Hace rato que no escribo nada sobre el agro. Menos cerca del análisis de la coyuntura, los estudios de la estructura agroindustrial que vengo haciendo hace un par de años (que en breve deberían reflejarse en un documento de CEPAL) dan menos material para post. Sin embargo, una vez cada tanto uno se encuentra con una perlita que merece ser posteada.
Recordarán que en los álgidos días del segundo trimestre de 2008 estaba instalado el debate alrededor de la sojización, el avance del yuyo maldito que todo lo ocupaba (encontraran mucho sobre el tema aquí). La diatriba se organizaba alrededor de la idea de que la oleaginosa avanzaría hasta arrasar con la diversificación productiva y ambiental.
Mucho se habló oportunamente sobre las pobres dinámicas de sectores que competirían con la soja como la carne, la leche y el trigo o de la distribución de responsabilidades entre la soja y las políticas agropecuarias como para que valga la pena repetirlo aquí. Sin embargo, un reciente hallazgo me permite darle otra vueltilla de tuerca.
Como ustedes bien sabrán, el sector agroindustrial (aka agropecuario), experimentó en los últimos 30 años una transformación productiva y tecnológica que alteró radicalmente la forma de organización sectorial y que es la que permite explicar el fenomenal crecimiento de las cantidades producidas.
Esta transformación, que tuvo a la soja como principal actor, incluye cosas como el pasaje de una estructura integrada verticalmente a una organizada en forma de red, el crecimiento de la producción bajo arrendamiento, la difusión de la siembra directa y de la agricultura de precisión, de los cultivos genéticamente modificados, la profesionalización de la producción y el mayor uso de fertilizantes y agroquímicos, la feedlotización de la invernada vacuna, la tecnificación y concentración de la producción láctea, el desarrollo del polo de crushing y, más recientemente, de producción de biocombustibles, etc, etc, etc.
Dentro de estas transformaciones, a mi entender, una de las más relevantes fue el surgimiento de la soja de segunda. La soja de segunda, como su nombre lo indica, tiene la característica de poder ser producida con una segunda ocupación de la tierra en una misma campaña. Es decir, a diferencia de los cultivos tradicionales, que permiten una sola cosecha al año, la soja de segunda permite que la tierra sea utilizada dos veces en una misma campaña.
La soja de segunda en Argentina comienza a crecer desde fines de los ochenta, de la mano de la siembra directa y de la llegada de la soja resistente al glifosato. Sin entrar en detalles, ambas tecnologías permiten reducir los tiempos de labranza necesarios entre cultivos lo cual libera unos críticos 15/20 días de producción y dan tiempo suficiente para que crezca la soja.
El gráfico muestra la evolución de las hectáreas sembradas con soja de segunda desde los ochenta hasta principios del siglo XXI. Como puede observarse esta tecnología permitió correr la frontera productiva en unos 3 millones de hectáreas de crecimiento intensivo. Al estar necesariamente acompañado de otro cultivo (trigo, cebada, etc) coincidirán que difícilmente este tipo de soja tenga las propiedades arrasadoras asociadas al crecimiento del yuyo maldito.
Ahora bien, veamos la historia reciente de la soja de segunda en comparación con la de la soja de primera, que permite tan sólo un cultivo anual.
El gráfico muestra varias cosas interesantes. En primer lugar, notarán que en las cinco campañas entre las campañas 2003/04 y las 2007/08 no hubo crecimiento en las hectáreas destinadas a la soja de primera, con una siembra estable alrededor de las 11.5 millones de hectáreas. Es decir, durante esos cinco años no avanzó sobre otros cultivos.
En cambio, se observa un crecimiento de 2.2 millones de hectáreas destinadas a la producción de soja de segunda. Es decir que todo el crecimiento de la soja durante el periodo se produjo complementando y no sustituyendo a otros cultivos. Es bastante dificil hablar de "sojización" durante este periodo ¿No?
Ahora bien, muy distinto es el comportamiento de ambas series a partir de la campaña 2008/09. En primer lugar, se observa cómo, en tan sólo dos campañas, la hectáreas destinadas a la soja de primera se incrementan en 4.8 millones. No existe ningún bienio en los últimos cuarenta años con un crecimiento tan acelerado de la soja de primera. En simultáneo, las hectáreas destinadas a la soja de segunda se reducen en 3 millones de hectáreas.
Es decir, si hubo un proceso de sojización en la última década este empezó con la crisis del campo, que, entre otros tantos, planteaba como objetivo detener el avance de un proceso hasta entonces inexistente. Vea usted correlación si quiere, pero a mí la causalidad entre el diseño de las políticas agropecuarias poco felices desde 2007 y el avance de la soja que sustituye y no complementa me resulta evidente. Pocos ejemplos tan claros como este se me ocurre merezcan estar en los manuales de microeconomía básica.
Para quitarle las dudas que puedan quedarle vea el siguiente gráfico, con la evolución de los precios relativos de la soja en relación al trigo y al maíz. Las zonas sombradas representan la época de siembra de soja. Como puede verse no ha habido en el pasado reciente ninguna señal de precios favorable a la soja que justifique tamaño movimiento e incluso se observa en la campaña 2006/07 y en la última movimientos que perjudican a la soja en beneficio del trigo y el maíz.
Así las coas. Si hay algo en la sojización del agro que no les gusta, ya saben a quien llamar.
Atte
Luciano