Columna publicada el 15 de Agosto en el diario Clarin
Para el que tiene dólares, Argentina es un regalo. A la cotización de alguno de los tipos de cambio paralelos un dólar compra hoy una cantidad parecida de bienes y servicios a la que compraba en el peor momento luego de la crisis de 2001. Es muy difícil, viendo su capacidad de compra, afirmar que el dólar está barato. El superávit de comercio exterior fue de 18 mil millones de dólares en los últimos 12 meses, el más alto de nuestra historia. Las típicas señales de atraso cambiario no están prendidas como para argumentar, viendo esos números, que el dólar está barato.
Sin embargo, el Banco Central vende entre 50 y 100 millones de dólares por día desde hace semanas para contener la paridad oficial, aún teniendo una versión perfeccionada y ampliada del cepo que tuvimos hasta 2015. Vende a pesar de tener las menores importaciones en 15 años, a pesar de que el déficit de servicios externos está en mínimos históricos y de que la soja está en su pico anual de liquidación de dólares. El dólar no parece barato, pero la gente lo compra igual.
Para entender por qué hay que cambiar el ángulo desde el cual mirar al tipo de cambio. El precio del dólar es dos cosas al mismo tiempo: Por un lado, el que determina cuánto vale un bien o servicio argentino en relación a uno en el exterior. Ese precio es el que pareciera estar caro e influye en el comercio. Un turista extranjero en el país puede comprar con dólares - billete - el triple que hace dos años, y para un argentino irse al exterior se volvió de pronto carísimo.
Pero el dólar es algo más: es el precio de un activo financiero. En dólares se compran bienes y servicios, pero también se ahorra. Para tomar esa decisión no se compara un choclo en Mar del Plata versus un cachorro quente o un abacaxi en Florianópolis, sino dólares versus pesos, cuánto creo que valen hoy y, mucho más importante, cuánto creo que van a valer mañana. El Banco Central vende reservas no porque la gente quiere dólares, sino porque no quiere pesos y no quiere pesos porque hay muchos.
El lector ya imaginara por qué hay muchos pesos. La cuarentena separó como nunca la distancia entre el Estado que queremos tener y el Estado que podemos pagar. Esa diferencia es una de las más grande en los últimos de 60 años, solo comparable en magnitud a la que precedió al Rodrigazo en el ‘75 o a algunos momentos en los ‘80.
Ese vacío de financiamiento se llena con emisión monetaria. En los últimos 12 meses se duplicó la cantidad de dinero, mientras el Central le giraba al tesoro 8% del Producto Bruto interno, un monto equivalente a todo el stock de créditos del sistema bancario con el sector privado.
Las transferencias del Banco Central al Tesoro son la principal fuente de expansión del dinero, aunque no la única. El Central crea dinero a diario para pagar los intereses de la deuda que tiene con los bancos, deuda que crece a un ritmo preocupante. Del lado positivo, existen otras fuentes de creación de dinero que hoy no están activas. Se crea dinero cuando el Banco Central compra reservas con pesos. En Argentina, por ejemplo, se creaba dinero por este mecanismo como correlato de la acumulación de reservas entre 2003 y 2010 y en 2016/2017. El sistema bancario también crea dinero cuando toma un depósito y da un crédito. Donde antes había un peso depositado, luego del crédito habrá dos. Nada de eso está sucediendo hoy. La enorme expansión de los agregados monetarios, que se duplicaron en un año, tienen como principal explicación la dominancia fiscal.
Esos pesos nuevos compran bienes, compran servicios o se quedan en un depósito bancario o en el colchón, pero también compran dólares de cualquiera de sus colores. O bien bienes importados que se compran con dólares, en cualquiera de sus colores. El Gobierno busca resolver este desbalance entre los dólares que hay y los pesos para comprarlos endureciendo el cepo. Al tratar de ser una solución, sin embargo, el cepo en realidad empeora el problema.
Endurecer el cepo para frenar el tipo de cambio es como endurecer la cuarentena para frenar al COVID. Sirve durante un tiempo para contener la circulación - de dólares en un caso, del virus en otro - pero va perdiendo eficacia como solución a medida que pasa el tiempo. Más cepo no hará que la gente quiera tener más pesos. Más bien, diría, produce lo contrario.
El Gobierno no puede hacer nada para evitarlo. Puede tratar de prohibirlo o de ganar tiempo, eppur si muove. No importa cuando endurezca el cepo o cuánto amenace con aplicar leyes punitivas. Si el dinero sigue creciendo al ritmo que lo hace el precio del peso va a caer, contra los dólares y contra los bienes. No hay solución al problema cambiario que no incluya adaptar el Estado que queremos tener con el Estado que podemos pagar.
El enorme déficit fiscal financiado por emisión es hoy un elefante dormido en el Bazar. La pandemia concentra hoy nuestra atención pero el elefante está ahí. No importa quien lo puso, si el Gobierno, la oposición o la pandemia. Mirando para otro lado no va a desaparecer, y tarde o temprano se va a despertar.