viernes, septiembre 13, 2013

¿Aire para las reservas?

Comparto columna que salió hoy en el semanario El Economista

El maíz y la soja Dos aliados impensados para las reservas hacia fin de año

La campaña agrícola 2012/2013 presenta un conjunto de factores atípicos respecto a campañas pasadas que podrían generar en los próximos meses noticias positivas que apuntalen la declinante evolución de las reservas.

En primer lugar, la crisis del sector triguero produjo un cambio en el mix productivo agrícola hacia un mayor peso relativo de la soja. Este desplazamiento, que paradójicamente podría implicar un saldo positivo de hasta US$ 1.500 millones durante la campaña, implicó un cambio en la estacionalidad del ingreso de divisas que fue menor durante el primer trimestre del año, de unos US$ 1.200 millones, que, en situaciones normales, deberían haber sido compensados hacia mediados de año. A su vez, estos cambios se complementaron con un segundo efecto, más contemporáneo y de mayor magnitud.

La presenta campaña de soja presenta un patrón anormal de atraso en el ritmo de ventas. Hasta mediados de agosto, en el promedio entre las campañas 2004/05 y 2011/12, el 77% de la cosecha había sido vendida a exportadores o a la industria, cifra que cae a 60% en la presente campaña. Esta postergación de la venta equivale a 8,2 millones de toneladas o US$ 4.200 millones en exportaciones que, en circunstancias normales, ya habrían sido liquidadas a esta altura del año. Si bien esta mayor retención de stocks sojeros refleja en gran medida una decisión de portafolio que prioriza la preferencia por un activo indexado al dólar, el mayor ritmo de devaluación y las perspectivas de menores precios futuros, podrían normalizar el patrón de liquidaciones en los próximos meses.

Mientras tanto, crece la incertidumbre asociada a la campaña de maíz. En julio pasado, la Presidenta anunció que en la campaña agrícola 2012/2013 la Argentina estaría alcanzando un nuevo récord de producción agrícola de 105 millones de toneladas, por arriba de las 104 de la campaña 2010/11. El anuncio trajo como novedad una notable corrección al alza de las proyecciones de maíz hasta 32 millones de toneladas, generando una fuerte brecha por sobre las estimaciones del sector privado (cerca de 25 millones de toneladas).

Analistas del sector coinciden en que las actualizaciones metodológicas implementadas son sólidas y representan, de ser exitosamente implementadas, una mejora importante respecto a la medición previa, en base a un proyecto en el que se viene trabajando desde hace años. Pero creen, sin embargo, que la estimación en la presente campaña presenta resultados anómalos tanto en relación a los rindes empleados, sobreestimados por una extrapolación simple de las previsiones para las hectáreas medidas con el método anterior, como en lo referente al número de hectáreas sembradas, donde surgen datos de color de difícil explicación como la duplicación del área de maíz en Venado Tuerto o en Santiago del Estero.

Los datos de comercio exterior agregan más incertidumbre: a julio de este año, las exportaciones acumuladas de maíz ascendían a 15,4 millones de toneladas (13,8 desde marzo, cuando comienza la cosecha de la presente campaña), cifras históricamente altas, que superan en 26% y 31% el récord previo.Esta sorpresa positiva es consistente con dos historias. Por un lado, el nivel de exportaciones registrado reflejaría una menor absorción (contracara, por ejemplo, de la mayor liquidación de stocks vacunos) y una menor retención de stocks, con ventas anticipadas respecto a un ciclo normal de liquidaciones. Por el otro, sería el nivel de exportaciones que se observaría si, efectivamente, la producción fuera de 32 millones de toneladas.

El reciente anuncio de liberación de tres millones de toneladas de maíz para exportación lleva el cupo total a veinte millones, por arriba de las dieciocho millones de exportaciones disponibles que surgen de los cálculos privados, y en línea con la previsión oficial de mayor producción. Si bien no hay al momento elementos que permitan discernir entre ambas explicaciones, existe un riesgo al alza en las exportaciones de maíz que podrían adicionar hasta US$ 1.000 millones al saldo exportador para el año.

La combinación de ambos factores (la posible existencia de mayor maíz del previamente estimado y la aceleración en las ventas de soja) podría dar buenas noticias en los próximos meses, interrumpiendo o incluso revirtiendo –aunque lamentablemente sólo de forma transitoria– el sendero declinante de las reservas durante 2013.

martes, septiembre 03, 2013

Al pan pan

Mucho se ha hablado, en particular hace algunos años cuando aún existía algún punto de contacto que permitía el debate, sobre el rol que las commodities tuvieron en el inicio del proceso inflacionario que hoy, cinco años después de haber atravesado la barrera de los dos dígitos, carcome nuestra macro. En particular había – y aún hay – quienes, en el afán de tercerizar la responsabilidad de la política económica, consideran que fue el boom de commodities de 2007/2008 el principal disparador de la aceleración de inflación.

