Versión levemente editada de la columna que el pasado sábado 7 de Marzo salió en Perfil
Empecemos con el vaso medio lleno. El año 2014, de contracción económica que mediciones privadas ubican en el orden del -2%, caída del consumo, el empleo y los salarios reales y aceleración inflacionaria (con una variación de precios que llegó a superar por primera vez en 25 años el 40% interanual), comienza a ser sustituido por un 2015 en el que las novedades pesimistas son desplazadas por otras que describen una moderada estabilización.
Tras un largo periodo de temor por la sostenibilidad de las reservas, las USD 31.5 mil millones en el Banco Central deberían ser suficientes para transitar este año sin mayores sobresaltos cambiarios. Suponiendo que el gobierno buscará repetir en los próximos meses el fallido intento de canje de Boden 2015 (que permitiría ahorrar algo más de USD 6 mil millones de pagos en octubre) y aun considerando las fuertes salidas por dólar ahorro, déficit de combustibles o de turismo, el año podría cerrar con reservas brutas cercanas a los USD 25 mil millones.
Asimismo, la inflación ha bajado y los salarios han comenzado a recuperarse desde su piso a mediados de 2014. La medición de precios que hacemos en Elypsis, a partir de la recolección online de más de 300.000 observaciones diarias, registró en los últimos meses una rápida desaceleración. El 40% interanual que veíamos en noviembre cayó a 37% en diciembre, 34% en enero y 27% en febrero. Esta reducción se explica no solo porque van desapareciendo de la comparación los meses de alta inflación de comienzos de 2014, sino también por la baja en las mediciones mensuales más recientes. La inflación del trimestre Diciembre 2014-Febrero 2015 fue de tan solo 4.4%, que equivale a 20% de extrapolarse a un año entero.
La fórmula detrás de ambos hechos no es novedosa en nuestra historia. Recesión y atraso cambiario financiado con deuda - en gran parte de corto plazo - y una pizca de privatizaciones (licitaciones del 4g) y cierta moderación monetaria,. En tal sentido, vale mencionar que sólo en 2014, y tras un largo periodo de desendeudamiento que redujo la deuda publica en mano de privados a menos de 20% del PBI, el gobierno emitió deuda nueva - interna y externa, en pesos y dólares - por una cifra cercana a los USD 45 mil millones, que explican la buena salud de las reservas y el menor crecimiento de la base monetaria. Las formas de conseguir financiamiento fueron variadas: Letras del Banco Central en pesos y dólares, emisiones del tesoro en el mercado local, nueva deuda con Repsol, el Club de Paris, China, el Banco de Francia u Organismos Multilaterales o deuda flotante con importadores. Incluso están en las reservas los USD 1.3 mil millones bloqueados por Griesa
Con ello, y con un creciente endurecimiento en los controles de capitales y del comercio exterior, el gobierno ha logrado estabilizar al mercado de cambios y darle oxígeno a su apuesta por el atraso cambiario para sostener un nivel de competitividad externa que podría llegar en poco tiempo – más aún si el Real brasilero se mantiene por arriba de los Rs 3.0 por dólar – a niveles comparables con los de la década del 90.
El vaso medio lleno, entonces, es que crisis de balance de pagos parece haberse evitado y que sin colapso a la vista, la economía empieza a moverse al ritmo del próximo gobierno. El anticipo de una futura reinserción en los mercados financieros globales eleva el precio de los bonos, reduciendo el riesgo país a su menor nivel desde 2005 y poniendo un techo a las brechas cambiarias (que podrían incluso bajar durante el año). La transición hacia el próximo gobierno podría resultar más suave que lo esperado, con una confianza del consumidor para el mediano plazo en su mayor nivel desde 2006.
El vaso medio vacío es, sin embargo, que no hay en la segunda gestión de Cristina muchos más logros económicos que el haber evitado la crisis autogenerada. La actividad industrial mostró en 2014 niveles similares a los de 2010. Se produce la misma cantidad de acero que en 2005, la misma cantidad de autos que en 2006 y se refina la misma cantidad de petróleo que en 2007. Los despachos de cemento y la producción de petróleo fueron en 2014 menores a los del último año sin cepo y la faena bovina es hoy 17% más baja que la del año previo a la crisis del campo.
El estancamiento no se observa solo en la producción. El empleo privado creció 0.5% por año desde mediados de 2011, menos de la mitad del crecimiento de la población y el salario real permanece estancado desde entonces (aun a pesar de la apreciación cambiaria). Las exportaciones e importaciones (netas de combustibles) están en los mismos niveles que 2008. La lista sigue y se extiende al conjunto de la economía. Son pocas las excepciones que escapan al estancamiento desde 2011, entre ellas la administración pública y el sector financiero.
La comparación internacional, eterno chivo expiatorio, tampoco es buena. Tomando como referencia los 127 países de más de 3 millones de habitantes para los cuales hay datos, Argentina se ubica en la posición 117 en crecimiento acumulado entre 2011 y 2014. Si miramos solo 2014, la contracción de 2% nos ubica en un impactante puesto 124. Solo 3 países de la muestra crecieron menos que nosotros el año pasado. Libia (-20%), Ucrania (-6.5%) y Venezuela (-3%). Argentina creció, en 2014, menos que el 98% del planeta.
La combinación del vaso medio lleno y el vaso medio vacío nos llevará a un 2016 de grandes desafíos. Escapar a la crisis recurrente cada una década es en sí una buena noticia, porque cada crisis genera daño irreversible. La herencia, sin embargo, requerirá talento para ser bien administrada. Lograr recuperar el crecimiento de la actividad, el empleo y los salarios, desarmar el cepo, bajar la inflación, estabilizar las cuentas públicas, desandar el atraso cambiario y tarifario y el déficit de infraestructura y volver sustentable el balance de pagos y de reservas son objetivos complejos y en algunos casos hasta contrapuestos, en particular con un mundo que desde hace tiempo ha dejado de dar buenas noticias y comienza a ser adverso.
Quebrar media década de estancamiento y recuperar el sendero de desarrollo requiere más que solo buenas intenciones y un cambio de gestión. Aprovechemos los nueve meses que quedan para dar este debate.