las medidas no formales que aplica la Argentina. En el cuadro a continuación, se puede observar diverso tipo de medidas, entre las cuales, las últimas tres son medidas no formales y no permitidas entre las normas de comercio internacional (Click para agrandar).


Por ello, no hay que confundir las licencias no automáticas con el resto de medidas que se aplican. Las LNA tienen diversas funciones, entre las que se encuentra el monitoreo del comercio que pudiera ser desleal, pero es una medida lícita en el sentido que tiene reglas que se rige por normas internacionales, que es predecible y manejable. No es el caso de medidas tales como la de “importás si exportás”, que lleva a situaciones irrisorias como la de empresas automotrices comprometiéndose a exportar vinos, aceitunas o lo que fuere.

Es éste último tipo de medidas el que afecta profundamente al comercio con nuestros pares. Sin embargo, no sólo nuestros socios se ven perjudicados, sino también los diversos actores económicos locales. Cuando las medidas no están sujetas a ninguna regla, se genera incertidumbre y desaliento que sólo redunda en desinversión y freno al crecimiento.

En conclusión, lo que estamos viviendo no es una guerra comercial, sino simplemente países aplicando medidas según su conveniencia sin importar los esfuerzos conjuntos previos para el llevar adelante el monitoreo bilateral y evitar disconformidades entre los sectores económicos locales. Peor aún, siendo indiferentes a los compromisos asumidos bajo el ala del Mercorsur, ambos países están poniendo en jaque el desarrollo y la verdadera conformación del bloque.

Autor: Aia Ray

miércoles, mayo 11, 2011

Time is up, Lucas

Uno de los debates más viejos de la BEA se centra en determinar cuales son los causales del proceso inflacionario que experimenta el país en la actualidad. Hemos escrito mucho sobre este tema en ESC. Una de las líneas que habíamos explorado, no es nuestra sino que fue planteada por el profesor emérito de la BEA, Lucas Llach en múltiples oportunidades.

Rollo siempre defendió la explicación cambiaria de la inflación argentina. La hipótesis fundamental de esta tesis es que el nivel de los precios en Argentina, cuando se miden en dólares, debe ser consistente con el diferencial de productividades entre la economía nacional y la de los EEUU: dado que los del norte son más productivos que nosotros, los precios en USD de nuestro país deben ser más bajos que los de ellos.

¿Todos los precios?. Pues no, ya que una parte de los precios que componen la canasta del consumidor es transables y su precio tiende a determinarse en el mercado internacional, por lo que ese diferencial debería concentrarse fundamentalmente, en el precios de las “cosas” que no compiten con el mercado exterior. En castellano, si bien la Coca Cola debería tender a valer lo mismo en ambos países, lo mismo no tiene por que ser cierto para los peluqueros.

Esta versión de Lucas no es más que una variante del criterio de Paridad del Poder Adquisitivo, pero formulada de tal modo que corrije por el efecto de los precios no transables antes mencionado (efecto llamado Harrod-Balassa-Samuelson). Así el pecado original de la política cambiaria fue mantener el tipo de cambio real muy por encima del valor de equilibrio consistente con el diferencial de productividades en 2003.

Martín Uribe intenta una explicación similar. Si existe un desquilibrio en el precio relativo transables-no transables (eso es el tipo de cambio real), en el cuál el TCR esta muy alto respecto del equilibrio, la política de fijación cambiaria implica que la convergencia de ese precio relativo al equilibrio será casi exclusivamente por la vía de aumentos en los precios no transables, es decir, vía inflación doméstica.

Hasta aquí no hemos dicho nada nuevo. Sabido es que tengo varios problemas con esta teoría de la inflación. Alguna vez dije: “esta "teoría" que no me dice el como, el cuando, el porque ni el donde me suena a poco”. El enigmático amigo de Olivera y Levy-Yeyati, Segundo Campos, lo dijo con un poco más de academia encima: “Mi argumento, entonces, es que como tenés esencialmente indeterminado el cierre nominal, un mismo cambio de precios relativos puede ocurrir a muy diferentes tasas de inflación. Eso es lo que tiende a explicar el alza sostenida de la tasa de inflación, y sugiere que el equilibrio inflacionario con el que estamos funcionando es potencialmente inestable”.

