miércoles, diciembre 18, 2013

Encandilados por el Stop

Fines de diciembre es un momento ideal para hacer balances, y hacer balances exige un esfuerzo totalmente incompatible con remontar un blog al que, pobrecito, tengo relegado hace rato. Pero hagamos el intento.

La atención macroeconómica estuvo puesta, durante el año, en la caída de reservas, que de USD 43mm a fines de 2012 pasaron a USD 30mm (bastante lejos de aquel pronóstico que hiciera en enero, que no difería tanto del consenso de aquella época). Proyectar en el tiempo el desplome del 30% de las reservas de este año despierta los fantasmas de aquellas crisis de balance de pagos que nos golpearon de distinta forma en más de medio siglo de stops and goes. A razón de USD 13mm por año terminaríamos 2015 con menos de un mes de importaciones de reservas.

Sin embargo, por varias razones, creo que los problemas de balance de pagos son preocupantes pero no alarmantes y que el verdadero daño se esconde en otro lado.

En primer lugar, porque la caída tan abrupta durante este año se explica en gran parte por factores transitorios o de única vez con lo cual, si bien es probable que las reservas sigan cayendo, es difícil creer que lo harán al mismo ritmo. El Central repago deuda por unos USD 2.0mm, el déficit de tarjetas alcanzó un pico de USD 6.5mm en nueve meses que es esperable comience a revertirse, la caída en el pago anticipado de exportaciones (que ahora se pagan cash) retraso la entrada de unos USD 1.5mm de exportaciones, cayó el precio del oro generando casi USD 1.0mm de pérdidas, el campo retuvo unos USD 3.5 en stocks de soja (que eventualmente entrarán). Pequeños factores que, combinados, convirtieron a 2013 en una tormenta perfecta.

En segundo lugar, porque no hay en el balance de pagos grandes problemas de stocks, salvo quizás en el de stocks de gas y petróleo que esperan a Vaca Muerta. Al ser un problema estrictamente de flujos, reequilibrarlo es menos complejo que si hubiera que lidiar en simultáneo con la refinanciación de deudas

En tercer lugar (es casi un dos bis, pero es un lindo recurso dar tres argumentos), porque el problema de balance de pagos es mayormente un problema de cuenta capital, es decir, un problema de confianza en el peso. Aunque el atraso cambiario ya afecta la cuenta corriente (este año por primera vez en la década tuvimos déficit de cuenta corriente) la principal anomalía de nuestro balance de pagos es la cuenta capital sistemáticamente negativa, hoy solo contenida por el cepo cambiario.

La combinación permite entrever que cuando en 2016 asuma el ejecutivo un gobierno con capacidad de resolver el problema de cuenta capital y de desconfianza del peso (digamos, logrando reinserción financiera internacional y quebrando la dominancia fiscal del banco central), tarea no trivial pero tampoco imposible, el balance de pagos dejara de implicar un riesgo de crisis inminente. La pregunta pasa a ser entonces si llegamos a fines de 2015 con reservas, cuya respuesta, por las razones que planteo en el primer punto, creo que es que sí. Es decir, no sobraran, pero no serán tales como para inducir una corrida indetenible contra el peso (especialmente porque la posibilidad de atacar la moneda está contenida por el cepo).

Por ello, creo que la principal herencia macroeconómica que dejará el gobierno no será el desbalance de dólares, sino el desbalance de pesos y el desajuste de precios relativos, dos problemas de solución (políticamente) más compleja que el anterior, porque implica mediar entre ganadores y perdedores.

En este post de junio decía “La debilidad fiscal y el financiamiento con emisión se complementan con (…) la debilidad política. La falta de credibilidad y de capacidad de “enforcement” que coordinen expectativas y decisiones y la necesidad de recuperar adhesiones suelen tener consecuencia negativas tanto sobre las cuentas públicas como sobre el proceso inflacionario. La tentación de hacer concesiones económicas financiadas con dinero recién salido de la casa de la moneda suele ser inversamente proporcional con el capital político. O dicho de otra manera ¿Alguien duda que los recursos del central (sus reservas o sus pesos) son un botín lo suficientemente tentador como para que un ejecutivo codicioso se abstenga de utilizar si la situación electoral se le complica?”.

La reciente resolución del conflicto policial y el riesgo de contagio no solo hacia otros gremios del estado sino hacia el resto de las paritarias en 2014 o la permanente postergación en la corrección del multimillonario derroche en subsidios (cuyas consecuencias vemos en estos días de calurosos apagones) son tan solo dos ejemplos. Es difícil Imaginar a un tesoro austero en años de bajo crecimiento y poco probable que lleguemos a fines de 2015 con cuentas públicas saneadas (salvo, claro, que Capitanich y sus deseos de ser presidente logren internalizar en el ejecutivo los costos que le dejan al sucesor). Resolverlo será para el sucesor, quien tendrá que elegir a quien decepcionar, un problema de economía política complejo.

Todo esto converge a la peor de las herencias que dejará el gobierno: La economía se sostiene hoy en un esquema insostenible de precios y retornos relativos irreales, subsidios cruzados e incentivos perversos y antidesarrollo: Tarifas de servicios públicos, transporte, tasas de interés, tipos de cambio múltiples, subsidios cruzados implícitos en la política comercial e incluso la inflación que implica una transferencia desde los tenedores de pesos hacia sus usuarios. Sincerar estas distorsiones (palabras con una carga histórica nada feliz) es una tarea mucho más desafiante que las anteriores.

¿Funcionará la economía de la década kirchnerista con otro esquema de precios relativos? Difícil, y administrar una transición a la que le queda poco espacio para el gradualismo, sin costos sociales y evitando quebrar la “estabilidad nominal” de alrededor del 25%, es una tarea cada vez menos sencilla, en la que el riesgo de accidente es alto. Todavía hay tiempo, pero cada vez menos.

viernes, diciembre 06, 2013

Volve Mecha, te perdonamos

Va un pequeño post con una pequeña idea, casi un plumero para sacarle las telarañas a este blog.

En los últimos meses, tras la desaceleración que siguió a la aceleración del descongelamiento que siguió a la desaceleración del congelamiento, la inflación (medida según el índice de precios cuyo chivo en esta oportunidad voy a obviar) se aceleró hasta alcanzar, en la última semana de noviembre, el nivel más alto de todo el año.

Sin embargo, el episodio de aceleración reciente tuvo una particularidad. A diferencia de Julio, la nueva aceleración estuvo más concentrada en menos rubros. El siguiente gráfico es un histograma de la variación mensual de las 280 categorías individuales que componen el índice. Lo primero que salta a la vista es que el 2.4% de suba tuvo a cerca del 45% de las categorías creciendo entre 2.0% y 4.0%, alrededor de 10% haciéndolo entre 4.0% y 6.0% mientras un 5% crecía más de 10% en el mes. En noviembre, en cambio, el dibujo se achata. La suba fue algo menor durante el mes (en promedio) pero menos categorías se ubican en el medio. 30% crecieron entre 2.0% y 4.0%, 17% entre 4.0% y 6.0% y casi 10% más de 10%.

Esto se explica en gran parte por la suba que cuatro rubros tuvieron en los últimos meses. Los panificados -o los derivados del trigo en general-, carne vacuna - el otro sector tocado por el dedo mágico del funcionario que todo lo que tocaba rompía - y las frutas y verduras, afectadas por heladas a mitad de año. Sin minimizar el impacto sobre la capacidad de compra del peso (en conjunto representan más del 15% de la canasta de consumo), la característica común es que podría (noten el condicional) ser fenómenos transitorios.

Ahora bien, si se excluye esos tres rubros de la estimación, en una aproximación imperfecta a la inflación “core”, lo que se obtiene es el siguiente gráfico. La inflación acumulada para todo el periodo del relevamiento (que arranca en febrero) pasa de 25.5% a 20%, es decir, mas de cinco puntos explicados por esos tres rubros.