Posiblemente el exponente más puro de esta hipótesis sea este documento de Andres Asiain, quien no duda en afirmar que “LA RESPONSABILIDAD DE LA INFLACIÓN EN ARGENTINA ES DE JULIO COBOS”. Su argumento es simple. La suba de retenciones interrumpida por el voto no positivo del ex vicepresidente hubiera evitado el shock inicial de la suba internacional trasladada a los precios domésticos que, propagada luego por la puja distributiva, explica la aceleración inflacionaria. 

Hoy tenemos una triste coyuntura que sirve de experimento natural para poner a prueba esta hipótesis.

En el último año y medio el mercado de trigo ha vivido una de las peores crisis de su historia o al menos, porque tampoco es cuestión de estar exagerando, desde aquellos primeros embarques que Avellaneda festejara en 1878. En un plazo de un año y medio, el precio en pesos del trigo se multiplicó por 5 y por 2.5 en los últimos ocho meses, convirtiéndolo en el más caro de todo el planeta.

Sin embargo, no es el objetivo de este post analizar las consecuencias negativas de largo plazo de los errores por la improvisación voluntarista resumida en el slogan taquillero “cuidar la mesa de los argentinos” sino, en cambio, concentrarme en sus consecuencias macroeconómicas.

Como no me canso de repetir cada vez que tengo oportunidad de meter el chivo, en Elypsis hacemos un relevamiento de los precios online con una muestra ya clasificada de casi 120.000 precios diarios (sobre un total de medio millón), lo cual permite hacer un análisis bien detallado de la dinámica inflacionaria.

Dicho esto, La siguiente tabla resume la evolución desde marzo (cuando comenzó nuestro relevamiento) de los precios al consumidor de los productos derivados del trigo, junto a su peso en la canasta de consumo (que surge de las ponderaciones que utilizaba el IPC-INDEC antes de la intervención).

Entre febrero y agosto el precio del trigo se duplicó en pesos. Desde entonces, se registraron subas del 46% en la harina (la primera transformación industrial del trigo), de 20% a 26% en pan fresco y pan rallado y rebozadores (la más simple de la segunda transformación industrial) y entre 13% y 19% para los derivados algo más elaborados (pastas, golosinas, etc).

En promedio, tomando el peso de cada producto en la canasta, el precio de los derivados del trigo subió un 19%. O dicho de otra forma, por cada peso de suba del trigo, el precio al consumidor de sus derivados subió 19 centavos

Sin embargo, no es correcto asignar el total de la suba del precio de los derivados al precio del trigo, teniendo en cuenta que durante el periodo la inflación acumulada fue de alrededor de 10%. De esta manera, la elasticidad de los derivados se encuentra en algún punto entre el máximo (19%) y el mínimo (9%) que surge de netearle la inflación general. Seamos salomónicos y asumamos 15%.

Ahora bien, tenemos que un incremento del 100% en el precio del trigo sube el precio de los derivados un 15%, lo cual, en función de su peso en la canasta de consumo 6.4% equivale a 1.0% de incremento. Es decir, duplicar el precio en pesos del trigo agrega 1% a la inflación.

Téngase en cuenta que el trigo es el cultivo extensivo de mayor impacto en la canasta de consumo. El maíz afecta aún más indirectamente que el trigo. Una porción muy pequeña se consume crudo o en conservas, pochoclo o polenta, mientras el resto llega al consumidor luego de tres o cuatro transformaciones en forma de carne animal (donde se usa como alimento balanceado), o golosinas o gaseosas (por los azucares derivados del maíz) La soja es absolutamente irrelevante, salvo por el pequeño mercado de milanesas, leche o salsas de soja. El arroz representa aproximadamente 0.3% de la canasta, el sorgo no se consume y la cebada llega después de varias transformaciones en forma de cerveza (0.27% de la canasta).

Dicho esto, volvamos al trigo. Hubo una duplicación de su precio en pesos entre enero de 2007 y mediados de 2008 (lo cual, como vimos, sube 1% los precios al consumidor), mientras la inflación paso de 10% a un pico de 30%. Supongamos que las retenciones de cereales y oleaginosas se incrementaban en 10%, en ese caso la suba del trigo hubiera sido 90% y el impacto positivo sobre el IPC de 0.1%. Exageremos y dupliquemos el impacto. 0.2%...tripliquémoslo. 0.3%

Si, leyó bien. Hay quienes afirman que una aceleración de unos 20 puntos en la inflación podría haberse evitado no haciendo política macroeconómica, sino con una medida que contenía 0.3% de suba de precios.

20% vs 0.3%

Q.E.D.