Que básicamente vendría a ser lo que nosotros pataleabamos por acá para pelear con Lucas: esta teoría de la inflación me dice, en términos del Profesor Julio H. Olivera, cuál es el impulso inicial de la inflación, pero deja “muy en el aire” la velocidad a la cual el mismo se va a propagar.

Respecto de esto último, vale advertir que el gas de esta explicación de la inflación esta llegando a su fin. Recordando unas cuentas hechas hace un año, calculamos cual es el TCR "de equilibrio" consistente con la Paridad de Poder Adquisitivo, pero corregido por el mencionado efecto Harrod-Balassa-Samuelson. El resultado de esta versión actualizada y mejorada* de nuestra estimación de un año atrás nos muestra varias cosas interesantes:
Primero, al tomar las nuevas bases de datos de la PWT, se sostiene que el nivel de apreciación real durante la convertibilidad era de aproximadamente un 40%, atraso cambiario que duró nada menos que 10 años. Notemos además que la devaluación de Brasil en 1999 agudizó este desequilibrio llevando el nivel de atraso a más del 50%. Doom to failure.

Segundo, la diferencia entre el TCR observado y el corregido era de 22% en 2007, frente al 7,2% que habíamos estimado en aquella oportunidad. El punto central aquí es que probablemente ese sea el último año en el que podemos hablar de "TCR competitivo" con un nivel de depreciación superior al 20%. Desde es año, la apreciación se acelera marcadamente y cae a solamente el +5% en 2009.

Tomando ambas observaciones, es inevitable la pregunta, ¿estamos caros en USD?. Lo más importante de mencionar de acuerdo a nuestros numerillos, es que con un crecimiento del PIB por habitante del 7% en 2010, el TCR de equilibrio se apreció “solamente” un 1,4%. Nuestro amigo Natalio nos cuenta que el TCR efectivo cayó un 17,3% por lo que el año pasado finalizó con un TCR por debajo de su valor de equilibrio entre un 5% y un 10%.

Ahora bien, ¿es grave la situación actual?.

Si no consideramos la película como lo más preocupante en Argentina y comparamos la foto con lo que vemos en el resto de la región se observa que la situación actual no parece ser particularmente grave: salvo en el caso del siempre “consistente” manejo cambiario de Perú, el nivel de apreciación supera el 20% en todos los casos y en algunos, lo supera largamente (Brasil, Uruguay, Venezuela). Sin embargo, la velocidad a la cual transita el ritmo de apreciación nos llevaría a estar en el nivel de Chile-Colombia con solo una paritaria más del 20%.
En definitiva, si todo lo anterior es cierto hoy ya no existen los trabajadores argen-chinos, sino más bien todo lo contrario, y en moneda internacional el trabajo argento se volvió caro (esto también implica que si la hipótesis de la inflación cambiaria es cierta, el nivel de desempleo de 7-8% es consistente con el pleno empleo en el mercado de trabajo).

Las buenas nuevas son que estando cerca del equilibrio, el impulso inicial è morto, y solo quedan los mecanismos de propagación donde todos corren como locos para pujar en el ajuste de sus precios, aunque ya nadie sabe ni como ni cuando empezó todo esto. Es decir, si Lucas tiene razón, la medicina para el actual proceso inflacionario debería ser nada más y nada menos, que alguien diga hasta acá llegamos y que el resto se discipline.

Este post se esta haciendo largo. En su momento ELY, Elemaco, Olivera y varios más nos explicaron sus problemas con esta tesis de la inflación. Lo importante aquí, es igualmente, prestar atención al frente externo y a la creación de empleo.

Si la teoría Llach es cierta, el actual nivel de tipo de cambio, no solo no importa inflación, sino que es importadora de deflación en el modo de un boom de importaciones. Además, como dijimos, el trabajo argentino es crecientemente más caro en dólares, y cada vez más, por encima de su productividad relativa y eso nunca puede ser bueno para la creación de nuevos puestos de trabajo.

Pero estas dos últimas cuestiones serán espacio de futuras elaboraciones.