Entonces, si esto efectivamente es así (y pongo el condicional porque soy consciente de los problemas de medición que implican la estimación muestral con la que trabaje) entonces cambia tanto el diagnóstico como la pregunta relevante, que ya deja de ser “¿Por qué se acelera la inflación?” Para pasar a ser ¿Por qué NO se acelera la inflación, aún en un año con ajustes de tarifas y fuerte aceleración del ritmo de devaluación? (la contracara es “¿Por qué subió la inflación en 2012”?)

La respuesta, creo, puede venir por el silencioso giro que, desde hace unos seis meses, ha tenido el Banco Central, pero ese es otro post.

Atte.

Luciano

Ps: Aclaración, el resultado descripto depende crucialmente de las ponderaciones utilizadas. Si en vez utilizar las ponderaciones del IPC viejo utilizo las del IPC de la Ciudad de Buenos Aires el fenómeno desaparece.  

De hecho, la inflación reportada por el gobierno de la Ciudad con y sin Alimentos y Bebidas es prácticamente igual.. Moraleja: Es muy muy muy dificil diagnosticar la coyuntura sin un indice oficial de precios creible.

jueves, diciembre 05, 2013

Volve Moreno, te perdonamos

Según el Indice de Precios que elaboramos en Elypsis a partir del relevamiento online (indice que cubre el 80% de la canasta de consumo), la inflación en la semana que va del 25 de noviembre al 1 de diciembre fue de 1.0%,  la mas alta de todo el año. Por arriba, incluso, de las semanas que siguieron al descongelamiento.



Una despedida perfecta para un hombre que rompió todo lo que toco.

viernes, septiembre 13, 2013

¿Aire para las reservas?

Comparto columna que salió hoy en el semanario El Economista

El maíz y la soja Dos aliados impensados para las reservas hacia fin de año

La campaña agrícola 2012/2013 presenta un conjunto de factores atípicos respecto a campañas pasadas que podrían generar en los próximos meses noticias positivas que apuntalen la declinante evolución de las reservas.

En primer lugar, la crisis del sector triguero produjo un cambio en el mix productivo agrícola hacia un mayor peso relativo de la soja. Este desplazamiento, que paradójicamente podría implicar un saldo positivo de hasta US$ 1.500 millones durante la campaña, implicó un cambio en la estacionalidad del ingreso de divisas que fue menor durante el primer trimestre del año, de unos US$ 1.200 millones, que, en situaciones normales, deberían haber sido compensados hacia mediados de año. A su vez, estos cambios se complementaron con un segundo efecto, más contemporáneo y de mayor magnitud.

La presenta campaña de soja presenta un patrón anormal de atraso en el ritmo de ventas. Hasta mediados de agosto, en el promedio entre las campañas 2004/05 y 2011/12, el 77% de la cosecha había sido vendida a exportadores o a la industria, cifra que cae a 60% en la presente campaña. Esta postergación de la venta equivale a 8,2 millones de toneladas o US$ 4.200 millones en exportaciones que, en circunstancias normales, ya habrían sido liquidadas a esta altura del año. Si bien esta mayor retención de stocks sojeros refleja en gran medida una decisión de portafolio que prioriza la preferencia por un activo indexado al dólar, el mayor ritmo de devaluación y las perspectivas de menores precios futuros, podrían normalizar el patrón de liquidaciones en los próximos meses.

Mientras tanto, crece la incertidumbre asociada a la campaña de maíz. En julio pasado, la Presidenta anunció que en la campaña agrícola 2012/2013 la Argentina estaría alcanzando un nuevo récord de producción agrícola de 105 millones de toneladas, por arriba de las 104 de la campaña 2010/11. El anuncio trajo como novedad una notable corrección al alza de las proyecciones de maíz hasta 32 millones de toneladas, generando una fuerte brecha por sobre las estimaciones del sector privado (cerca de 25 millones de toneladas).

Analistas del sector coinciden en que las actualizaciones metodológicas implementadas son sólidas y representan, de ser exitosamente implementadas, una mejora importante respecto a la medición previa, en base a un proyecto en el que se viene trabajando desde hace años. Pero creen, sin embargo, que la estimación en la presente campaña presenta resultados anómalos tanto en relación a los rindes empleados, sobreestimados por una extrapolación simple de las previsiones para las hectáreas medidas con el método anterior, como en lo referente al número de hectáreas sembradas, donde surgen datos de color de difícil explicación como la duplicación del área de maíz en Venado Tuerto o en Santiago del Estero.

Los datos de comercio exterior agregan más incertidumbre: a julio de este año, las exportaciones acumuladas de maíz ascendían a 15,4 millones de toneladas (13,8 desde marzo, cuando comienza la cosecha de la presente campaña), cifras históricamente altas, que superan en 26% y 31% el récord previo.Esta sorpresa positiva es consistente con dos historias. Por un lado, el nivel de exportaciones registrado reflejaría una menor absorción (contracara, por ejemplo, de la mayor liquidación de stocks vacunos) y una menor retención de stocks, con ventas anticipadas respecto a un ciclo normal de liquidaciones. Por el otro, sería el nivel de exportaciones que se observaría si, efectivamente, la producción fuera de 32 millones de toneladas.

El reciente anuncio de liberación de tres millones de toneladas de maíz para exportación lleva el cupo total a veinte millones, por arriba de las dieciocho millones de exportaciones disponibles que surgen de los cálculos privados, y en línea con la previsión oficial de mayor producción. Si bien no hay al momento elementos que permitan discernir entre ambas explicaciones, existe un riesgo al alza en las exportaciones de maíz que podrían adicionar hasta US$ 1.000 millones al saldo exportador para el año.

La combinación de ambos factores (la posible existencia de mayor maíz del previamente estimado y la aceleración en las ventas de soja) podría dar buenas noticias en los próximos meses, interrumpiendo o incluso revirtiendo –aunque lamentablemente sólo de forma transitoria– el sendero declinante de las reservas durante 2013.

martes, septiembre 03, 2013

Al pan pan

Mucho se ha hablado, en particular hace algunos años cuando aún existía algún punto de contacto que permitía el debate, sobre el rol que las commodities tuvieron en el inicio del proceso inflacionario que hoy, cinco años después de haber atravesado la barrera de los dos dígitos, carcome nuestra macro. En particular había – y aún hay – quienes, en el afán de tercerizar la responsabilidad de la política económica, consideran que fue el boom de commodities de 2007/2008 el principal disparador de la aceleración de inflación.

Posiblemente el exponente más puro de esta hipótesis sea este documento de Andres Asiain, quien no duda en afirmar que “LA RESPONSABILIDAD DE LA INFLACIÓN EN ARGENTINA ES DE JULIO COBOS”. Su argumento es simple. La suba de retenciones interrumpida por el voto no positivo del ex vicepresidente hubiera evitado el shock inicial de la suba internacional trasladada a los precios domésticos que, propagada luego por la puja distributiva, explica la aceleración inflacionaria. 

Hoy tenemos una triste coyuntura que sirve de experimento natural para poner a prueba esta hipótesis.

En el último año y medio el mercado de trigo ha vivido una de las peores crisis de su historia o al menos, porque tampoco es cuestión de estar exagerando, desde aquellos primeros embarques que Avellaneda festejara en 1878. En un plazo de un año y medio, el precio en pesos del trigo se multiplicó por 5 y por 2.5 en los últimos ocho meses, convirtiéndolo en el más caro de todo el planeta.

Sin embargo, no es el objetivo de este post analizar las consecuencias negativas de largo plazo de los errores por la improvisación voluntarista resumida en el slogan taquillero “cuidar la mesa de los argentinos” sino, en cambio, concentrarme en sus consecuencias macroeconómicas.

Como no me canso de repetir cada vez que tengo oportunidad de meter el chivo, en Elypsis hacemos un relevamiento de los precios online con una muestra ya clasificada de casi 120.000 precios diarios (sobre un total de medio millón), lo cual permite hacer un análisis bien detallado de la dinámica inflacionaria.

Dicho esto, La siguiente tabla resume la evolución desde marzo (cuando comenzó nuestro relevamiento) de los precios al consumidor de los productos derivados del trigo, junto a su peso en la canasta de consumo (que surge de las ponderaciones que utilizaba el IPC-INDEC antes de la intervención).

