Deben ser contadas con los dedos de la mano las veces que uno se cruza con algún artículo o paper que le abre la cabeza. Tuve la suerte de, casi por casualidad, encontrarme con uno de ellos hace unos pocos días. El autor del texto se llama
Robert Rowthorn, un reconocido economista post-keynesiano, que presenta en
este paper de manera elegante y con una matemática relativamente sencilla, un modelo que interrelaciona las tres variables que titulan este post.
Este texto me da, además, pie para continuar el debate que mantenemos desde hace un tiempo con algunos bloggers amigos, entre ellos Escriba (
ver aquí), que se empeñan en empaquetar las explicaciones inflacionarias en dos visiones antagónicas y excluyentes: (1) Están quienes creen que la inflación es un fenómeno exclusivamente político, en el que la concentración y el poder de mercado convergen hacia una
puja distributiva inflacionaria y (2) están, en la esquina opuesta, quienes creen que es estrictamente
un problema de naturaleza monetaria. ¡Y eso es todo amigos!
Sin embargo, Rowthorn construye una explicación (poco ortodoxa) que logra interrelacionar las visiones antagónicas en una única más general en la que ambas son una parte de la misma explicación (como decíamos
aquí hace un tiempo).
¿Cómo se interrelaciona la moneda y la puja distributiva para explicar el fenómeno inflacionario?
Comencemos por la puja distributiva, es decir, el reparto de las rentas entre las partes de una negociación. La puja, a priori, requiere que en la economía existan no sólo tomadores sino también formadores de precios, una de las paradojas más conocidas de los modelos de competencia perfecta. Rowthorn se centra en la más conocida de estas pujas distributivas, la puja salarios-precios.
El proceso inflacionario se produce cuando el formador de precios, disconforme con el resultado de la negociación salarial, busca descargar sobre sus compradores el diferencial que separa lo que quiere ganar de lo que acordó ganar en la negociación salarial. La inflación es el resultado de la agregación de cada aumento individual descentralizado, que a su vez deteriora el salario real y da lugar a una nueva ronda de negociaciones salariales.
Esquemáticamente, entonces, tenemos algo así.
Desmenucemos en diferentes partes la dinámica de este proceso de puja distributiva:
Complejidad: Noten que suele simplificarse el análisis al concentrarse en la negociación entre los trabajadores y los empresarios. Un análisis menos simplificado incluiría la nueva ronda de negociaciones entre los empresarios y sus clientes (otras empresas o el Estado a quienes provee de insumos o bienes de capital, algún extranjero a quien le exporta o los consumidores) que tendrá características muy similares a la descripta previamente.
Es decir, la puja distributiva no es una negociación bilateral sino una serie de cadenas de negociaciones que recién cuando se agregan y se cierra sobre si misma se transforma en un proceso inflacionario. Dicho de otra manera, el trabajador, cuando ve caer su salario real por una inflación más alta de la esperada, no perdió contra el empresario con el que negoció el salario, sino contra “la macro”.
Inercia: La inflación se retroalimenta a si misma a partir de su influencia en la negociación del próximo periodo. ¿Motivos? (i) como mostraba Rollo acá, una vez que comenzó el proceso inflacionario alcanza con que las partes busquen de manera escalonada en el tiempo volver a la situación inicial para que la inflación se acelere, (ii) si la inflación pasada contribuye a formar las expectativas de inflación futura, entonces entra en la negociación salarial, donde se busca establecer el salario real para todo un periodo y no sólo para el momento inicial, (iii) para niveles bajos, la inflación es una variable prácticamente irrelevante en la negociación. Sin embargo, hay un punto de quiebre estructural (como mostraba Rollo que mostraba Krugman acá) a partir del cual pegarle a la inflación futura es lo más importante del contrato, momento en el cual se vuelve inercial, (iv) la inflación depende de la cantidad de rondas de negociación que se den en un año, acelerándose endógenamente si es la propia inflación la que acorta el plazo de la negociación promedio
Poder de mercado: ¡
El elegido de todos! Cómo decía acá hace unos días (y acá en Clarin) este proceso se autopropaga porque la inflación también genera poder de mercado al depreciar el stock de información. Además, la intensidad del proceso inflacionario dependerá de la capacidad promedio de los eslabones de pasar los mayores costos al siguiente eslabón. Si por cada 1% que aumentan sus costos (entre ellos los salariales) el empresario tiene capacidad de trasladar al eslabón siguiente más de un 1%* entonces el poder de mercado acelera el proceso inflacionario y lo desacelera en caso contrario. Aunque sin duda es un factor que aporta, medir la intensidad de este mecanismo es un fenómeno empírico que, como decía acá, creo que para valores de elasticidad razonables está lejos de poder explicar aceleraciones de la inflación como los actuales.
Entonces, asumamos y aceptemos la pata “estructuralista” que nos explica porque la dinámica del conflicto en base a complejidad + inercia + poder de mercado puede inducir procesos inflacionarios autopropagados. Ahora bien, nos falta determinar que rol juega la moneda/dinero en esta historia para cerrar la explicación que nos propusimos.
Sabemos, y creo que no vale la pena entrar en detalle en este post, que existen múltiples canales a través de los cuales la política macroeconómica (y entre ellas la monetaria) pueden afectar la demanda agregada** de la economía. De manera simplificada, utilizando el gasto público o influyendo sobre la cantidad de dinero o las tasas de interés o el tipo de cambio, entre otras, el gobierno puede lograr que, dado un nivel de los precios, los compradores estén dispuestos a comprar un poco más o un poco menos.
Ahora bien, si el gobierno tiene capacidad de afectar con sus decisiones de política a la demanda agregada hay un paso adicional que está faltando para cerrar el círculo ¿Cómo afecta el nivel de demanda agregada a las “aspiraciones” de los formadores de precios en el proceso de puja distributiva?
La relación es bastante simple. A mayor demanda agregada mayor la probabilidad de que el formador de precios no se enfrente con un “no te compro” como respuesta a su intento de trasladar el incremento de costos hacia adelante. Es decir, el nivel de demanda convalida los intentos de puja de los formadores de precios. De esta manera, el gobierno puede, desde con su política macroeconómica, influir los incentivos de los formadores de precios a iniciar una ronda adicional de puja distributiva.
Es decir, la puja distributiva no es otra cosa que el canal a través de la cual la política macroeconómica se refleja en un mayor nivel de precio.
En conclusión, a partir del paper de Rowhorn, podemos construir una combinación estructuralistas y monetaristas que puede describirse esquemáticamente de la siguiente manera:
¡Habemus síntesis monetaructuralistas/estructunetaristas!
¡Eureka!
(Preparando el autopase ¿Cuáles son las recomendaciones de políticas que se desprenden de la visión monetaructuralista del mundo? Las dejamos para el próximo post).
Atte
Ele
(*) En realidad es 1% por la participación del insumo en los costos totales.
(**) El lector atento habrá notado que, como un caso general, todo el proceso de puja distributiva puede ser fácilmente incorporado en la determinación de la oferta agregada.