Saludos,
Juan

* Al TCR de equilibrio lo ajustamos por Harrod-Balassa-Samuelson y también por términos de intercambio, ya que para economías como la nuestra, nos parece que esta variable es clave.

Inflación verdadera 2

Actualizando el indicador que mostrara hace un año a partir del obsesivo y nunca bien ponderado excel de gastos familiares, e incorporando una serie con el otro bien que puedo medir homogéneamente en el tiempo, la "Inflación Verdadera-Elemaco" da algo así:

Lo malo: Los precios se multiplicaron por 2.7 en cinco años

Lo bueno: Los precios relativos quedaron igualitos, con lo cual la inflación no tiene porque haber distorsionado ninguna decisión...

Así las cosas. Seguimos con la programación habitual de ESC.

L

PD: Increiblemente, el aumento acumulado de ambas series está muy cerca del 2.8 del periodo que registra Natalio en su IPC-CqP

martes, mayo 10, 2011

It. El regreso del payaso maldito

No voy a negar que mi primera aproximación a la propuesta de Juan Cabandie de prohibir la venta de Cajitas Felices que mezclen hamburguesas con juguetitos fue tomármelo por el lado de la chacota (y ya que estoy en tren de confianza, admitir también que fue mi segunda y tercera aproximación). Sin embargo, el notar que no compartía la opinión con Lucas Llach (quien, no tengo vergüenza de admitir, logra convencerme de casi todo. Y ruego no buscar dobles sentidos en esta afirmación), me obligó a pensarlo un poco más en detalle.

Mi primera impresión es que Cabandié busca con esta propuesta replicar el debate mediático que también se está dando en lugares como San Francisco , Nueva York y Santa Clara, California . Allí también, y en medio de debates bastante acalorados, las autoridades prohibieron o buscan prohibir la combinación de juguetitos con alimentos que no cubrieran estándares nutricionales mínimos. Este punto en sí mismo, sin embargo, es un no argumento para criticar, no sólo porque no es mi rol juzgar intenciones, sino porque, si la medida es buena, bienvenido sea el debate mediático.

De todas maneras, no me resulta obvio que la situación que da origen al debate en los Estados Unidos sea similar a la que vivimos en Argentina. Allí, a tan solo U$D 3 en un país con un nivel de salarios varias veces superior al nuestro y problemas epidémicos de obesidad infantil, la cajita feliz es un bien de consumo masivo. Aquí, en cambio, a casi $30, el consumo frecuente de cajitas felices es casi casi un bien de lujo. La pregunta que dejo abierta, y para la cual no tengo una respuesta, es ¿Hay en el país un exceso de consumo de cajitas felices en los niños?

Supongamos que si y que hay un problema de salud pública que merece una regulación. ¿Es la regulación propuesta una que cumple con sus objetivos y tiene un “resultado social” positivo? Aquí algunos apuntes de microeconomía básica.

El punto de partida es diagnosticar que, al no incorporar el daño que genera el consumo de cajitas felices de sus hijos a la sociedad, los padres brindan un mayor nivel de hamburguesas chatarras del socialmente óptimo. La fuente de daño social puede ser variada y va desde una “menor productividad social” del niño que en su adultez será gordo al impacto que la mayor incidencia de gordura generará sobre los costos de la salud pública.

Ahora bien, al dirigir la regulación al marketing, el supuesto subyacente es que está “sobredemanda” de cajitas se da porque la combinación de hamburguesa con juguetito altera las preferencias de los niños (y de los padres) y los hace comprar más de lo que comprarían si no existiera el pack feliz.

Ahora bien, ¿Cómo se reparten los costos y beneficios sociales de una prohibición lisa y llana de la cajita feliz?

En primer lugar tendremos el impacto positivo. Tendremos niños (y luego padres) que, sin juguetito, ya no querrán comer comida chatarra en McDonalds. Menos consumo de hamburguesas, menos diabetes, sociedad más feliz. Sin embargo, el “resultado social neto” dependerá de que este beneficio sea mayor a dos costos que se derivan de la regulación. En primer lugar, habrá niños que seguirán queriendo comprar hamburguesas pero ya no tendrán su juguetito (lo cual, convengamos, es malo). En segundo lugar, habrá niños que ya no comprarán hamburguesas pero las sustituirán por cosas igual de perniciosas o peores (por ejemplo, un chori de un carrito en costanera).