Entre febrero y agosto el precio del trigo se duplicó en pesos. Desde entonces, se registraron subas del 46% en la harina (la primera transformación industrial del trigo), de 20% a 26% en pan fresco y pan rallado y rebozadores (la más simple de la segunda transformación industrial) y entre 13% y 19% para los derivados algo más elaborados (pastas, golosinas, etc).

En promedio, tomando el peso de cada producto en la canasta, el precio de los derivados del trigo subió un 19%. O dicho de otra forma, por cada peso de suba del trigo, el precio al consumidor de sus derivados subió 19 centavos

Sin embargo, no es correcto asignar el total de la suba del precio de los derivados al precio del trigo, teniendo en cuenta que durante el periodo la inflación acumulada fue de alrededor de 10%. De esta manera, la elasticidad de los derivados se encuentra en algún punto entre el máximo (19%) y el mínimo (9%) que surge de netearle la inflación general. Seamos salomónicos y asumamos 15%.

Ahora bien, tenemos que un incremento del 100% en el precio del trigo sube el precio de los derivados un 15%, lo cual, en función de su peso en la canasta de consumo 6.4% equivale a 1.0% de incremento. Es decir, duplicar el precio en pesos del trigo agrega 1% a la inflación.

Téngase en cuenta que el trigo es el cultivo extensivo de mayor impacto en la canasta de consumo. El maíz afecta aún más indirectamente que el trigo. Una porción muy pequeña se consume crudo o en conservas, pochoclo o polenta, mientras el resto llega al consumidor luego de tres o cuatro transformaciones en forma de carne animal (donde se usa como alimento balanceado), o golosinas o gaseosas (por los azucares derivados del maíz) La soja es absolutamente irrelevante, salvo por el pequeño mercado de milanesas, leche o salsas de soja. El arroz representa aproximadamente 0.3% de la canasta, el sorgo no se consume y la cebada llega después de varias transformaciones en forma de cerveza (0.27% de la canasta).

Dicho esto, volvamos al trigo. Hubo una duplicación de su precio en pesos entre enero de 2007 y mediados de 2008 (lo cual, como vimos, sube 1% los precios al consumidor), mientras la inflación paso de 10% a un pico de 30%. Supongamos que las retenciones de cereales y oleaginosas se incrementaban en 10%, en ese caso la suba del trigo hubiera sido 90% y el impacto positivo sobre el IPC de 0.1%. Exageremos y dupliquemos el impacto. 0.2%...tripliquémoslo. 0.3%

Si, leyó bien. Hay quienes afirman que una aceleración de unos 20 puntos en la inflación podría haberse evitado no haciendo política macroeconómica, sino con una medida que contenía 0.3% de suba de precios.

20% vs 0.3%

Q.E.D.

miércoles, agosto 28, 2013

International ESC

Estimados, les comparto un video con mi participación en el programa "La Gran Historia" del canal HipsanTV de Londres, hablando sobre el desarrollo de la soja en Argentina y los desafios que genera en la macro.

viernes, agosto 02, 2013

El rey está desnudo

Estoy shockeado. Acabo de darme cuenta que, con un simple cambio metodológico, el INDEC acaba de destruir uno de los pilares del relato de la década ganada.

La historia es así. Hace algún tiempo, el INDEC realizó un cambio del año base con el cual mide los términos de intercambio del comercio exterior, es decir, los precios de las exportaciones y las importaciones. Como pueden ver aquí, el INDEC actualizó las ponderaciones del cálculo, pasando de usar las de 1993 a las de 2004*.

El pasaje de una base a la otra implico un fuerte cambio en la medición del efecto precio en las exportaciones, como pueden ver en el siguiente gráfico. Si con la base anterior el INDEC media un incremento del 100% en los precios entre 2001 y 2012, con la nueva base la suba paso a ser de 150%.


La contrapartida de una mayor suba del efecto precios es que una menor porción del crecimiento de las exportaciones (que crecieron un 200% durante el periodo) se explica por el efecto de mayores cantidades. Antes el INDEC registraba una suba del 55% en las cantidades durante la década, para pasar a 24% con la nueva base (0 3.7% y 1.8% anual equivalente).

Lo interesante es lo que pasa cuando uno analiza el cambio en las ponderaciones a nivel grandes rubros. El grueso del ajuste en el índice de precios corresponde a cambios en la medición del rubro de Manufacturas de Origen Industrial, mientras Productos Primarios, Manufacturas de Origen Industrial y Combustibles registran cambios menores.

La cuestión es que, nuevamente, la contrapartida de un mayor efecto precios en las exportaciones MOI son menores efectos cantidades, como se refleja en el siguiente gráfico.

Con el cambio de base, el INDEC pasó de registrar un crecimiento de las MOI de 132% entre 2001 y 2012 (o 7.2% anual) al también bueno pero menos impresionante 80% (o 5.0% anual). Lo interesante es que con esta corrección, el crecimiento de las exportaciones industriales durante el periodo de Tipo de Cambio Real Alto y Estable pasó de ser similar al de la década previa de Tipo de Cambio Real Bajo y Estable (con subas de 132% y 175% respectivamente) a ser casi la mitad (80% vs. 153% con la nueva base).

Repito.

Con el cambio de base, el crecimiento de las exportaciones industriales durante el periodo de TCRAE pasó de ser similar al de la convertibilidad a ser casi la mitad con la nueva base.

Espero que me alcance el fin de semana para reponerme del shock

Atte

Luciano

*Por las dudas, vale aclarar que, a diferencia de otros índices, y como explicaba hace tres años en este post , los datos de comercio exterior del INDEC son más creíbles y menos susceptibles a dibujos.

jueves, julio 25, 2013

Inflación heterodoxa

Lucho contra mi conciencia al escribir este post por dos características que me incomodan. Por un lado, porque es un publipost, una suerte de publicidad no convencional del trabajo que hacemos en Elypsis. Por otro, porque es un post particularmente buchón, característica que trataré de licuar apelando al secreto estadístico. Pero me debo a mis lectores, así que heme aquí.

Como sabrán, y como he publiposteado aquí y aquí, en Elypsis realizamos un relevamiento de precios online con el cual, al día de la fecha, descargamos alrededor de medio millón de precios de algo menos de 100 fuentes (supermercados, casas de electrodomésticos, bazares, distribuidoras, corralones y venta de materiales de construcción, entre otros) una porción de lo cual, luego de haber sido procesado, forma parte del Índice de precios que publicamos semanalmente.

La cuestión es que, además de un análisis de la evolución de precios agregada, la base de datos nos permite desmenuzar la información a un nivel muy alto de desagregación. Buceando en esos datos es que encontré la siguiente perlita, un fenómeno que sin duda es conocido, pero al cual ahora puedo ponerle algún número.

La evolución del índice, que captura aproximadamente el 40% de la canasta del IPC (para ver si composición, haga click acá), muestra lo que parecen ser cuatro periodos: (a) Un primer periodo, desde febrero hasta mayo, de cumplimiento, en el cual la variación de cuatro semanas era en promedio 0.4%/0.5% (b) un segundo periodo de “elusión” durante mayo, en el cual comenzaron a acelerarse las subas aún con el congelamiento vigente (la suba se dio principalmente en las cadenas regionales y locales y se mantuvo en las cadenas nacionales) (c) el tercer periodo de descongelamiento durante julio, en el cual muchos productos subieron de precio (llegamos a registrar subas semanales hasta en el 30% de los productos la muestra), con una variación que llegó a tocar el 3.5% y finalmente (d) el periodo actual, que comienza en julio, con una variación oscilando en 2.8%/2.9%.


La variación acumulada, tomando como referencia el primer día del congelamiento en febrero, se ve en el siguiente gráfico. Tomando como contrafáctico una variación de 1.8% cada cuatro semanas, lo que vemos es que, al final del día, los precios se ubican hoy un 2% por debajo de lo que hubieran estado sin congelamiento, aunque con una brecha que se cierra aceleradamente. Resta ver si, dentro de algunas semanas cuando los índices converjan, la suba se desacelera o si, en cambio, la saga del congelamiento descongelado nos deja en un escalón de inflación más alto que antes.

