sábado, febrero 20, 2016

La agenda que el ministro postergó

Les comparto mi columna de hoy en Perfil


El paso de los meses permite hacer balances de la gestión. Hagamos un raconto. En poco tiempo, se flexibilizó el acceso a dólares financieros y se devaluó el peso oficial. Se relajó con ello parcialmente el evidente atraso cambiario, conteniendo la mayor dolarización con una fuerte suba de tasas de interés. Se avanzó también en la resolución de la herencia de litigios con acreedores externos con el fin último de recuperar acceso al financiamiento y, en el ínterin, se mostró capacidad para obtener multimillonarias líneas de crédito externo. Arreglar al golpeado INDEC fue también prioritario, con implementación de mejoras en la medición de la inflación y del nivel de actividad. También se corrigieron las distorsiones más visibles de precios relativos: En poco tiempo vimos quitas de subsidios y ajustes de tarifas y naftas.

Sin embargo, la suma de devaluación, ajustes tarifarios y un relajamiento de los controles de precios tras la apresurada partida de la gestión anterior llevó a un trimestre con inflación acumulada de dos dígitos, con fuertes impacto en la capacidad de compra del salario y señales evidentes de recesión.

Creerá el lector que hablo de los primeros 70 días de la administración Macrista pero no. La activa agenda recién descripta no es otra que la del ex ministro Axel Kiciloff tras asumir a fines de 2013.

Recordemos. A comienzos de 2014 (febrero y mayo de 2014), acuerdos sin quita ni plazo de gracia con Repsol y Club de Paris buscaron, fallidamente, mejorar el acceso al crédito voluntario. La suba de tasas de interés de 15% a 29% entre diciembre del 2013 y febrero del 2014 no logró volver atractivo al peso, ni el intento de relajar el cepo en enero de 2014, cuando se lanzó el dólar ahorro, reducir la brecha cambiaria. La multimillonaria toma de deuda con China por USD 11 mil millones tampoco pudo evitaron la sangría de las reservas.

El fuerte ajuste de tarifas que Kiciloff implemento tras su llegada para el gas (284%), el agua (406%), los colectivos (66%) o los trenes (100% para la línea San Martin) hicieron poco por mejorar las cuentas fiscales, cuyo déficit pasó de 3.0% en 2013 a 4.3% en 2014. Fallo también el ex ministro en su intento al devaluar 31% e diciembre de 2013 y enero de 2014. La ganancia de competitividad cambiaria se había perdido completamente en septiembre, con una inflación que llegó a picos a 40% y salarios que ese año crecieron 30%. Tampoco el INDEC logró recuperar su credibilidad, con un flamante IPCNu que lanzado con pompas en enero subestimaría 15% de inflación en 2014 o un nuevo PBI que escondió la caída de entre 2% y 3% del nivel de actividad de ese año.

A mediados de 2014, cuando el grueso del shock inflacionario del primer trimestre había quedado atrás - en mayo la inflación mensual estaba nuevamente en el rango 2.0%/2.5% y con tendencia a la baja - la economía recibió un nuevo golpe. Los incipientes pasos de normalización macrofinanciera chocarían en julio con el fallo del Juez Griessa y “el default que no fue default” que, aun habiendo sido estudiado en profundidad, llevó a una nueva ronda de contracción económica durante el tercer trimestre. Recuérdese por ejemplo que el blue, termómetro de la incertidumbre cambiaria, pasó de ARS 11 en mayo a ARS 16 en octubre. Con ello, el año cerraría con una caída de alrededor de 2.5% en el PBI.

A partir de entonces, la estrategia viraría hacia una procrastinación con atraso del tipo de cambio, anclaje de tarifas, creciente endeudamiento, mayor represión financiera y más estrictos controles de precios y deterioro fiscal a niveles insostenibles

Más allá del ejercicio de memoria, recordar la experiencia fallida de los últimos dos años es una referencia valida de comparación sobre todo porque, en 2016, el nuevo gobierno ha decidido retomar aquella agenda del primer Kiciloff, aunque con algunas variantes que permiten prever que esta vez sí podría ser exitoso.

Al igual que en 2014, el primer trimestre de este año vive el shock inflacionario y el impacto contractivo del combo devaluación, relajamiento de control de precios y ajuste de tarifas. Aun cuando el traslado a precios ha resultado menor al de 2014, los salarios perdieron contra la inflación, en los últimos tres meses, alrededor de 5% de su capacidad de compra, caída que explica las incipientes pero cada vez más evidentes señales de desaceleración económica.

De repetirse el patrón de 2014, las consecuencias sobre el consumo deberían comenzar a menguar durante el transcurso del primer semestre, a medida que las paritarias recompongan poder de compra y que la inflación ceda respecto a los picos de diciembre y enero, algo que ya ha comenzado pero que resultará más visible hacia abril o mayo. Es optimista pensar que el consumo puede terminar el año con crecimiento, pero no que con el pasar de los meses recupere al menos parcialmente lo perdido.

Sin embargo, y en contraste con 2014, Argentina de 2016 tiene como as de espada el impacto expansivo que, sobre la inversión y las exportaciones, debería tener la exitosa salida del cepo, la esperable resolución del juicio de los Holdouts, la mejora en la competitividad cambiaria, la activa agenda internacional o los ambiciosos programas de infraestructura, entre otras medidas.

El camino a la recuperación no está exento de riesgos ni la actual administración es inmune a la posibilidad de tomar decisiones accidentadas. Argentina vive, en este primer trimestre de 2016 lo que posiblemente sea el peor momento del año, secuencia temporal (contracción hoy, expansión mañana) que complica tanto capitalizar políticamente los hitos de la gestión como la construcción de credibilidad, proceso que llevara tiempo.

Sin embargo, en sus grandes lineamientos, el nuevo gobierno ha acertado el diagnostico. Relajar exitosamente la restricción externa – la crónica escases de dólares - alejará el escenario de crisis de balance de pagos que, siempre latente, amenazó la estabilidad macroeconómica del último lustro y fue, posiblemente, el mayor factor detrás de casi cinco años de estancamiento. Por ello, si Argentina crece en 2016 será fruto de desandar el aislamiento autoimpuesto durante la segunda presidencia de Cristina Kirchner o, en otras palabras, ser exitoso en esa agenda de reinserción que quiso pero no pudo hacerse en aquel verano de 2014.

2 comentarios:

Fernando dijo...

Las PASO son en 18 meses. Si se diera tu pronóstico súper optimista, ¿se notará en la calle durante la campaña que empieza en un año? Difícil que el chancho chifle, no hablar si algo o muchas cosas fallan. Por eso no llueven dólares y es más, hay fuga.
Macri debe pasar, y con méritos, la prueba 2017 para lograr que confíen en él afuera y adentro. Por eso hacen kirchnerismo prolijo. Para intentar ganar las elecciones. Pero a los K no les funcionó, ¿no?

desvinchado dijo...

ay por favor que careta! Es obvio, tanto para mi como para vos, que lo unico que va a traer el fin del cepo es una corrida contra el peso. Finalmente todos pueden convertir en divisas sus excedentes y hacer la plancha o forzar mas devalueta y/o explosión económica y social (lo que se pueda conseguir). Ni siquiera un gobierno afín les representa ventaja comparado a la ganancia que pueden sacar del kaos una ves que están posicionados en moneda dura. Desgraciadamente aprendieron que no necesitan ni un mercado interno, ni democracia, ni estabilidad, sino todo lo contrario. We're so fucked