Si son más los niños que abandonan la hamburguesa y lo reemplazan por comida más saludable en relación a los que siguen comiendo sin su juguetito, el beneficio total será positivo. Caso contrario, la regulación nos deja peor que antes. Es decir, y para ponerlo de forma bien inentendible, que el resultado final de la medida dependerá de la elasticidad de la demanda de las hamburguesas de McDonalds y de sus sustitutos en relación al juguetito de la cajita feliz. Todo bastante técnico, pero no por ello menos cierto.

Ahora bien, para que no sean todas pálidas. ¿Cómo diseñar una regulación que tenga los impactos positivos de la medida (que haya menos nenes comiendo las hamburguesas) y no los negativos (que haya otros que se queden sin juguetito)? La clave es que, en vez de apuntar a disminuir el set de opciones de los padres (esto es, prohibir la cajita) hay que aumentarlo buscando, a la vez, eliminar el impacto que el marketing tiene sobre las preferencias de los niños.

¿Y cómo se logra esto?

Simple. En vez de prohibir la cajita feliz, lo que hay que hacer es obligar a McDonalds a que, si quiere tener un pack Cajita Feliz, tiene que ofrecer compulsivamente y por separado los juguetes y las hamburguesas. De esta manera se logra que el padre que compraría igual hamburguesas sin juguetito pueda darle un juguetito a su hijo y que el padre que compraba la hamburguesa solo por el juguetito pueda satisfacer su deseo y salir del local para alimentar a su hijo en la cadena de comida naturista más cercana.

Es decir, el secreto de la regulación no es acotar el set de opciones de los padres. No es que el Estado te prohíba lo malo sino, en cambio, que te corrija incentivos y agregue oportunidades para que, solitos, padres e hijos elijan opciones socialmente mejores.

Voila. Todos ganan (menos Arcos Dorados, claro)

Atte

Luciano

PD: Nada de esto hubiera sido posible sin el invaluable aporte de mi amigo personal @fgrinberg. SiganloN en twitter, que no los va a defraudar.

lunes, mayo 02, 2011

Esas extrañas CENDAs inflacionaria

La gente del CENDA expuso, en una nota en Página 12, su versión del proceso inflacionario en Argentina. En pocas palabras, el argumento es que la inflación es el resultado no del desmanejo de la política macroeconomía sino, en cambio, de la combinación de inflación importada montada sobre una puja distributiva que la propaga.

A mi entender, el talón de Aquiles de esta hipótesis es su debilidad para contestar la simple pregunta de por qué no se observan procesos similiares en otras partes del mundo. La explicación del CENDA es que “somos un país especial”, particularmente expuesto a los shocks internacionales en las commodities. En las palabras del propio CENDA, un punto crítico de la hipótesis es que:

“Una de las especificidades de la economía argentina radica en que los bienes transables ocupan un lugar preponderante en la canasta de consumo de la clase trabajadora.”

Si esto efectivamente fuera así, no es extraño pensar que una parte importante de nuestro proceso inflacionario es importado. Ahora bien, espero con este post convencerlos de algo bastante simple. No alcanza con que una hipótesis sea consistente para que sea cierta. También tiene que ser cierta, y la del CENDA no lo es.

El amague

Argentina se ubica, en línea con la hipótesis de especificidad del caso local, entre los mayores productores y exportadores globales de alimentos. Su especificidad parte no tanto de que produzcamos mucha comida, sino de que lo hacemos en un contexto de baja población. La producción de China, Brasil o Estados Unidos es entre 7 y 10 veces la nuestra, pero tienen muchas más bocas que alimentar, con lo cual el excedente es menor.

El siguiente gráfico* muestra la evolución de la producción de alimentos Argentina desde 1962 hasta 2007 expresado en tres unidades: (a) kilocalorías producidas por habitante por día (b) gramos de proteína p/hab/día y (c) gramos de grasa p/hab/día. Tras un sostenido proceso de crecimiento, las 11.500 kilocalorías de producción de 2006/07 nos ubican en un cómodo primer lugar, lejos del Brasil, el segundo, con 6.600 kcal y mucho más lejos del promedio mundial de 2.400**.

