Mi problema con el monetarismo criollo no es no creer que un programa de agregados duro puede bajar la inflación. Claro que puede.
Mi problema es que la retórica monetarista suele suponer la existencia de un mecanismo mágico que, por generación espontánea, baja la inflación sin costos.
El éxito al tratar de desinflar una economía restringiendo los agregados monetarios no depende de factores distintos que los de otros programas de estabilización (por ejemplo, de tipo de cambio). A fin de cuentas, depende de lograr una buena combinación de “garrote” y credibilidad. La discusión no es nueva. En los ochentas y noventas la literatura comparaba entre planes de estabilización monetarios y de tipo de cambio en lo que se conocía como la hipótesis de “recesión ahora vs recesión después”.
En un programa monetario “garrote” es estar dispuesto a restringir la liquidez y subir tasas todo lo que haga falta. La mecánica que transforme esta suba de tasas en baja de la inflación no es mágica. No será espontáneo. La inflación baja o bien porque se aprecia el tipo de cambio o bien si hay recesión o ambas.
Si un gobierno estuviera en condiciones de mantener el tipo de cambio atrasado o una recesión por tiempo indeterminado, eventualmente la inflación baja. Creo que nadie, ni monetaristas, ni marxistas, ni keynesianos, ni estructuralistas o austriacos dudaría de esta afirmación.
El problema de los programas de estabilización reside en que habitualmente esa capacidad es finita. ¿Cuánta recesión puede tolerar un gobierno democrático sin perder elecciones? ¿Cuánto atraso puede tolerarse antes de perder capacidad de financiamiento de la cuenta corriente?
Es por eso que los programas se anuncian con señales para mostrar que "esta vez va en serio". Leyes cerrojo, reformas en cartas orgánicas, compromisos exagerados (déficit o emisión cero) más allá de lo estrictamente necesario. La credibilidad de un programa, si logra cambiar las expectativas inflacionarias, puede afectar las decisiones de precios hoy.
Es decir, cuanto más creíble logre ser un programa, menos garrote necesitará.
La convertibilidad, por ejemplo, fue exitosa no solo por el atraso del peso - los militares ya habían tratado eso y fracasado una década antes - sino porque se complementó con medidas que le dieron credibilidad: Fijación cambiaria por ley, independencia del Central, Reforma del Estado, apertura comercial y financiera, prohibición de indexación. Cavallo cerró la puerta y tiró la llave.
El problema es que comprar credibilidad de esa forma no está libre de riesgo. El que gana credibilidad así lo hace atándose las manos. Limita su propia discrecionalidad para hacer política económica, que pasa a determinarse por reglas transparentes e inflexibles
Eso es algo bueno salvo, claro, cuando necesitamos las manos desatadas
La convertibilidad y su crisis sirven también de ejemplo de crisis de un régimen basado en reglas, incapaz de adaptarse a los cambios (por ejemplo, la devaluación brasilera o la sucesión de crisis financieras emergentes de los 90s) que necesitaban una corrección de política económica.
Mi problema con el monetarismo criollo, entonces, no es entonces no creer que un programa de agregados duro puede bajar la inflación. Claro q puede
El problema es que para lograrlo el gobierno debe estar dispuesto, y convencernos de que lo está, a tolerar una recesión larga o un atraso sostenido que hagan el trabajo sucio si la inflación tarda en bajar. Debe convencer que "esta vez va en serio" pero ¿Cuan creíble es prometer recesión en año un electoral o atraso permanente a meses de la última crisis de balance de pagos?
Esto requiere, entonces, ser realistas y reconocer limitaciones de las herramientas disponibles y de objetivos posibles. Es imposible bajar la inflación de forma permanente sin compromisos más amplios que los que hoy pueden darse desde la política monetaria del Banco Central, compromisos que deben ser creíbles, sostenibles y, sobre todo, legitimados en las urnas.
Ojala fuera solo imprimir menos billetes