Sin embargo, hay un factor importante que la metodología que usamos no refleja (aún), y que esconde un problema adicional. Hay inflación encubierta. Permítanme mostrárselos con un ejemplo.

Tomemos, por ejemplo, la evolución del precio del pan lactal de rodajas finas de tres importantes marcas en un importante supermercado. El siguiente gráfico muestra cómo, de punta a punta, el precio de venta en una marca pasó de $17.99 a $22.59 (25.6%), en otra de $22.69 a $27.99 (23.4%) y la tercera de $10.99 a $12.99 (18.2% esta última tiene una presentación más chica).
Sin embargo, en los tres casos se presenta una discontinuidad en las series en algún momento de mayo. Al tercer mes del congelamiento, en los tres casos se observa el tradicional mecanismo de elusión de los controles de precios. La marca 1 lanzaría el envase de 620 gramos, discontinuando en junio el de 650 gramos, la marca dos el de 590, discontinuando la presentación de 620 gramos, y la marca tres la de 350, discontinuando la de 370

Cuando uno corrige por el menor tamaño de los productos obtiene lo que se ve en el siguiente gráfico. En la marca uno, la variación paso de 25.6% por envase a 31.6% por kilo, la segunda paso de 23.4% a 29.6% y la tercera de 18.2% a 25.0%. Es decir, unos cinco puntos más que sin la corrección*. 


No pretendo con esto hacer un punto sobre los panes lactales, que mire primero simplemente porque están en la primera categoría del índice, sino sobre dos fenómenos más generales. Por un lado, la pérdida de valor del peso se refleja no solo en la suba de precios, sino también en el deterioro de la calidad de los productos, una suerte de inflación escondida, no convencional, ejem...heterodoxa. Por otro lado, está el punto que ya mencionaba en este post. Regular precios no sirve como sustituto de la política macroeconómica para bajar la inflación. La capacidad de enforcement de una regulación amplia es muy baja. La eficiencia de una regulación acotada es poca, y hasta contraproducente.

Sin incorporar esta simple afirmación, parte de ese pequeño consenso mínimo que compartimos la gran mayoría de los economistas, al quehacer de la política económica, no debiéramos extrañarnos si en un futuro no muy lejano abandonemos (y no para mejor) la comodidad de las tasas de inflación de 20%/25% que tenemos desde hace un lustro.

Fin del espacio publicitario

lunes, julio 15, 2013

¿Lobo estás?

Soy consciente de que posiblemente se encuentre entre los diez recursos literarios más trillados, pero permítanme arrancar el post recurriendo al cuento de Juancito y el lobo. El gobierno ha apelado generosamente en el pasado al argumento del "mundo que se nos cae encima" para explicar la abrupta desaceleración del crecimiento desde 2012, aun cuando las señales globales eran al menos similares a las de 2011 o 2010, sino mejores. ¿Qué dirán ahora, cuando todo indica que, sin prisa y sin pausa, el mundo amenaza con encimismársenos?

Alejémonos del árbol que nos tapa todo (los precios que no se congelan, los Cedines que no cedingnan a arrancar, las elecciones de pasado mañana, la República que llora) y vayamos al bosque. Noticias poco optimistas llegan desde los tres grandes bloques globales. Europa avanza en la "japonizacion" de su crecimiento y amenaza con una "decade lost ", en Asia, China sorprende desacelerando rápidamente (para los estándares chinos) y Estados Unidos consolida su crecimiento.

-Pucha- dirán - ¿No era que había noticias negativas desde los tres bloques? - Pues sí, paradójicamente, la consolidación del crecimiento de Estados Unidos puede, en el contexto actual, ser una mala noticia.

El mecanismo es el siguiente. Para escapar de la crisis de 2008/09, en Estados Unidos se implementaron una sucesión de medidas fuertemente expansivas y entre ellas, particularmente, los "Quantitative Easing" o QE, una política monetaria cuyo principal logro (a los efectos de este post) fue mantener las tasas de interés de largo plazo históricamente bajas.

Con una economía norteamericana que adquiere fuerza, la Fed dio las primeras señales de que en un futuro no muy lejano el QE podría terminarse y los mercados, anticipandose, comenzaron a subir las tasas de interés de largo plazo. Si bien no es claro el cuándo, comienza a ser cada vez más nítido el que. En algún momento, que puede ser uno o dos años, se terminara el mundo de tasas históricamente bajas.

El esperable ciclo de reversión de tasas puede afectar a Argentina (al menos) de tres maneras. En primer lugar, Tasas de interés más altas en Estados Unidos son tasas más altas en todo el mundo. Una política monetaria contractiva en Estados Unidos, por el tamaño de su economía, tiene un impacto contractivo global, y un mundo que crece menos son menos exportaciones para Argentina.

En segundo lugar, la última década, con la excepción del periodo 2008-09 cuando la crisis internacional incrementó la demanda global de dólares como activo seguro, se caracterizó por un dólar débil. Ahora bien, un mundo con tasas de interés más altas en Estados Unidos es un mundo con un dólar más fuerte. Como puede verse en el siguiente gráfico (derecha), hablar de fortalecimiento del dólar es análogo a hablar de depreciación de las monedas del mundo emergente, lo cual es un problema para un país como Argentina, con poca flexibilidad en su tipo de cambio.

Es decir, si Estados Unidos sube sus tasas e induce una suba del dólar y una depreciación en las monedas de nuestros socios comerciales, mantener la competitividad cambiaria implicará que Argentina deberá acelerar el ritmo de devaluación del peso, algo riesgoso en una economía con las presiones inflacionaria como la nuestra.

Sin embargo, hay un tercer riesgo mayor a los dos anteriores. Un mundo de tasas de interés globales más altas es un mundo de commodities más bajas. Es decir, si suben las tasas, es esperable que el precio de la soja caiga. Ahora bien ¿Cuánto puede bajar la soja en un nuevo mundo de dólar más fuerte y tasas más altas? Una aproximación a la respuesta es mirar lo que sucedió en el pasado, cosa que hicimos en este informe de Elypsis . 

Sin entrar en detalles (en el informe se describe la especificación) analizamos, con un “Modelo de Corrección de Errores” como se comportó el precio de la soja en función de tres variables: las tasas de interés de largo plazo, el dólar y la relación entre el consumo y los stocks globales de soja (como reflejo de la oferta y la demanda). El modelo, cuyo ajuste se presenta en el siguiente gráfico, nos dice que, si el dólar se fortalece un 10% y las tasas de interés suben hasta 3.5%, manteniendo constante las relación stock consumo, la soja podría bajar hasta un 35%.

No pretende esto ser un pronóstico alarmista sino un condicional. Si se consolida la reversión de tasas en Estados Unidos entonces (el énfasis en el “si” y “entonces” no es accidental) entonces es probable que nos enfrentemos a un mundo más complejo. Las consecuencias de una caída tan pronunciada en el precio de la soja no deben subestimarse. Si asumimos un contagio similar el precio del resto de las commodities las exportaciones podrían contraerse USD 9.5mm, equivalente a la totalidad del balance comercial o el 25% de las reservas. En términos fiscales, la caída equivaldría al 2% del total recaudado o 15% de la recaudación de retenciones que, si se compensara con financiamiento del banco central, equivaldría a una expansión adicional del 5.5% de la base monetaria.

En conclusión, es momento de redoblar los esfuerzos por recuperar la racionalidad de la política económica, a riesgo de enfrentar un escenario que vuelva el daño en algo permanente e irreversible, como fuera, por ejemplo, el Rodrigazo en 1975. Esperemos que, de tanto mentir sobre el lobo que venía, Juancito no se crea ahora que los lobos no existen.

miércoles, junio 12, 2013

¿Y el ganador es....? - 2da parte

Hace unos seis meses nos preguntabamos, en este post, quienés eran las afortunadas firmas que habían logrado, en el marco del bloqueo casi total de giro de utilidades al exterior, acceder a los dolares del Banco Central. El informe sobre el MULC difundido el viernes genera las mismas preguntas:




Cuando todo el mundo tiene (ilegalmente, en tanto no hay norma que lo respalde) el acceso bloqueado ¿Quienes son las firmas que han logrado acceder a los dolares en concepto de utilidades y dividendos? ¿Por que? ¿Qué criterios se utilizaron para aceptar o rechazar? ¿Quienes son los funcionarios responsables de autorizar o denegar esos pagos? ¿Hay algún vinculo entre las firmas favorecidas y estos funcionarios? 