Argentina se encuentra también entre los países que mayor porcentaje de su producción de alimentos destina al mercado externo. El 72%, el 84% y el 41% de las calorías, de las grasas y de la proteína producida, respectivamente, se exporta al mundo***. Sin ser los primeros, este ratio nos ubica en el top 10, superados, entre los grandes sólo por Malasia y Holanda, y cerquita de Dinamarca y Nueva Zelanda. En todo caso (algo menos en el caso de las proteínas) Argentina se ubica lejos, del promedio de 28%, 19% y 28% respectivamente para el resto del mundo.
Es decir, que, a priori parecería ser cierto que somos especiales. Producimos y exportamos muchos alimentos. Si el post terminara aquí, no podría más que sucumbir a la abrumadora evidencia de que somos especiales, pero no…..

La estocada

Sin embargo, habrán notado que, de acuerdo a la afirmación del CENDA, la particularidad Argentina no está en la transabilidad de su producción sino, en cambio, en la de su canasta de consumo. ¿Qué pasa cuando pasamos de una perspectiva a la otra?

El siguiente gráfico muestra la composición de la canasta alimenticia argentina medida en calorías, proteínas y grasas. FAO cuenta con información para unos 75 grupos de alimentos, donde se destacan los derivados del trigo, los azucares, la carne de vaca y de pollo, el aceite de girasol, el maíz, arroz, las papas, etc.

Así, por ejemplo, el aceite de soja, la gran estrella en la canasta de exportación, representa tan sólo el 2% del aporte calórico, el 6% del aporte de grasas y menos del 1% del aporte de proteínas. (Click para agrandar)

Ahora bien, que pasa si replicamos el ejercicio previo y medimos el porcentaje de producción exportada pero esta vez ponderando por el peso de cada producto en la canasta alimenticia de cada país. Los resultados, ponderando por las kilocalorías, se presentan en el siguiente gráfico (los de proteínas y grasas, que están en el Excel, muestran resultados similares)

Argentina pasa del top 10 a estar en un cómodo puesto 34. Es decir, hay, de los 141 países de la muestra, 33 con una canasta de alimentos más exportable que la nuestra****. El 43% de tasa de exportación de la canasta argentina lo ubica cerca del promedio de 34%, aunque aún bastante por encima de la mediana de 14%

Coincidirán conmigo en que, si somos especiales en algo, los especiales somos varios ¿no?

Finish him!

Sin embargo, esta es sólo la mitad de la historia. Habrá notado el lector que hasta este punto del post he usado indistintamente “exportable” como sinónimo de “transable”. Ahora bien, recordando que la definición de bien transable es algo así como “todo bien susceptible de ser comerciado internacionalmente” salta a la vista que nos está faltando un elemento fundamental: los compradores.

¿Qué economía tiene una canasta más transable? ¿Cuál está más expuesta a un shock internacional? ¿Una que exporta el 50% de su producción de alimentos o una que tiene que importar el 50% de lo que consume?

Incorporando esta simple y elemental afirmación al ejercicio previa llegamos a una historia completamente distinta. El siguiente gráfico incorpora al anterior la tasa de importación de cada producto alimenticio. Es decir, para cada uno de los alrededor de 75 productos alimenticios, calculo un coeficiente de apertura considerando tanto exportaciones como importaciones (versión techie aquí) y lo que se obtiene es lo siguiente

Argentina pasa, con un indicador de apertura de 44%, del puesto 34 al puesto 76, por debajo del promedio mundial de 57% y muy cerca de la mediana de 45%.
Es decir, no sólo Argentina no es especial y no tiene una de las canastas de consumo más transables del planeta sino que, en cambio, tiene una de las canastas de consumo más comunes. Está ahí, justito en el medio. Ni muy muy, ni tan tan

Entonces, en conclusión, la pregunta es, si nuestra canasta de consumo es tan transable como la más común de las canastas ¿Qué queda de una teoría de inflación que requiere que seamos especiales?

Dicho esto, me despido, no sin antes desearles a todos una muy buena semana

Atte

Luciano