Cada vez estoy más convencido. La gestión de Ignacio Lula da Silva desde el 2003 sería el modelo a seguir por el grueso del progresismo argentino…si no fuera porque la derecha le ganó de mano.
Es sabido que, lejos de confiar en la magia de un tipo de cambio real alto, Brasil hace uso recurrente de política industrial activa, cuyo mayor exponente posiblemente sea el BNDES con cosas como ésta. Menos se menciona, sin embargo, el fenomenal activismo que desde 2003 el “Personaje del año de 2009” llevó adelante en términos de política social.
Programas como “Hambre cero” o “Bolsa Familia”, los mayores programas de transferencias directas del planeta, implican asignaciones para 47 millones de personas y son claves para entender ese 60% de popularidad de Lula, incluso a pesar de los recurrentes escalados por corrupción que mancharon su gestión.
Programas como “Hambre cero” o “Bolsa Familia”, los mayores programas de transferencias directas del planeta, implican asignaciones para 47 millones de personas y son claves para entender ese 60% de popularidad de Lula, incluso a pesar de los recurrentes escalados por corrupción que mancharon su gestión.
Hay dos características que diferencian los logros sociales de Lula de los del matrimonio Kirchner durante el periodo de oro 2003-2006.
La primera es que es difícil explicar las mejoras sociales como resultado de un “efecto cantidad”. Una parte importante de las mejoras en Argentina hasta 2006 pueden vincularse con la recuperación desde el abismo de la crisis. Brasil, en cambio, aunque golpeado por las crisis financieras de fines del siglo, parte de una situación macroeconómica mucho menos caótica. En los últimos 18 años, por ejemplo, Brasil experimentó tan solo dos años de crecimiento inferior al 1% y ninguno con caída del producto.
La segunda, y más importante, es que estas mejoras no fueron a costa de acumulación de desequilibrios macroeconómicos. Las mejoras sociales de Lula no implicaron la puesta en marcha de una innecesaria puja distributiva. Entre 2005 y 2009, la inflación acumulada del vecino fue de 20%, muy lejos del 120% local. Y todo ello sin recurrir Lula a artilugios innovadores como los acuerdos y controles de precios, los cierres a las exportaciones para abastecer al mercado interno o ingenierías impositivas para desconectar a los precios internos de los internacionales.
Por otro lado, la experiencia redistribuidora de Lula fue llevada a cabo sin poner en jaque la sostenibilidad intertemporal del sector fiscal y sin apoyarse en recursos excepcionales y/o apropiación de stocks. Durante el periodo hubo, incluso, un proceso de desendeudamiento, que llevó al sector público a tener deuda externa negativa. (En este sentido no es demasiado diferente de la de Argentina).
¿A qué me refiero con mejoras sociales y redistribución del ingreso?. Un par de gráficos valdrá más que mil palabras. (haga click para verlo más grande)
Desde 2003, la pobreza y la indigencia quiebran su tendencia reduciendose 15% y 7% respectivamente en menos de una década. Asimismo, se revierte la caída en la participación del trabajo asalariado en el ingreso Son fuertes también los cambios en otros indicadores de distribución. El índice de Gini cae 0.05, desde 0.60 a 0.55. Para que tenga una idea de la fenomenal magnitud de esta caida, tome como referencia este dato del amigo Sirinivasa. En Argentina, desde el peor momento de 2001 el índice de gini cayó 0.04, desde 0.47 a 0.43.
Finalmente, puede ver como la participación del 50% más pobre crece desde el 12.5% al 15.2% actual, en tanto el 10% cae desde el 47% al 43%. Para que tenga una referencia, en Argentina, en 2007, el 50% más pobre percibía el 18% del ingreso y el 10% màs rico el 35%. Claramente aún tienen mucho camino por recorrer, pero la película que muestran es envidiable.
Estas mejoras recientes complementan las que desde hace al menos tres décadas experimenta el país. No debe sorprender a nadie esa envidiable confianza que se tienen los brasileros. Imagino la experiencia de vida de un joven de mi edad. Sus casi 30 años de vida habrán sido acompañados por una lenta pero persistente mejora en la calidad de vida de la población. Por un lado, durante esos 30 años la producción del país se duplicó. Su esperanza de vida al nacer rozaba los 62 años y su probabilidad de morir antes de cumplir un año el 7%. Sus hijos, en cambio, nacerán con una esperanza de vida 10 años mayor y una probabilidad de morir del 2%. Vió en sus 30 años de vida la reducción del analfabetismo entre jóvenes de 10 y 14 años del 20% al 3% y el incremento del acceso a agua potable desde el 57% al 90% de la población. Vivió, asimismo, el proceso que llevó a la pobreza desde el 40% de su infancia a exactamente a la mitad.
Podría seguir, pero entiendo que la paciencia del lector es finita.
Podría seguir, pero entiendo que la paciencia del lector es finita.
¿Cómo no va a creer este joven que su país está condenado al éxito?
En fin, no tengo dudas de que todo este proceso está repleto de peros y que la estructura social argentina no tiene nada que envidiarle a la del gigante vecino, a pesar de lo virtuosa que se ve la película. Sin embargo, tampoco tengo dudas de que son incontables las enseñanzas que podríamos extraer si nos animáramos a asomar un poco cabeza sin sentir que eso golpea nuestro orgullo nacional.
Sin más, saluda atte.
Elemaco