Preguntas. Preguntas. Preguntas. Preguntas. No tengo dudas de que cuando alguien se digne a investigar en serio quienes tienen acceso a la ventanilla oficial, mas de uno va a terminar en cana.

Será justicia




lunes, junio 10, 2013

El fantasma de la B

Hace algunas semanas, el 25 de mayo, se organizo un importante despliegue en Plaza de Mayo para festejar que se terminó la década ganando. Claro, no se aclaro entonces que se ganó, pero 1 a 0, con un gol en el minuto 8 del primer tiempo, tres jugadores expulsados (entre ellos los dos goleadores), con los ocho restantes metidos en el área propia aguantando pelotazos y a la espera de un partido de vuelta que se juega en cancha visitante y a 3.000 metros de altura.

Durante los últimos diez años la performance de la economía se ha deteriorado hasta llegar a la situación actual de decepcionante mediocridad. No solo vimos pasar aquel periodo de tasas chinas 2003-2007 en el que crecíamos a un envidiable 8.0% anual sino que quedó atrás también el digno crecimiento 2008-2011 de 4.5% (una vez descremada los 2pp anuales dibujados por el INDEC). Entramos, en 2012, al insípido rango del 2%, crecimiento al que no le sobra nada y que, a duras penas, logra mantener el nivel de empleo y las condiciones de vida de la población.

Sin embargo, pensando en los años próximos, hay suficientes desbalances acumulados como para que un crecimiento sostenido de 2% con inflación estable alrededor de 25% sea una buena noticia. A diferencia de la Argentina de los noventa, o de la Europa del siglo XXI, acorralados en un régimen duro de tipo de cambio fijo, el mayor riesgo actual no tiene que ver con largos periodos de recesión con desempleo creciente sino con una aceleración de la inflación o, como se dice en la jerga, con un cambio del “régimen inflacionario”.

El país se mueve desde hace algunos años en un sendero relativamente estable de precios subiendo al 20%/25% por año. Esta aparente estabilidad puede dar una falsa sensación de equilibrio y, sin embargo, creo que la situación actual es de transición (suponiendo que no se haga algo explicito desde la política económica para evitarlo) hacia otra varios escalones más arriba. Las razones que me llevan a creer esto son muchas.

En primer lugar, la situación fiscal muestra una tendencia visible al deterioro no solo de su resultado sino también de su fuente de financiamiento, con un peso creciente del Banco Central como prestamista de última instancia del tesoro. Los números hablan por sí solos. Tan sólo en 2012, el Central transfirió al tesoro, a través de distintos mecanismos (los adelantos transitorios, las letras intransferible, las utilidades) unos USD 20 mil millones, es decir, unas siete veces el presupuesto de la Asignación Universal por Hijo, algo más de 4% del PBI o el 15% de todos los ingresos del Sector Público Nacional. La política monetaria del Banco Central ha perdido la batalla por la soberanía, subordinándose al secundario rol de apéndice de la política fiscal.


La debilidad fiscal y el financiamiento con emisión se complementan con un segundo factor, sobre el cual, para no meterme en un terreno en el cual juego de visitante, no haré mayores comentarios: la debilidad política. La falta de credibilidad y de capacidad de “enforcement” que coordinen expectativas y decisiones y la necesidad de recuperar adhesiones suelen tener consecuencia negativas tanto sobre las cuentas públicas como sobre el proceso inflacionario. La tentación de hacer concesiones económicas financiadas con dinero recién salido de la casa de la moneda suele ser inversamente proporcional con el capital político. O dicho de otra manera ¿Alguien duda que los recursos del central (sus reservas o sus pesos) son un botín lo suficientemente tentador como para que un ejecutivo codicioso se abstenga de utilizar si la situación electoral se le complica?

En tercer lugar, el país registra una creciente debilidad de balance de pagos cuyo exponente más visible es la pérdida de reservas de la primera mitad del año por primera vez desde 2005. El riesgo de la escasez de dólares, cuya principal causa en esta oportunidad no es tanto deterioro de la cuenta corriente como de la cuenta capital, es que limita el margen de maniobra del gobierno. Como resulta cada vez evidente, la escasez (autoinflingida) de dólares obliga a la política económica a elegir entre decisiones inflacionarias ¿Cerrar importaciones (inflacionario) o dejar ir la cotización del dólar (inflacionario)?

En cuarto lugar, la economía acumula distorsiones de precios relativos, cuya corrección (voluntaria o forzada) eventualmente implicará un shock inflacionario. El retraso creciente de precios regulados que el gobierno ha utilizado como ancla de la inflación - servicios públicos, transporte, combustibles y, crecientemente, el dólar comercial - además de implicar costos fiscales crecientes – que crecen no lineal sino exponencialmente – reflejan inflación reprimida. Estos precios, que representan aproximadamente el 30% de la canasta promedio de consumo, crecieron en los últimos años más cerca de la inflación del INDEC que de la total. La inevitable corrección cuando llegue provocará no sólo un sensible salto de una vez en el nivel de precios, sino que también golpeara a toda una estructura económica y social mal acostumbrada a (y mal invertida en) precios relativos insostenibles.

En quinto lugar, el gobierno ha logrado, desde la implementación del cepo cambiario a fines de 2011, generar, a presión, demanda de pesos que emite para financiar el tesoro. Una cantidad creciente de los pesos (en particular en las empresas) se mantienen – a las tasas de interés actuales - por la simple razón de que no pueden huir al dólar. Esto representa un riesgo que hace un tiempo describía aquí : El creciente stock de pesos demandados a la fuerza no sólo eleva los costos de salida del cepo, sino que incrementa la probabilidad de un quiebre de la demanda de dinero, es decir, un (mayor) repudio del peso que presione sobre el dólar y sobre los precios.

La combinación de los factores mencionados previamente (la dependencia inflacionaria del financiamiento del tesoro, la - potencial - debilidad política, la fragilidad del balance de pagos, las crecientes disposiciones de precios relativos y la demanda de dinero sostenida con esteroides) vuelven a la estabilidad macroeconómica críticamente sensible a inesperados shocks exógenos. Llámese sequía, caída de precio de la soja o suba de precio del petróleo o incluso algún shock desde lo político (como fue en su momento, por ejemplo, la crisis del campo). Créanme que no quieren que les muestre donde quedaría la recaudación o el comercio exterior si la soja descendiera desde los USD 550 actuales a, digamos, USD 300. Crucemos los dedos para que al mundo no se le ocurra soplarnos en la nuca.

Todo esto configura un escenario no de crisis pero si profundamente preocupante o, como dice Roberto Frenkel, estar sentados arriba de un volcán. Estamos cerca de un punto de no retorno. Si Argentina cambia de régimen inflacionario (como ha sucedido hace pocos meses en Venezuela) el daño será permanente y, como tristemente hemos aprendido en nuestra historia, costará años revertirlo.

martes, junio 04, 2013

Freezeconomics

Luego de una década ganando, finalmente “la inflación” ha sido incorporada al lenguaje oficial. Por primera vez, y aunque los precios hayan subido cerca de 400% desde el 25 de mayo de 2003 (o más de 600% desde fines de 2001), oímos desde el gobierno o medios afines hablar de que los precios suben, aunque siempre acompañado de algún inevitable “yo no fui” que terceriza la culpa sobre quienes fijan los precios, como delantero que elogiado por la prensa por el gol en el partido que acaba de finalizar contesta “Gracias, pero no fui yo quien hizo el gol, sino el balón al atravesar la línea del arco”.

