Uno de los grandes mitos urbanos de la corta década kirchnerista es que el proyecto político incluye un cambio radical en su tratamiento a jubilados y pensionados respecto a la década previa, marcada por el desinterés y abandono por la clase pasiva.
¿Cuánto de cierto tiene este mito?
Permítanme ponerlo a prueba con un poco de data duro. Verá que, como todo mito, este tiene una porción cierta y algunos bemoles. Hagamos un punteo de sus principales características y saque el lector, ponderando según sus preferencias individuales, sus conclusiones generales.
1) El kirchnerismo, a través de la moratoria de fines de 2006, aumentó notoriamente la cobertura del sistema previsional para ubicarla muy cerca de sus máximos teóricos y revirtiendo el fuerte deterioro observado desde 1991. Si pensamos que hoy debe haber unas 3.4 millones de mujeres mayores de 60 años y alrededor de 1.7 millones de hombres por arriba de los 65, los 5.1 millones de jubilados y pensionados (a lo que debe restarselé unos 250 mil jubilados menores de 60/65 años) representan una tasa de cobertura del 97%, muy por arriba de las mejores expectativas que uno podría tener.
Al incrementar como se hizo la tasa de cobertura, se universalizó el derecho a un ingreso durante la vejez, con independencia de la suerte que uno haya tenido en vida activa (click para agrandar).
2) Asimismo, durante el gobierno de Néstor Kirchner se observa una sensible mejora en la jubilación mínima que duplica el poder su poder de compra desde cerca de $ 200 a $ 400 (en pesos de 2003). Durante el gobierno de Cristina, en cambio, la jubilación mínima desciende como resultado del la erosión inflacionaria hasta ubicarse, en promedio, un 10% por debajo que la que ella recibiera al asumir.
3) Sin embargo, la dinámica de la jubilación mínima es solo una parte del comportamiento de la pirámide previsional. Como puede verse en los siguientes gráficos, en 2002 tan solo el 10% de los jubilados cobraba la jubilación mínima en tanto algo más del 50% cobraba, como mínimo, dos veces este valor. Las sucesivas subas de la mínima sin ajustes equivalentes en las otras porciones de la pirámide llevó a un fenomenal achatamiento en el que casi el 75% de los retirados es perceptor de la mínima (60% si no consideramos quienes entraron por la moratoria de 2006). En el extremo opuesto, hoy tan solo el 15% cobra al menos dos veces la mínima.
(La curva azul representa la evolución teórica sin considerar los 1.8 millones de nuevos jubilados por la moratoria de 2006)
Lo que se observa es una muy fuerte redistribución al interior del sector pasivo, en el cual un porcentaje ha mejorado notablemente su situación mientras otro grupo se encuentra todavía hoy por debajo de la situación que tenía en 2001. El achatamiento de la pirámide previsional mejora la función redistributiva del sistema, a costa de un alto porcentaje de jubilados que tienen una situación inferior a la de una década atrás. Redistribuir siempre implica que alguien gana y alguien pierde.
Ahora bien ¿Cuál fue el resultado neto de esa redistribución interna?
4) En el siguiente gráfico (izquierda) verán como la jubilación promedio es hoy un 15% inferior a la de 2001 (cuando Cavallo recortó el 13%) en tanto la jubilación promedio si no consideramos a los jubilados que ingresaron con la moratoria (que entraron cobrando la mínima) está un 6% por debajo de la de fines de la convertibilidad. Recuerden que, en el ínterin, la recaudación en concepto de prestaciones de la seguridad social creció un 50% en términos reales, como resultado de las mejoras en la masa laboral registrada y el incremento del porcentaje de aportes sobre la masa salarial.
5) El resultado de esta asimetría entre crecimiento de la jubilación promedio y recaudación es un saldo previsional positivo del orden de los $ 10 mil millones desde 2005, que anualmente son transferidos a rentas generales. Estos $ 10 mil millones de superávit previsional que el sistema transfiere no es muy distinto a lo que antes se acumulaba en las cuentas de capitalización. Esto es, al destruir la capitalización el gobierno convirtió un flujo de recursos que antes se ahorraba en gasto corriente. Para ponerle un orden de magnitud a estas cifras, el superávit transferido al tesoro en 2009 ($ 14 mil millones) permitiría otorgar un aumento de $ 210 a los cinco millones de jubilados. Esto es, incrementar la jubilación promedio de 2009 en 47%.
Lo que antes se ahorraba, hoy es administrado por un gobierno con una propensión a consumir superior a uno, con los impactos macroeconómicos que ya hemos mencionado lo suficiente como para que valga la pena repetirlo acá. Entonces ¿Qué es lo que debería hacerse con este saldo excedente? Cuatro son las opciones que se me ocurren: (1) Aumentar las jubilaciones hasta agotar los recursos excedentes (2) reducir las contribuciones sociales aumentando el ingreso de los trabajadores y/o reduciendo el costo salarial (3) crear un fondo de ahorro previsional al cual se dirijan los flujos de fondos excedentes (y del cual se extraigan en caso de ser necesario) o (4) devolver a la masa coparticipable los recursos que hoy se transfieren al sistema previsional. Si plesbicitaran, yo voto por la tres.
¿Sobrevive el mito?
Mi conclusión personal (que toma como referencia al sistema previsional ideal) tiene como resultado una valoración neutral, un empate, al combinarse una de las mejores medidas de la era K (la moratoria previsional) con una de las peores (la destrucción del sistema mixto en septiembre de 2008). Hoy tenemos un sistema que cumple mucho mejor que en el pasado su rol de redistribución del ingreso hacia la clase pasiva, pero falla en el cumplimiento del segundo objetivo de cualquier sistema previsional, a saber: inducir (o forzar) un alza el ahorro de la población, especialmente importante en una economía con baja tasa de ahorro como la nuestra
Hasta aquí mi aporte, ustedes ¿Cómo ponderan los cinco puntos?