A partir del diagnóstico de “hay inflación porque los precios suben porque alguien los sube” el remedio es fácil: Prohibamos a alguien que suba los precios. Y en eso estamos, viendo cómo pasan los meses en este nuevo intento de frenar la inflación por decreto o, mejor dicho, con un acuerdo informal que nunca nadie ha visto pero que está, acompañado esta vez de un colosal e imperdonable derroche de recursos humanos que, se ve, no tienen mejor cosa para hacer.

¿Sirvieron para algo los tres meses de congelamiento en supermercados y tiendas de electrodomésticos? Poco ¿Servirá de algo el actual congelamiento de 500 productos? Para nada.

Congelar el precio en los supermercados, es decir determinar este segmento de productos como “ancla nominal” de la economía, puede actuar como herramienta antiinflacionaria a través de dos mecanismos. Por un lado, puede ser utilizado como medio para coordinar las expectativas sobre la evolución futura de los precios que, como se sabe, es parte fundamental del componente inercial de la inflación. Por otro lado, el “anclar” los precios minoristas puede tener un efecto arrastre sobre otros sectores, como ser eslabones previos en las cadena o las negociaciones paritarias.

Usar anclas es algo típico tanto de estrategia antiinflacionarias ortodoxas como heterodoxas. El gobierno elige una variable cuyo retraso en términos relativos está dispuesto a tolerar para contener el proceso inflacionario: El tipo de cambio, los agregados monetarios (y tasas de interés), precios, salarios, tarifas, etc. En aquellos planes de estabilización en los que los congelamientos de precios a gran escala eran parte central de la desinflación, abundan los fracasos (como el plan Austral o el Cruzado en Argentina y Brasil de los ochenta, o el experimento local de 1971 ) aunque hay también casos exitosos, como el plan de estabilización de Israel de 1985 .

El congelamiento de precios, en particular la versión autóctona que se concentra en el segmento minorista de supermercados y casas de electrodomésticos, corre en desventaja. A diferencia de otras anclas, el cumplimiento del congelamiento de precios de supermercados es tanto de difícil verificación como de hacer cumplir*.

Supongamos, como intentó hacerse entre febrero y mayo, que quieren congelarse todos los precios de los supermercados. El censo económico de 2003, cuando comenzaba a ganarse la década, registró un total de 400.000 comercios minoristas en todo el país, 10.000 de los cuales eran “supermercados con predominio productos de alimenticios y bebidas”.

Hagamos un cálculo de trazo grueso para dimensionar la magnitud del esfuerzo del que estamos hablando. Los 10.000 supermercados se distribuyen aproximadamente en 1.500 pertenecientes a grandes cadenas (donde se venden entre 20.000 y 25.000 productos por local), unos 1.000 medianos (con aprox 7.000/8.000 productos) y 7.500 pequeños (con 1.500/2.000 productos a la venta).

Estamos hablando de un intento de congelar entre 50 y 60 millones de productos a la venta, dejando afuera otros 120.000 comercios que compiten en sus productos con supermercados y otros 270.000 comercios minoristas que no venden alimentos**.

El gobierno se enfrenta decisiones contrapuestas. Si quiere una política que sea verificable y que pueda hacer cumplir, deberá bajar su potencia (por ejemplo, reduciéndola a 500 productos). Si quiere potencia, por ejemplo con un control generalizado, es inverificable e incontrolable. Así, mientras el gobierno puede sostener durante un tiempo otras anclas (tipo de cambio, tarifas, agregados monetarios, etc) la capacidad de forzar el anclaje en la venta minorista, por más militantes desplegados en la calle, es muy baja. ¿Cómo coordinar expectativas si ni siquiera sabemos si el congelamiento se está cumpliendo? ¿Cómo disciplinar hacia atrás en la cadena si es difícil forzar el cumplimiento del congelamiento?

Congelar los precios de los supermercados tiene un problema adicional. A diferencia de otros precios, el precio de los productos de los supermercados sube de forma periódica y solapada. Mientras salarios, tarifas, prepagas, expensas, transporte o educación, entre otros, tienden a permanecer quietos para concentrar las subas en un momento del tiempo, los precios de los supermercados ajustan más rápido pero menos. Un 10%/20% de los productos ajustan un 4%/5% por mes, y la inflación tiende a depender más de la primer variable (cada cuanto ajustan) que de la segunda.

Está característica tiene dos implicancias que la vuelven también una pobre herramienta antiinflacionaria. En primer lugar, en caso de ser exitosa, sus resultados son poco visibles. Tómese, por ejemplo, lo sucedido entre marzo y mediados de mayo, periodo para el cual en Elypsis contamos con una muestra de precios de algo menos de 100.000 productos en supermercados y casas de electrodomésticos. Aunque no tenemos muestra previa para comparar, durante esos dos meses y medio los precios subieron un digno 1.1%, o 0.4% promedio mensual. En un contexto de congelamiento imperfecto en el que el 5% de los precios registraron subas y bajas que casi se netearon ¿Nota la gente que hay menos productos ajustando ese 4%/5% para ajustar a partir de allí sus expectativas? No lo creo, y las encuestas sobre expectativas de inflación parecen mostrar lo mismo.
   
En segundo lugar, la mayor respuesta de ajuste en los supermercados eleva los riesgos de sobrerreacción una vez pasado el congelamiento. Aunque el resultado neto aún es positivo, nuestra muestra pasó de registrar subas en 4.7% de los productos durante marzo (y una cantidad similar de bajas) a 6.4% y 4.7% respectivamente en abril, 17% y 9% en la primer quincena de mayo y 28% y 6.2% en la segunda y 36% en la primera semana de junio. En tan sólo quince días desde descongelados, la inflación mensual de los supermercados trepó por arriba del 2.0%. Aunque resta saber en dónde termina la aceleración, la respuesta se registra rápida e intensa.
   
El resultado de este tira y afloje es una medida de poca eficacia que, lejos de ser inocua, tiene un efecto negativo. Como suele decir Daniel Heymann, citando a su vez a Axel Leijonhufvud, el costo negativo de la inflación no está asociado a la suba de precios – los agentes pueden adaptarse perfectamente a una suba estable y conocida de todos los precios – sino a su impacto sobre los precios relativos (es decir, el precios de cada cosa en relación al resto de las cosas), que se vuelven volátiles e inciertos. El congelamiento parcial (el único factible) empeora este panorama.

Tal como está planteada, la estrategia antiinflacionaria combina el peor de los mundos. Un intento de ancla en el comercio minorista que no sólo no coordina expectativas ni es controlable -más allá de un par de gritos a los supermercadistas – sino que incrementa la variabilidad de los precios relativos. Casi en simultáneo con el congelamiento en supermercados, el dólar blue subió de $6 a $9, comenzaron a cerrarse las paritarias, los agregados monetarios continuaron al 35%/40% a/a y se ajustaron al alza tarifas, transporte, tasas de interés. ¿Alguien duda que el veranito de tres meses es tan sólo inflación reprimida?

Atte

Luciano

*Podría haber puesto “enforzar” del ingles enforce, pero habiéndome burlado del “empoderar” de CFK no me pareció una buena idea.

** Unos 40.000 polirubros, unos 50.000 almacenes, unas 12.000 verdulerías, 13.000 carnicerías, 2.000 fiambrerías y unas 4.000 panaderías.

domingo, abril 28, 2013

Hay que pasar el congelamiento

Como comenta ésta nota de La Nacion, a mediados de febrero, unas semanas más tarde que el inicio del congelamiento de precios, iniciamos en Elypsis un relevamiento exhaustivo de los precios online publicados en sitios web de casi 20 supermercados de todo el país. Sobre una muestra total de 175.000 productos, para los cuales contamos con información semanal de precios, procesamos y clasificamos un total de 53.000 para computar un estimador sintético de la evolución de precios en los supermercados.

Este estimador, que captura el cambio promedio con la metodología descripta más abajo, no debe confundirse con un Índice de Precios porque, en primer lugar, cubre un porcentaje menor (37%) de la canasta de consumo. En segundo, tiene una cobertura nacional (en tanto que el IPC-GBA se concentra en Capital Federal y Gran Buenos Aires) y, finalmente, se basa exclusivamente en precios publicados en los sitios web de los supermercados, que pueden diferir de los precios en góndola o presentar sesgos de estimación.

¿Qué resultados obtenemos?

En primer lugar, nuestra estimación de precios online de supermercados registró una suba mensual de 0.34% (entre la primera semana de marzo y la primera semana de abril), y una suba adicional de 0.17% desde entonces hasta la tercera semana de abril. Uno puede ver aquí un vaso medio lleno o uno medio vacío. Aunque no tenemos información previa al congelamiento para comparar, vemos que, por un lado, el congelamiento no es completo pero que, por otro, presenta una evolución que, anualizada (un modesto 4.5% anual), es inferior a la que, imagino, había antes.


Sin embargo, el tamaño parce importar. Si separamos a los supermercados entre grandes cadenas nacionales y supermercados regionales, lo que se obtiene se presenta en el siguiente gráfico. El congelamiento se concentra en las primeras, más visibles para el gobierno, con una variación de -0.06% durante marzo, y de -0.09% en las tres primeras semanas de abril, mientras las cadenas regionales, en cambio, registraron una suba contínua, de 0.53% en marzo y de 0.43% desde entonces. Interesante para preguntarse cómo se interrelaciona la concentración y el proceso inflacionario ¿no?


Como comenta la nota en La Nación, registramos incrementos de precios en el 9.4% de los productos relevados y clasificados, entre la primer semana de marzo y la primer semana de abril (con una suba promedio de 8.8%). El 8.5% de los productos, por otra parte, registró bajas (con una caída promedio de 5.5%). 43.000 precios, o el 82% del total, no registraron variaciones durante el mes (algo que con el paso del tiempo sabremos si se debe a congelamiento efectivo o a un sesgo por la captación de datos online).



¿Cómo realizamos esta estimación?

El cálculo se divide en tres etapas:

En primer lugar, se calcula para cada supermercado y para cada variedad, el promedio geométrico de la variación mensual de aquellos productos para los cuales se cuenta con observaciones. A aquellos productos sin observaciones se les imputa el promedio geométrico de los productos con observaciones de la misma variedad del supermercado. La variedad se define como la mayor desagregación para la cual se cuenta con una ponderación explícita en la canasta.

En segundo lugar se calcula, para cada variedad, la media aritmética entre supermercados, a partir del cual se obtiene un indicador por variedad. Para aquellos supermercados sin observaciones para una variedad en una semana en particular, se le imputa la media aritmética de la variación de esa categoría en otros supermercados

Finalmente, los indicadores de variedad son agregados con una suma con ponderación similar a la del IPC-GBA 1999

¿Quiere acceder a la base de datos?

Para hacer el proceso totalmente transparente, van a poder encontrar en la página de Elypsis la base de datos completa a partir de la cual realizamos este cálculo (en formato de stata), la base que describe la ponderación para cada categoría y el do-file con el algoritmo que convierte ambas bases en la estimación sintética que presentamos aquí. Obviamente, invitamos a abrir, revisar y utilizar a gusto esta información (citando la fuente) y a enviarnos comentarios metodológicos.

Atte

Luciano

miércoles, febrero 06, 2013

El otro B.L.U.E.

“Falta de timing” me dirán, ahora que está de moda el spanglish, o “Este post atrasa cinco años” o “¿Otra vez con esto?” y tendrán razón, pero quien sabe, quizás puedo salvar el alma de algún pobre desprevenido que caiga en la trampa del cada vez más pequeño grupo de paladares negros defensores de la intervención del INDEC.

Un argumento repetido es que no hay privado que pueda, por la escala necesaria para la tarea, replicar un índice de precios como el que elaboraba el INDEC antes de que decidieran destruirlo. Armar un índice requiere que decenas de encuestadores releven miles de comercios para registrar decenas de miles de precios. Ningún privado cuenta con esta estructura y, por ende, sus índices son poco representativos y no deben ser tomados en serio.

Este argumento, sin embargo, comete un error básico de estadística. Cuando uno tiene una muestra chica, el resultado que obtiene no está “sesgado” - es decir, es sistemáticamente distinto al real que obtendría si pudiera medir todos los precios - sino que, en cambio, tiene mayor varianza, es decir, oscila alrededor del verdadero valor con un margen de error mayor. Al igual que con el cepo cambiario, el problema con el INDEC es el BLUE

Si bien creo que la respuesta es bastante intuitiva, permítanme mostrarles un ejemplo que armé en un Excel que pueden descargar acá*

Imaginen que el siguiente gráfico representa la evolución verdadera de la inflación de los millones de productos que se venden a diario en la economía en cientos de miles de locales.

Ahora bien, ese índice captura el promedio, ponderado de alguna forma, de los precios de cada producto que, a su vez, es el promedio de los precios registrados en cada local. Para ello, en el Excel simulé aleatoriamente el precio de 800 productos distintos que mes a mes van acumulando una inflación igual a la inflación real +- 10%, cifra que se determina de manera aleatoria. Es decir que si, por ejemplo, la inflación de un mes es 1.5% la suba de precio promedio de cada producto se ubica entre 1.58% y 1.43%.

Así, por ejemplo, el acumulado de 36 meses para 9 productos elegidos al azar se ve en el siguiente gráfico. Como se ve, al hacerlo aleatorio se combinan precios que suben un 23% con otros que más que duplican su precio.

Pero esto es el precio promedio de un producto y lo que se registran son productos en locales, con lo cual el siguiente paso es abrir cada producto en una cantidad amplia de locales. Para ello, repito el paso previo simulando, para cada uno de los 800 productos, precios individuales en 70 locales. El precio en cada local oscila alrededor del precio promedio +- 10%. Es decir que si el precio promedio es 1.5, el precio en los locales va de 1.35 a 1.65.

La evolución del precio en cinco locales para uno de los productos se presenta en el siguiente gráfico.

Ahora supongamos que somos el INDEC, con capacidad de relevar el precio de los 800 productos en 70 locales (en realidad se releva aproximadamente el doble, pero el Excel se me hacía demasiado lento). La relación entre esta estimación y la inflación real es la del siguiente gráfico.

Noten como, en primer lugar, aun con una muestra de casi 60.000 precios, la inflación estimada por el INDEC no es la real, sino una estimación que oscila alrededor de ella.

Ahora bien, supongamos que en vez de ser el INDEC somos una consultora privada que artesanalmente recoge cinco precios por producto, en vez de 70. La estimación de la inflación mensual tomando dos grupos de cinco locales es la del siguiente gráfico.

Ahora imaginemos que somos una consultora aún más pequeña o incluso un estudiante que recorre locales y registra no cinco precios de 800 productos sino tan solo de 200. La estimación resultante se presenta en el siguiente gráfico.

Los gráficos muestran como, efectivamente, el Índice del INDEC es mejor que el de los privados. Su varianza es menor y oscila más cerca de la inflación real, mientras los privados en el caso más extremo de 200 productos llegan a tener diferencias de hasta un punto en la variación mensual.

¿Qué pasa si en vez de las variaciones mensuales vemos las interanuales?

A diferencia de un índice que este diseñado para sistemáticamente subestimar la inflación, los índices de los privados presentados arriba no presentan un error con un patrón reconocible sino que simplemente oscilan alrededor del valor real, a veces por arriba, a veces por abajo. Esto lleva a que la desventaja que tienen los privados, que hace que el dato de inflación mensual transmita relativamente poca información, se vaya diluyendo con el tiempo, a medida que se acumulan observaciones. Noten como el margen de error se redujo sensiblemente al pasar a variaciones interanuales, variación que se vuelve aún menos importante para los seis años de intervención del INDEC desde el día del *.

Así que ya saben, el argumento del tamaño muestral ya no sirve, no cinco años después del enchastre. Sólo queda pensar que estamos perpetrando un gigantesco y coordinado complot, aunque por suerte está Moreno y todo el poder del Estado para acallarnos y desarmar las células que subvierten al orden público.

Atentamente

L



*es archivo es grande y tiene pegadas las fórmulas como valores salvo la primer fila de cada grupo de datos, resaltada en un color distinto.

martes, febrero 05, 2013

Dos mil palabras

Recuerde esto, esto y luego siga…

El 10 de septiembre de 1971 la Ley 19230 congelo precios. La inflación de los cinco meses anteriores había sido 0.9%, 2.4%, 3.1%, 4.3% y 2.6%. En septiembre y octubre bajó a 0.9% y 1.0% respectivamente. En noviembre permitieron trasladar costos de insumos a precios. La inflación de los seis meses siguientes fue de 2.7%, 11.9%, 5.2%, 3.6%, 4.2% y 4.9%




No logro salir del asombro ¿Alguien leyó "El año del desierto" de Pedro Mairal? Bueno. Eso.

L



martes, enero 29, 2013

That's 90s show

El gráfico que ven a continuación muestra dos series de tipo de cambio real, es decir, la medición de la competitividad cambiaria que incorpora no sólo la evolución del peso argentino contra otras monedas (dólar, euro, real, etc) sino también la evolución de algún precio. Si los precios domésticos suben más que los internacionales, la serie baja, dando cuenta de una menor competitividad cambiaria.

La serie violeta es un tradicional tipo de cambio real multilateral que utiliza como precios al IPC de cada país. La azul, en cambio, utiliza como precio el salario de los trabajadores registrados. Los países considerados son Brasil, México, Uruguay, Gran Bretaña, EE.UU., Italia, Alemania, España, Francia y China*.
El gráfico dice muchas cosas, pero permítanme concentrarme en el tramo final. La competitividad cambiaria del salario registrado es menor que la de los últimos meses de la convertibilidad. Al respecto varias aclaraciones.

En primer lugar, el gráfico no considera los cambios en la productividad durante el periodo, que posiblemente compense parte de la caída, en particular durante el primer lustro cuando fue muy fuerte la recuperación del uso en la capacidad instalada. Pensando hacia adelante, sin embargo, no es obvio que logremos ganarle en competitividad a nuestros vecinos. No si no hacemos algo por realinear los incentivos hacia la mayor productividad como fuente de rentabilidad.

En segundo lugar está la dinámica. Si bien en el último semestre, de la mano de la mayor devaluación del peso oficial, se detuvo la apreciación del tipo de cambio real, por varias razones no hay nada sencillo en pasar de un régimen que permitió una apreciación anual promedio de algo más de 10% por año durante una década a uno que la detenga en seco y no sólo por sus implicancias sobre el crecimiento. La apreciación es la contracara del mayor consumo (en particular del último lustro cuando comenzaron a agotarse otras fuentes de crecimiento), de las tasas bajas y de la suba de los salarios reales (al menos los registrados). Detenerla implica un fuerte cambio no sólo de gestión sino también en la retórica, algo que lentamente parece comenzar a aparecer en los discursos oficiales.

En tercer lugar, la serie no incorpora el impacto que sobre la competitividad tienen los impuestos. Si bien, confieso, no tengo la información para otros países, es probable que el incremento de la presión impositiva sobre la actividad formal por varios frentes (la suba en las contribuciones sociales, el impacto sobre ganancias de la exposición de los balances a la inflación, los derechos de exportación, etc) deje a la serie en un nivel aún más bajo que el que se ve en el gráfico.

En cuarto lugar está el sesgo antiexportador. La respuesta más fuerte del gobierno a la apreciación fue el cierre de las importaciones lo cual actúa sobre el tipo de cambio real desdoblándolo en dos. El asociados a las importaciones sube (porque, visto desde el país es equivalente a una suba del salario internacional) pero el de los exportadores baja (porque encarece los insumos, y es equivalente a una suba del salario doméstico). Sorpresivamente “El modelo” dejo de ser uno de Tipo de Cambio real alto que favorecía las exportaciones a uno de tipo de cambio real bajo con un sesgo que las perjudica. Podríamos hacernos un festín con el archivo, pero aquí no nos gusta tirarle el archivo por la cabeza a la gente.

Hay muchas posibles salidas a la encrucijada en la que lentamente y sin que nadie nos haya obligado nos estamos metiendo, cada una con su riesgo asociado. Sin embargo, lamentablemente, (y siempre desde la humilde visión de este servidor) muchos pasos que ha dado el gobierno en el último año y medio no solo han sido en falso, sino que nos han dejado un poquito más acorralados.

Hermanos, oremos.

*en este último caso se usó el IPC, al no poder encontrar salarios.

viernes, enero 25, 2013

Dólares para todos y todas!

Les dejo una columna que salió en la edición de hoy de El Economista.

En el último año y medio, como respuesta a los crecientes desafíos macroeconómicos (en particular, la compra de dólares del sector privado y el drenaje cada vez más importante de divisas por el déficit energético), el gobierno avanzó con medidas que, por su impacto sobre el funcionamiento de la economía, se asemejaron a un cambio de régimen. Por un lado, se produjo el cierre de facto (arbitrario y desprolijo) de las importaciones. Por el otro, la prohibición de facto (pero rápidamente legalizada) a la compra de divisas para atesoramiento, giro de utilidades o pago de servicios. 

El endurecimiento de los controles no impidió frenar el drenaje de reservas, que terminaron 2012 USD 3.0 mil millones por debajo de los niveles de un año atrás. Pero en 2013 es esperable que el Central vuelva a mostrar una acumulación de divisas, por primera vez desde mediados de 2011, en un stock total que podría alcanzar los USD 47 mil millones. ¿Significa esto que la estrategia del cepo finalmente está dando resultados? Como siempre en economía, la pregunta elude respuesta sencillas.

El primer factor detrás de la reversión en la pérdida de reservas tiene nombre propio: Guillermo Moreno. Al llevar a la macro su regla micro ¨sólo se importa si se exporta¨ indujo, en un 2012 de sequía y mala cosecha, una contracción forzosa de las importaciones por una cifra que estimamos en USD 7.0 mil millones. Una suerte de ¨ajuste heterodoxo¨ y procícliclo equivalente al 7.5% del PBI industrial y al 1.2% del PBI total. Es esperable que esta “regla de Moreno¨, lejos de ser un comportamiento de excepción (como en 2008/9), se repita en 2013 apuntando a un target comercial similar al de este año (USD 12.6mm). Aunque el balance de dólares no mejoraría por este efecto, tampoco empeoraría.

Un segundo factor remite al balance de dólares privados que, fruto del reciente endurecimiento del cepo, se estabilizó en 2012 y posiblemente se torne positivo en 2013. Esta mejora esconde, sin embargo, un descenso en la acumulación de pasivos privados con el exterior (colocación de títulos, deuda con proveedores y casas matrices, inversión extranjera). Un daño colateral del cepo que contagia al sector privado el aislamiento financiero que hasta ahora caracterizaba al sector público. 

El balance público, por su parte, con menos vencimientos de deuda pública (incluyendo el no pago del cupón) implica también menos transferencias del Banco Central al Tesoro (el gobierno use sólo la mitad de los 8 mil millones presupuestados para 2013). El balance de dólares mejora, así, también por este frente.

Sin embargo, la foto de un Banco Central acumulando divisas colisiona con otros objetivos que compiten entre sí en el marco de una economía cerrada al financiamiento externo y ahogada por la escasez (en gran medida autoinfligida) de divisas. Un dólar menos en el central permitiría liberar importaciones para acelerar el crecimiento, relajar el cepo sobre minoristas para contener el inquieto dólar paralelo abrir (al menos selectivamente) el cepo sobre la remesa de utilidades para incentivar la inversión (incluyendo vía asociación con YPF) o incluso financiar a YPF para que Vaca Muerta de señales de vida. El stock final de reservas dependerá de  cómo priorice el gobierno todos estos objetivos contrapuestos. 

En definitiva, se plantea en 2013 una situación paradójica. Tras una década de desendeudamiento, y mientras los países de la región obtienen financiamiento de largo plazo con las menores tasas de su historia, y en uno de los escenarios globales de inédita liquidez para el mundo en desarrollo, el cepo cambiario obliga a rascar la olla de los dólares sojeros, postergando inversiones y, trabas de Moreno mediante, incluso producción, como si fuera un simulacro de crisis de balance de pagos.